Carlos Chandía: “Me hace bien salir a recorrer, a reconocer; esa es la palabra”

Carlos Chandía

El exárbitro internacional y actual alcalde de Coihueco relata la recuperación que ha tenido después del accidente automovilístico que le pudo costar la vida, en julio de 2021. Dice que no lo recuerda. También aborda la crisis del referato chileno y marca distancia con Javier Castrilli, quien fue el jefe de los jueces nacionales y salió en medio de un complot.



Carlos Chandía (57 años) está, literalmente, reencontrándose con la vida. Ha pasado casi un año del accidente automovilístico que protagonizó en el sector La Palma, en la ruta que une Chillán con su natal Coihueco, la comuna de la que es alcalde, y ya está plenamente integrado a sus funciones como edil. Sin embargo, el proceso no ha sido fácil. “De repente tengo mis horas buenas y malas, pero es parte de la recuperación y la reinserción. Créame que cuando estoy en la oficina me siento mejor, porque sé lo que tengo que hacer, firmar los decretos, revisar lo que tengo que hacer. Siempre estoy ocupado y aprovecho de saludar a la gente, de reconocerla. Hay mucha gente de la que me he olvidado, pero según los médicos es normal. Estoy en eso”. Reconocer es un verbo que aparecerá varias veces más en el diálogo que el exjuez FIFA sostuvo con El Deportivo.

¿En que cambió Carlos Chandía?

No soy una mala persona, por lo que no veo que tenga que replantearme algo en la vida. Quizás este momento me enseñó a dedicarle más tiempo a mi familia, a no andar siempre a la carrera, apurado, tratando de cumplir en todos lados. Andaba muy acelerado en todos lados y esto fue un ‘parelé’, una señal muy fuerte. Eso puedo sacar en conclusión, como enseñanza.

¿Ese día andaba muy apurado?

Lo extraño es que en un camino rural habitado nunca ando a alta velocidad. Lo que me cuentan, porque no me acuerdo de nada, es que se estaban reparando los caminos en la ruta N-49, que une Chillán y Coihueco, y que hay una parte del asfalto que estaba superpuesto. Dicen que ese día, porque no me acuerdo nada, pude haber saltado donde se une el pavimento. Y que había hielo. Si había escarcha, no fui capaz de frenar el vehículo. Pero, le insisto, nunca conduzco rápido y menos en zonas pobladas.

¿Se replanteó la vida después del accidente?

Hasta por ahí nomás. Yo puedo tener toda la voluntad de hacerlo, de llegar temprano a mi casa, de estar más tiempo con mi familia, pero hay cosas que se van de las manos. Uno no puede sacar un vecino de la oficina porque quiera irse para la casa. Eso sí, estoy tratando de ser prudente en las horas de atención. Hoy atiendo lo urgente, lo necesario y después voy viendo qué más alcanzo a hacer. Ahora mismo salí a recorrer caminos rurales, con el director de obras, viendo qué vamos a hacer. Eso me hace bien también, salir a recorrer, a reconocer. Esa es la palabra. Hay sectores que no recuerdo donde están instalados y eso me angustia. Entonces, esto me permite conectarme con la gente, con los lugares.

La crisis referil

¿Cómo ha vivido la crisis en el arbitraje?

Evidentemente me preocupa. Estuve muchos años en el mundo del arbitraje y afecta. Puedo tener mucha admiración y respeto, pero no sé cómo llegó Javier Castrilli a Chile. Capaz que haya llegado cuando estuve grogui, planchado. No sé lo que ocurrió con los arbitrajes, tampoco. Es un tema de análisis profundo. No quiero nombrar a ninguno de los instructores que hubo, pero no sé cómo, habiendo gente preparada, no están trabajando en el fútbol. Por eso digo que me gustaría saber cómo llegó. Y cómo se llegó al problema entre la federación, Castrilli, los que se fueron.

¿Qué sintió cuando los árbitros se amotinaron para sacarlo? ¿Le extrañó?

No sé a quién le dieron poder los árbitros. Nosotros nunca nos juntamos para empoderar a alguien ni menos para sacar a alguien de la Comisión. O dirigíamos bien o nos castigaban. O no entrenábamos y no dirigíamos. Esas eran las reglas, conocidas. Pero nunca hicimos algo así. A nadie se le habría ocurrido.

¿Es esta crisis la más grave del arbitraje chileno?

No sé si es la más grave o no. Me llama la atención que no tengamos dirigentes capaces de organizarse y encontrar al mejor tipo, al más idóneo para ponerse enfrente de los árbitros.

¿Usted aceptaría?

A mí me encanta el arbitraje, pero así como estoy es muy difícil. Vi mucho reportaje de fútbol, pero de ahí a tomar las riendas del arbitraje hay harta diferencia. Hay que estar muy preparado para enfrentar eso y más con nuestra idiosincrasia. De igual forma, le insisto, esperaría que alguien me diga por qué Castrilli no está trabajando en Argentina, en otro país. Es una incógnita.

¿No lo hizo bien Castrilli?

Yo creo que no. Esa es mi opinión. A lo mejor tenía muy buenas intenciones, pero si alguien me dice que lo hizo bien, que apechugue. Y es lamentable por nuestro fútbol y nuestros árbitros.

¿Qué hubiese esperado de su gestión?

Que se hubiese dedicado a conocer más a los árbitros, que se hubiera sacudido del estigma del sheriff, que hubiese sido más humano con la gente, que conociera más.

Él llegó con la idea de imponer mano dura, de limpiar el arbitraje. Es lo que ha dicho.

Pero, le insisto, si no estuvo trabajando en otro lugar era porque no tenía esa capacidad de dialogar. Si la tenía, quizás las cosas hubieran sido distintas.

¿Qué le falta al árbitro chileno?

Vivir más el fútbol, más el arbitraje, sentirlo. Eso es lo que tienen que hacer. Vivir el arbitraje de buena manera. Respirar arbitraje.

Explíqueme el concepto.

Significa ver mucho partido, a muchos árbitros, muchos estilos. Buenos y malos. Porque de los malos también se pueden sacar experiencias.

¿Les falta carácter a los árbitros chilenos?

Evidentemente. Si en una cancha puedes sonreír y puedes ponerte mañoso. Eso es lo que los profesores esperaban de uno. El arbitraje tiene matices. Los jugadores lloran, ríen, exageran. A eso me refiero. Eso hay que verlo. Hay que estar permanentemente preparándose, viendo fútbol de otros lados del mundo. Los árbitros nuestros son un poco cómodos, porque sienten que dirigen un partido y están listos. Tienen que repasar los partidos 10 o 20 veces. Revisar el error que cometieron y volverlo a revisar. Es la forma de aprender.

¿Dejaron de ser valientes al tomar decisiones?

Sí. Es verdad. Hay mucha decisión que hoy se toma dependiendo de la intervención del VAR, de lo que les digan por la oreja. A mí no me gustaba la idea del VAR, pero está ahí, hay que ocupar la herramienta. Antes era distinto. Había que tomar decisiones. Son tiempos diferentes.

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