Calibrando el 7
El rugby reducido surge como una opción de competitividad para Chile: la envergadura cuenta menos que en el XV y aumenta el valor de algunas destrezas técnicas. Así, el Mundial es un paso en un largo camino.
El desarrollo del rugby chileno tiene en el seven su mayor opción de trascender, en un camino que requiere tiempo, planificación y recursos, independientemente de la clasificación de la Selección al Mundial de San Francisco (20 al 22 de julio) lograda el domingo último.
Es la segunda vez que Los Cóndores participan en una cita planetaria (de siete posibles). En la anterior, Mar del Plata 2001, las selecciones incluían también jugadores de rugby XV. Así, los chilenos pudieron medirse con los neozelandeses Jonah Lomu, Rodney So'oialo o Mils Muliaina, entre otros nombres resaltantes de la variante tradicional. Hoy, la mayoría de las potencias tienen procesos separados y es muy poco común que un rugbista pase la frontera, salvo en el caso de los fiyianos, quienes ganaron la medalla de oro en Río de Janeiro 2016 con un plantel que incluía a hombres como Leone Nakarawa o Josua Tuisova, estrellas en el rugby francés.
Edmundo Olfos, el seleccionador nacional de seven (quien jugó, además, el Mundial 2001), explica que "por supuesto que es complicado competir cuando no eres profesional, porque detrás de esto hay mucho esfuerzo sin compensación".
Olfos apunta al biotipo como un factor vital: en Chile es difícil conseguir una base de gran envergadura física, imprescindible para ser competitivo en rugby XV, pero hay mucho talento en los tres cuartos. Igualmente advierte: "Lo ideal es trabajar ambas modalidades por separado, pero eso requiere recursos, profesionalismo y eso no es posible en nuestro país. También se dan casos variados: jugadores que sólo se dedican al seven; algunos que pasan a una y otra modalidad; otros que practican seven y vuelven al XV etcétera".
La habilidad en el pase, el cambio de paso y la velocidad mental y física son características esenciales en el seven, muchas de ellas asociadas a jugadores de menor tamaño (aunque los fiyianos son excepcionales y su equipo olímpico tenía 1,87 de estatura promedio). Al respecto, Olfos explica que "hay destrezas que el seven desarrolla mucho mejor y por eso es bueno que algunos jugadores lo practiquen y luego vuelvan al union".
Dalivor Franulic, director deportivo de Chile Rugby (Federación Chilena de Rugby), coincide en algunas de las apreciaciones de Olfos, pero matiza. "En Chile hay rugbistas de envergadura; tenemos algunos ejemplos de quienes han jugado o juegan en Europa (Sergio Valdés, Pablo Huete o Francisco de la Fuente, entre otros), y estamos trabajando en la tarea de captación. Para eso, sin embargo, se necesita aumentar el apoyo".
Además, Franulic explica que "el plan estratégico considera desarrollar ambas modalidades, pero el seven nos ofrece la posibilidad de mostrar al país una instancia superior de competencia".
Por eso, coinciden en que, por ejemplo, será esencial quedarse al menos con la medalla de plata en los Odesur de Cochabamba (el seven se juega del 27 al 29 de mayo), para recibir fondos públicos.
El capitán de la selección, Felipe Brangier, aporta que "han llegado nuevos dirigentes que han hecho cosas buenas, pero falta… Falta para avanzar ese peldaño y cambiar toda la estructura, ser un poquito más profesionales. Falta más apoyo. El seven ha tenido un avance notorio durante los últimos años, el seven es el que ha dado la cara por el rugby chileno y ahí se podría hacer un esfuerzo de masificación".
Franco Velarde, jugador de la rama de rugby del Barcelona, explica que "acá es imposible ser profesional y competir. Hay que motivar a la gente más joven, para que salga y se desarrolle. Chile tiene potencial para seguir creciendo".
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