Francia vuelve al olimpo del fútbol. Con justicia. Con la mezcla perfecta de juego y carácter. De la mano de una generación dorada que resurgió de un sonoro fracaso, perder la Eurocopa en casa hace dos años, para ponerse de pie y cobrarse revancha en el mayor escenario. Sin demasiado vuelo por algunos pasajes del torneo, pero con individualidades que resuelven las situaciones más incómodas, como las planteó Croacia ayer. Con jóvenes dispuestos a comerse cuanto rival se le plante enfrente. Y con un técnico que ya sabía como ganar una definición de este tipo como jugador. Un cóctel perfecto para acariciar por segunda vez en su historia el trofeo tras el 4-2 sobre el equipo balcánico.

Fue el mejor equipo del Mundial. Sin duda. Quizás sin el brillo excesivo que marcaba la presencia de tantas figuras en su plantel, pero con la capacidad para resolver todos los problemas que se le presentaron. Como lo hizo por momentos Croacia, que disimuló el evidente cansacio acarreado por tantos tiempos suplementarios con un coraje a prueba de todo. Y a partir de ese amor propio quiso llevarse por delante la final. Presionando arriba con Modric como bandera. Acorraló al seleccionado galo a pura intensidad y deseo de comerse la final.

Francia, que tiene como gran virtud acomodarse rápidamente a las circunstancias, asumió que no había que arriesgar demasiado. Posicionó a Pogba y Kanté cerca de los centrales para no permitir segundos balones en los innumerables centros que llegaban de los costados en el arranque. Y, por supuesto, aguardar alguna pelota parada que les diera respiro en campo rival y encontrar, como a lo largo de todos los últimos partidos, una solución goleadora.

Si algo tuvo de positivo Francia en las fases decisivas del Mundial, entre muchas otras facetas, fue la capacidad de encontrar oro en cada balón detenido. Lo saben Uruguay y Bélgica. Y por más advertencia que recibió Croacia, el premio llegó de nuevo con este argumento. Un centro de Griezmann, tras una falta que no fue y cobró Pitana, encontró la cabeza de Mandzukic, quien para mala fortuna la metió en su propio arco. Sin aún pisar el área de Subasic, el cuadro galo abría la cuenta y ponía contra las cuerdas a Croacia.

Para cualquier equipo, un golpe de estas características suponía una situación más que desalentadora. Sobre todo, tomando en cuenta el desgaste que arrastraba el equipo. Pero Croacia no conoce de límites. Ni de cansancio físico ni mental. Siguió de pie, al punto de encontrar la igualdad a pura guapeza, con esa bandera de la personalidad futbolística personificada en Perisic. El extremo del Inter de Milán sacó un zurdazo cruzado en medio de muchos defensores galos para batir a Lloris.

La final volvía a fojas cero. Con Croacia dejando la vida. Y Francia agazapado, aguardando la aparición de alguna individualidad. O de la bendita pelota parada. Justamente, tras un tiro de esquina de Griezmann, otra vez él, Perisic desvió el balón con la mano. Pitana se hizo el desentendido en un comienzo, pero el VAR determinaría la sanción desde los 12 pasos. El propio jugador del Atlético de Madrid transformaría la pena en gol. Otra vez en ventaja el cuadro de Deschamps. Ahora sí, para nunca más mirar hacia atrás.

Porque más allá de que Croacia siguió luchando, en el segundo tiempo sí apareció todo el poderío galo. Con Griezmann como líder y con Pogba y Mbappé como sus dos más fieles escuderos, Ambos, con una capacidad de resolución brillante, estiraron la ventaja de Francia. Y ahí sí que se terminó al final. Ni todo el amor propio de Croacia sería capaz de arrebatarles el trofeo a los franceses, más allá del horror de Lloris que aprovechó Mandzukic para acortar la distancia y de paso sacarle al ariete el mal sabor de boca por el autogol.

Si tenía alguna deuda Francia, la pagó con creces en esta Copa del Mundo. La herida de la Eurocopa perdida hace dos años cicatrizó de la mejor manera. Con un grupo de chicos que no solo conquistaron el Mundo en Rusia. Parecen apuntados a ser los dueños del mundo por mucho tiempo. El fútbol casi siempre es justo. Y esta vez lo fue. Premió al mejor. Sin duda.