No hay muchas discusiones. El consenso ante lo que podría conseguir Brasil en Rusia es casi absoluto. La Canarinha ha llegado a la Copa convertida nuevamente en la poderosa selección que deleita al público y complica al rival. Su favoritismo como uno de los candidatos para coronare en este Mundial es innegable. Ocurre cuatro años después de vivir el infierno en casa propia; tras esa pesadilla bautizada como Mineirazo, su renacer y cambio de rostro es claro.
La metamorfosis tiene como ideólogo a Adenor Leonardo Bacchi, Tite, quien desde su llegada al Scratch, en junio de 2016, ha hecho de este equipo otro nuevo, pero que busca transformarse en el mismo de siempre: el glorioso Brasil. Notorio es que en ese camino ha depurado a la golpeada oncena que vivió la vergüenza a manos de Alemania. En ella, para mañana se repetirá el nombre de Marcelo, Willian y Paulinho.
Luego de la salida de Dunga, la renovación y el cambio de paradigma de Brasil se ha demostrado con creces. Volvió la confianza y, por sobre todo, la diversión por el juego. Nombres nuevos, como el joven Gabriel de Jesus, a quien citó con apenas 19 años después de ser campeón en Río 2016 y en su debut frente a Ecuador le aportó con dos de los tres goles verdeamarillos; el refuerzo de Casemiro, quien ahora es un inamovible en el mediocampo; u otros consagrados, como el propio Marcelo y Thiago Silva, le cambiaron el rostro a aquella selección que sufría de un pánico escénico horrible hace sólo tres años. Por algo fueron los primeros en inscribir su nombre en Rusia 2018.
Tampoco fue difícil para el técnico comprender que la reconstrucción se iba a ver influenciada por el refuerzo anímico a Neymar, el principal referente de su selección en los últimos años. El astro del PSG, que estuvo ausente en la goleada alemana por una lesión vertebral, reconoció que gran parte de su crecimiento ha pasado por él.
En este Brasil, además, todos se sienten comprometidos en el proyecto. La fórmula no es tan extraña. Una de las medidas que implementó Tite desde que inició su mandato, tal como lo hizo en Corinthians, fue la rotación de los capitanes. Aquella jineta ha pasado por los brazos de Daniel Alves, Fernandinho, Renato Augusto, Filipe Luiz y Neymar, quitándole así personalismo al rol y entregando esa responsabilidad a todo el grupo.
Cuando Tite anunció su nómina definitiva, lo hizo anticipándose a las dudas, asumiendo que en su lista las unanimidades no pueden existir. Su base de trabajo fueron 15 jugadores, los mismos que hoy se mantienen, y fue trabajando sobre ella, construyendo y reconstruyendo, entendiendo que el período que tenía para trabajar sobre ella era apenas de dos años. Por algo, nunca repitió una mismo alineación durante su período de eliminatorias.
Y ha contagiado ese optimismo a todo Brasil. Desde Corea y Japón 2002 que la Verdeamarela no levanta un título planetario, por lo que la ilusión que existe es gigante. Clasificarse con ocho victorias consecutivas es algo que, por historia, sólo ellos podían aventurarse a conseguir. Y lo consiguieron.
El sueño por el Hexacampeão se expresa en todas las esferas. En la previa del Mundial, una casa comercial brasileña aprovechó el fatídico 7-1 para vender más televisores. "¿Tiene el valor de ver el Mundial en su mismo televisor (donde vio el) siete a uno?". Ahora, todos sonríen. Brasil volvió a ser Brasil, pero aún debe demostrar que lo conseguido era sólo la primera parte del renacer.