El capitán se borró. Así de simple. Así de doloroso. En el comienzo de una nueva etapa de la selección, Claudio Bravo decidió no participar dando como argumento el incumplimiento de cierto acuerdo que tenía que ver con su trabajo y preparación. Da a entender que había hablado con Reinaldo Rueda algo que la ANFP tenía que realizar para dar cumplimiento a esa petición. Al no suceder, ha decidido realizar un viaje programado con su familia.

El hecho de que un jugador no quiera ser parte de la Selección o desestime estar en algunos partidos es absolutamente legítimo. Nadie puede estar obligado en un lugar si no lo desea, aunque sea la Selección y eso nos provoque tristeza. Es derecho de cualquiera decidir si quiere pertenecer a algo. Y también si quiere privilegiar estar junto a su grupo familiar. Pero esto es distinto.

Claudio Bravo, por cierto el capitán de este grupo, había reafirmado su intención y, tal como él mismo dice en su cuenta de Twitter, "encantado se comprometía" en este nuevo proceso. Entonces, que dé un paso al costado es inquietante, enojoso, criticable. A La Roja se va o no. No se ponen condiciones. Por más que se haya ganado tanto.

Al contrario, mientras más grande, más obligaciones, se es mas ejemplo. No hay certeza de cúal fue el compromiso adoptado que no se cumplió, sin embargo las informaciones apuntan a que Bravo habría querido integrar al trabajo de la selección a Julio Rodríguez, su formador y, por cierto, un muy buen profesional. Pero no me parece que sea función de un jugador elegir a parte del cuerpo técnico y menos que eso sea una exigencia.

Las razones de esta salida preocupan por la forma y también por el fondo. Desde hace un tiempo surgen señales que preocupan de este maravilloso grupo de jugadores. Nos han regalado dos Copas America y tal vez los mejores años de la Selección, pero eso no los pone en condición de intocables y menos por encima de la selección chilena. Por eso, no está bien que Bravo sienta que le faltan el respeto si no recibió un llamado para cumplirle con la condición exigida.

Claudio Bravo es dueño de todo mi agradecimiento y admiración, pero aquí se equivoca. El capitán de la selección chilena merece reconocimiento pero no privilegios. Su condición de histórico lo obliga a ser el primero en seguir marcando un rumbo, más allá de los rendimientos deportivos.

La selección chilena necesita más que rendimientos deportivos. Bravo debe entenderlo.