Cuatro décadas del fútbol chileno, del 50 al 80, estuvieron representadas por cuatro dinamiteros zurdos, de pie pequeño (calzaban 37-39): Leonel Sánchez, Osvaldo Castro, Juan Carlos Orellana y Jorge Aravena.
Entre las conquistas inolvidables de Leonel por la U figura el gol a Colo Colo en la definición 1959; por Chile, a la Araña Negra Lev Yashin en Arica 1962 y a Ecuador en Lima, por los pasajes a Inglaterra 1966.
El Pata Bendita Castro, acaso el que más fuerte le pegaba a la pelota, después de Unión La Calera y Deportes Concepción, hizo una carrera triunfal en el fútbol azteca.
Del Mortero Aravena, artillero en España, Colombia y México, basta señalar el bautizado Gol Imposible que le convirtió a Uruguay en 1985.
A Orellana, el Zurdo de Barrancas, siempre le preguntan por los dos tantos de Colo Colo a Universidad de Chile en la liguilla de 1977: "A los cinco minutos hubo una falta cerca del círculo central, Daniel Díaz o el Yeyo Inostroza iba a jugar el balón y le dije que se esperara. Pateé desde 45 metros hacia el arco sur, entre empeine y tres dedos, buscando que la pelota no se elevara al principio, que después subiera y bajara. Hugo Carballo voló hacia su derecha, pero no pudo atajarla por la violencia del disparo. El segundo gol a Carballo esa noche es el que más me llena por la técnica con que empalmé de primera el balón. Fue una cortada de la Fiera Ramos, llegué detrás de Johnny Ashwell y le pegué de sobrepique, al segundo palo del arco norte, dio en el poste izquierdo y entró. Empatamos 2-2. Quien me sacó un remate parecido en el mismo arco, pero al otro palo fue Mario Osbén, de Unión Española. Por algo le decían Gato y con mano cambiada la desvió en el ángulo superior".
Hay otros goles de Orellana desde lejos que los hinchas no olvidan. Uno al brasileño Rafael Grillo, de Everton, en el arco norte del Estadio Nacional: "Esa tarde había barro, le pegué desde 40 metros y en el aire la pelota cambió de dirección. Por O'Higgins, le hice uno parecido a Daniel Montilla, de Deportes Concepción, en el estadio El Teniente, de Rancagua".
Orellana tomaba mucha carrera y los adversarios empezaron a ponerle un jugador para que lo estorbara: "Tuve que aprender a pegarle sin correr tanto y lograr que la pelota no perdiera la parábola. Y perfeccioné hacer que el balón picara antes de llegar al arquero. Así lo hice en un gol que siempre menciona Roberto Rojas. Por O'Higgins le ganamos 4-3 a Colo Colo en el estadio Santa Laura y anoté desde 30 metros en el arco sur, la pelota le picó antes al Cóndor. Los goles valen por la circunstancia, por la jerarquía del rival y el escenario. Con Luis Ibarra en la Selección Nacional tuve más continuidad. En el estadio Maracaná enfrentamos al Brasil de Zico, Sócrates, Falcao, Junior y Toninho Cerezo, perdimos 3-2 y los dos goles los convertí yo. El primero de penal y el segundo, pase de Juan Soto, y en el rebote le di de derecha para derrotar a Leao. También le marqué a Uruguay en el Centenario. En el Estadio Nacional empatamos 2-2 con Argentina. En el primer tiro libre apliqué una receta que me había enseñado el Checho Navarro: apuntarle a la barrera para atemorizar a los rivales. Le fracturé dos costillas a Ricardo Giusti… En el segundo, apunté a un ángulo en el primer palo del arco norte y batí al Pato Fillol, considerado uno de los mejores arqueros del mundo".
Sánchez, Castro, Orellana y Aravena pateaban las pelotas pesadas, de cuero, que absorbían lluvia y barro. Con los balones actuales, más livianos y absolutamente esféricos, habrían duplicado su producción.