Era cosa de tiempo para que se concretara. Nadie preveía que el desenlace de esta historia fuese así, inmerso en un ambiente de crisis social y cesión a las barras bravas que imposibilitó la reanudación del fútbol. Pero lo concreto es que Universidad Católica es el legítimo campeón del torneo de Primera División, dentro de una campaña con números notables pero que tuvo un final con sinsabores, porque la bajada de cortina fue en la sede de la ANFP y no en San Carlos de Apoquindo, la casa de los estudiantiles, que se llenó cada vez que jugaron de local, en un idilio intenso entre la fanaticada y el plantel.
Un ejemplo de esto fue el domingo 6 de octubre, la última vez en la fortaleza, una goleada de 5-0 sobre Cobresal que acercó mucho la copa, tanto así que las proyecciones indicaban que la posibilidad del festejo era contra Colo Colo, el final ideal para una campaña de ensueño. La contingencia quiso otra cosa y ese partido al final nunca se dio.
Ayer, en Quilín, el gesto de reconocimiento para el campeón fue un aplauso para el timonel de Cruzados, Juan Tagle, de parte de los otros presidentes de clubes. "Quedo con una sensación de alegría un poco amarga. El título estaba al alcance de la mano en cancha. En la historia queda esta estrella legitimada, pero me hubiese gustado de otra forma", comentó Tagle.
La forma no es la que más agrada a los fanáticos, pero finalmente el elenco franjeado obtuvo su estrella número 14 en la máxima categoría, el segundo bicampeonato de la historia (luego del exitoso 2016 de la mano de Mario Salas), el primero en torneos largos. Por cierto, es la cuarta corona de liga en los últimos cuatro años, reflejo nítido del éxito de la institución, luego de un tránsito de repetidas decepciones.
"El hecho de la coordinación y el trabajo permanence en el tiempo hace que Católica sea el equipo que trabaja más sólido, que antes de hacer cualquier cosa lo piensa muy bien. Sigue una planificación de hace años y nos tiene en los primeros lugares. Eso no lo hacen solo los planteles, también la gente que nos viene a apoyar. El estadio está vendido todos los partidos, entonces eso es un trabajo conjunto, de años, y que hace efecto en estos momentos", relata para La Tercera Mario Lepe, uno de los símbolos máximos de la tienda estudiantil.
Del pragmatismo de Beñat San José a la intensidad de Gustavo Quinteros. Con una base similar, la UC encontró una vuelta en su estilo bajo la batuta del técnico argentino-boliviano, que en poco tiempo impuso una idea de juego atractiva, que conllevó el éxito en dos certámenes, ya que primero obtuvieron la Supercopa en Viña del Mar, goleando a Palestino.
Con una labor metódica, sin una billetera poderosa, la UC construyó una base futbolística que le permitió despegarse del resto. Un arquero notable como Dituro (la valla menos batida del torneo), un mediocampo con oficio y talento (Fuentes-Aued-Pinares) y un ataque con gol y vértigo (la dupla Fuenzalida-Puch fue clave) marcó la campaña. La UC fue el elenco más goleador del certamen, con 44 tantos, y la mejor defensa, permitiendo solo 14 conquistas. Fue el club con más triunfos, 16, y tuvo a José Pedro Fuenzalida, el capitán, como su artillero, con 10 aciertos, a cuatro del argentino Lucas Passerini.
La deuda cruzada fue a nivel continental, tanto en la Libertadores como en la Sudamericana. Ese es el gran objetivo de cara a 2020 para el bicampeón, el mejor equipo de Chile en la actualidad.