De no haber deslizado ayer su nombre Hernán Caputto en su gira de despedida por los medios casi ni nos habríamos acordado de que estaba allí, que llegó al trono de la U hace tres meses. Pero en su retahíla de excusas y descargos, el despedido entrenador vino a culpar al timonel de los malos resultados del equipo y el pueblo reparó de nuevo en su figura. No entró tampoco en detalles el empleado saliente. Así que como coartada quedó sonora, pero también sorprendente, para mirarla con cierta distancia pese a lo tentador de señalar a la dirigencia. No había habido muchas noticias de la actuación presidencial, más allá de votar al dictado por el nuevo mando de la ANFP y de vivir el suspenso del fallido cambio de propiedad azul. En realidad, la destitución del técnico fue su primera medida pública. Y de ahí quizás el desahogo.
Dijo Caputto también que le habría gustado concluir el proyecto, que los trabajos están para terminarlos y que su evaluación merecía recibirla al final del torneo. Paradójica afirmación de quien abandonó la Baby Roja a mitad de camino, a las puertas del Mundial juvenil, tentado por la U para hacerse cargo de sus categorías inferiores; cometido del que a su vez se desmarcó solo ocho semanas después para tomar el mando del primer equipo. Ese que deja hoy tras dirigirlo 14 meses, al final de la primera vuelta de su segundo ejercicio. No está claro por tanto quién ha hecho más por irse antes de tiempo de los lugares.
Y se sorprende el ex arquero de que lo saquen del puesto cuando el equipo está en la quinta posición, a diez puntos y dos partidos más de Universidad Católica. Un reproche resultadista que discuten hinchas más ambiciosos sobre las obligaciones clasificatorias de la U. Y que discrepa incluso con los méritos del propio DT cuando logró su continuidad en el cargo pese a acabar el torneo pasado, interrumpido por el estallido, en posición de descenso. Aritméticamente peor de como lo tomó. No bajó finalmente porque la secretaría estableció que no se cayera nadie de Primera. Y presume Caputto en cambio de haber clasificado a la final de Copa (pero no dice que porque no se presentó Unión, su adversario), y de llegar a la Libertadores (porque Colo Colo, que le ganó esa final, ya tenía la plaza agarrada), para durar allí diez minutos. Y concluye que le habría gustado ganar un clásico, como si se tratara simplemente de un deseo incumplido y no parte esencial de su prontuario. Ni a este Colo Colo históricamente enfermo fue capaz de ganarle.
Pero Caputto no es víctima tanto de sus malos resultados como de las sensaciones, que fueron peores. La ausencia de público en las gradas ha impedido percibir con nitidez la posición de una hinchada a la que es muy fácil descifrar por el oído, así que eso quedará en el misterio. Pero las redes (que son un termómetro embustero, claro), quemaban de indignación cada vez que jugaba la U. Por atacar poco y por defender mucho, pero mal. También por armar un equipo descompensado y por mantener en el once a quien ya no está para quedarse. Es verdad que también amagó con rejuvenecer el equipo, y que eso le costó contenciosos con pesos pesados como Matías Rodríguez, al que quitó la capitanía, y Osvaldo. Así que finalmente sobrevivió lo que aguantó dándole de comer Montillo y dieron de sí los goles de Larrivey.
Como sea, Caputto ya es pasado, no pasará a la historia como la peor experiencia de la banca azul, pero tampoco dejó a muchos contentos. Y la cuestión ahora es encontrar de una vez un sucesor. Parece que ya está muy encauzado Dudamel, aunque han sido tantos los bandazos y las pasos atrás que conviene aguardar con cautela hasta la firma. Un técnico sin demasiado currículum como entrenador de club, pero muy llamativo como gestor de selecciones. Sus equipos han jugado muy bien y desde la desventaja, y ha sabido sacarse de la manga talento juvenil. De carácter fuerte hacia la jefatura y también hacia los subordinados. Un buen nombre por el que apostar, una moneda convincente a partir de la que comprobar si de verdad la culpa o la solución de los males azules estaba en la banca. Un lugar que lleva tiempo sin dar con la tecla. Y pensar que estuvo tan cerca, en el despacho de arriba, Ronald Fuentes, el preparador que hoy la rompe en el fútbol chileno con Unión.