Brian Fernández toma la mano de Dios para salir de la droga: “No me avergüenza decir que voy a la iglesia”
El delantero, quien en Chile deslumbró en Unión La Calera, lucha diariamente contra su adicción.
Brian Fernández lucha. Por salir de la droga y por recuperar el nivel futbolístico que le hizo destellar en Argentina y le alcanzó para brillar en Chile. Su paso por Unión La Calera aún es recordado. Por el talento que exhibió y hasta por su efectividad frente a las porterías rivales. Su nombre fue vinculado con Colo Colo y hasta hoy hay hinchas albos que sueñan con verle vestir la camiseta del Cacique. Su segundo paso por el fútbol nacional, en San Luis, duró un mes.
Sin embargo, su carrera nunca tomó la altura que sus condiciones le habrían permitido con largueza. La explicación está en los problemas extrafutbolísticos de los que el atacante brega por salir. Ahora, de hecho, está en Almirante Brown, del ascenso transandino. Reconoce su cabeza no está tranquila. “Todos los días tengo miedo, y a cada rato”, admite en una entrevista con el diario Olé.
Refugio divino
Fernández, hermano de Leandro, el delantero de la U, lucha por salir de un pozo en el que cayó hace nueve años. “A la oscuridad la conocí en 2015, cuando me dio positivo el control antidoping en cancha de River jugando para Racing. Ahí se me vino el mundo abajo”, explica en la misma entrevista. “Cuando estoy en casa y pienso un poco las cosas que me pasaron, apago la luz y veo que me choco contra todo. Pero la enciendo y ya empiezo a esquivar muchísimas cosas. Está bueno saber que hoy depende de mí, que ya no depende de quién me mande mensajes, de quién esté o quién no esté. Porque la verdad, si mando un mensaje, está el mundo entero conmigo. Y eso me pone contento”, sostiene, respecto de la forma en que encara esta nueva opción para su vida.
Hay un apoyo vital. “Gracias a Dios estoy contento de poder asistir a una iglesia y no me da vergüenza. Ya no me va a dar vergüenza decir: ‘Che, voy a una iglesia para sentirme un poco mejor y poder irme a dormir a casa’. Aprendí a confiar en mí. Si no te gusta, me estás tirando para abajo y no me interesa lo que me digas después”, sentencia.
Mensaje claro
Hay otro elemento que Fernández considera clave para su reinserción. En Almirante Brown le recibieron con un mensaje contundente, que hoy agradece. “Desde que llegué acá, porque me hablaron crudo y justo. Así, ni más ni menos. Y está bueno que se manejen de esa manera, porque el profe es sincero conmigo y me está haciendo muy bien. Tuvimos una charla antes de jugar contra Colón y la verdad que me hizo bien que me dijera las cosas que me dijo y se lo agradezco”, explica. El complemento fue el ideal para el tratamiento que inició en una clínica en Quilmes.
El fútbol aporta la otra parte. “Es lo más lindo que me puede pasar porque es algo que me gusta, es algo que amo y que me apasiona muchísimo. En Almirante, encima, me encontré con un cuerpo técnico como el de Bazán Vera que me da una caricia al corazón, que está conmigo, que cuida de mi persona. También con el presidente, Maxi Levy. Estoy muy contento del encuadre que hicieron conmigo”, admite.
Volver a jugar en Primera División se trasforma, otra vez, en una meta. “Obvio que me gustaría volver a estar en Primera División porque me considero un jugador para estar ahí. Pero depende de mí, de cómo rinda de acá a diciembre y de cómo termine este semestre. Es largo el camino, pero no imposible. Me quiero mostrar y, para mostrarme, tengo que presentarme todos los días a entrenar y demostrarle al profe que estoy para jugar”, establece.
En el ambiente futbolístico transandino le sobran las muestras de cariño. Rivales como Edinson Cavani y Pol Fernández le han regalado su short y su camiseta. También le han invitado a entrenar.
El ‘no’ a Maradona
Hubo otro que intentó allegarle: Diego Maradona, cuando dirigía a Dorados de Sinaloa y a Gimnasia y Esgrima de Plata. Increíblemente, Fernández se negó a la opción. “En el momento en que me vendieron a Estados Unidos, yo estaba en México y Diego le dijo a mi representante que si no iba a ver un partido de Dorados me mandaba a buscar por sus escoltas. Yo había vendido el auto y todo porque ya volaba, pero agarré plata, compré otro auto y fui a San Luis a ver el partido. Hice una locura, pero fue hermoso. Encima, habían perdido, yo estaba afuera agachado y Diego me dijo: “¿Qué hacés ahí?”. “Esperando que se bañen”, le respondí. “No, entrá”, me dijo. Y me quedé hablando, me contó lo que había vivido y me dijo que disfrutara de los Estados Unidos, que era hermoso. Que lo disfrutara e hiciera muchos goles. Arranqué y cumplí, ja”, recuerda de su especial vínculo con el Diez. Luego revela que el astro le quiso en sus dos últimos equipos. “Mi representante me contó que Diego estaba loco porque no quise ir a jugar con él a Dorados. Le rechacé la llamada y en ese momento dije: ‘No, no quiero jugar con él’. Y después, tampoco a Gimnasia de La Plata. Yo lo quería y lo amaba de esa manera, eso me alcanzaba y me sobraba”, rememora.
Una camiseta del Lobo con el 10 en la espalda y el apellido Maradona inscrito quedó como testimonio de la especial relación. Fernández dice que se las guarda a los hijos que hoy viven a varios kilómetros de distancia: uno en España y el otro en Santa Fe.
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