Hablar del nadador brasileño Cesar Cielo (33 años) es hablar de un oro y dos bronces olímpicos, de once títulos mundiales y, quizás lo más importante, es hablar del poseedor de dos récords mundiales vigentes hace ya once años: nadie ha nadado más rápido que él los 50 y 100 metros libres. Su carrera, sin embargo, estuvo a punto de interrumpirse abruptamente, luego de que en 2011 diera positivo por un diurético prohibido.
Su caso solo fue sancionado con una advertencia de la federación local, debido a que se consideró un acto de infortunio por consumir un alimento contaminado. Pese a que la misma Federación Internacional de Natación apeló en el TAS por un castigo más ejemplar, finalmente se mantuvo la amonestación verbal y Cielo siguió nadando. Su historia suena parecida a la de Nicolás Jarry, quien también alegó que utilizó unas vitaminas contaminadas. El chileno, sin embargo, debe cumplir castigo hasta noviembre. “En ningún momento fui imprudente o negligente o fui incompetente. No uso ningún tipo de medicamento o suplemento sin asegurarme de la seguridad de su utilización”, expuso en su momento el brasileño, quien desde su encierro en Santa Catarina, a causa del Covid-19, atiende a La Tercera.
¿Qué ha sido lo más difícil de estar encerrado?
Mantener la rutina. Como tenemos mucha libertad durante todo el día, es difícil mantener los horarios de sueño, de comida, de almuerzo y cena. Cuando volvamos a los entrenamientos normales, esa va a ser una de las dificultades que tendremos. Porque ahora está todo muy tranquilo, no hay un entrenador, solamente tenemos que cumplir lo que nos propusieron.
¿Cuál es la rutina que cumple un deportista profesional?
Hago ejercicios dinámicos en mi casa, mucho de trabajo funcional. Tengo una máquina de remo, hago mucho, unos 80 ó 90 kilómetros por semana. Y dos o tres veces por semana intento ir a la piscina de la ciudad, que está cerrada, pero voy solo y entreno un poco.
Tiene 33 años, ¿le afecta más parar que a otros deportistas?
Hoy tengo mucha más disciplina que cuando tenía 22 ó 23 años. Y así como al ser un poco más viejo lo puede hacer físicamente un poco más difícil, también es más simple mentalmente.
¿El retiro está cerca?
Sí, está muy cerca. Todavía no he decidido cuándo haré la retirada oficial, pero es algo que tengo muy pensado.
¿Después de Tokio 2021?
Aún no tengo idea de cuándo.
¿Por qué Chile no tiene nadadores destacados? ¿Es el biotipo?
Es algo mucho mayor y más complejo que hablar solamente de biotipo. Podríamos hablar de políticas deportivas, de las inversiones que se han hecho en Chile, directamente a la natación y su base, para que las personas tengan contacto con la piscina y oportunidad de entrenar. Es algo mucho mayor que solo el biotipo, que es un punto muy específico. Yo pienso que si hay inversión, si hay interés de la población, sí habrá una manera de crear un gran campeón. Tenemos como ejemplo en Sudamérica a Anthony Nesty, de Surinam, que fue campeón olímpico de los 100 mariposa (Seúl 88), y es un país que no tiene cultura de natación. Todos los países tienen una dificultad, pero para mí, en Sudamérica, es algo mucho más de políticas deportivas.
¿Compitió en Chile alguna vez?
En Santiago dos veces. Para los Juegos Sudamericanos 2014 y el Sudamericano Juvenil, 2002 o 2003.
¿Por qué Sudamérica no tiene más nadadores como usted?
Pondré como ejemplo a Brasil, donde culturalmente hablando todos piensan que aquí no hay una infraestructura como en Estados Unidos, pero la realidad es que tenemos muchas piscinas, pero, o son privadas, o nadie las puede usar, solo los socios del club. No son abiertas para que alguien las use. Y si la piscina es pública está en terribles condiciones. La parte principal, en Sudamérica, es la gestión. No tenemos administración ni responsabilidad pública para tener la oportunidad de tener otros nadadores campeones olímpicos. Estamos muy dependientes de familias que tienen una condición social más buena.
¿Brasil no es la excepción?
No. Tenemos más territorio, más población, y una costa muy grande. Tenemos la ventaja de que todos tienen una noción muy básica de natación por sobrevivencia, para poder pasar las vacaciones en la playa, para divertirse en el verano en las piscinas por el calor. Pero es eso, porque para mí, la gestión deportiva de la natación aquí en Brasil es terrible. Es una vergüenza. Tuvimos muchos nadadores que destacaron mundialmente, pero para mí fue suerte. No consigo explicar por qué tuvimos tantos nadadores. Para mí fue suerte, familias responsables que incentivaban el deporte. Mi instituto hace más que la Confederación Nacional de Natación.
¿La mejor carrera de su vida?
Me gustan muchas, pero me gusta recordar la carrera de los 50 libres en Barcelona 2013, porque fue una superación muy grande de la cirugía que tuve en las dos rodillas. Todo el proceso, todo lo que tuve que hacer para ser tres veces campeón del mundo en 50 libres.
¿La medalla que más valora?
La medalla más importante de mi carrera es la medalla de bronce de Beijing 2008, en los 100 libres, porque fue la primera, fue la que me dio confianza para creer que era posible. Para mí es más importante que la medalla de oro, que es más simbólica, emblemática.
¿Cómo es el hecho de ser el mejor del mundo en dos distancias?
Siempre entrené para los 100 libres, no entrenaba para los 50, porque pensábamos que así podíamos mantener la velocidad y tener éxito en dos pruebas, no solo en una. Solo ocurrió. Fue mucha dedicación, mucho sacrificio. De vivir en Estados Unidos, muy lejos de mi familia. Me quedo muy feliz con todo lo que hice.
¿La mente juega?
Las dificultades son parecidas para todos. Yo tengo los mismos conflictos mentales que cuando tenía 12 ó 13 años y en la final olímpica. Los pensamientos negativos, los miedos, las inseguridades. Pero siempre creí que lo más efectivo es construir un ambiente de un campeón todos los días, no solo en la final olímpica. No es solamente tener un objetivo ambicioso o querer mucho, porque los ocho que están en esa final quieren ganar la medalla de oro. El campeón fue campeón por muchos meses, muchos años. Siempre tuve eso presente en mi cabeza: el verdadero campeón olímpico se construyó por muchos años. Ganar, en mi cabeza, era una tarea diaria. Yo tenía que ganar todo el tiempo: cuando iba a comer y quería una pizza o una hamburguesa, tenía que decir ‘no, tengo que comer algo saludable’. Pequeñas actitudes como esa, que parecen muy pequeñas. Pero haciéndolas siempre, todos los días. Como cuando quieres ver una película en Netflix, pero sabes que tienes que dormir porque hay que entrenar. Eso construye la mente de un campeón: teniendo pequeñas actitudes en todos los momentos, no solo en la final olímpica.
¿Disfruta de sus éxitos?
Esa fue una de las cosas que no hice muy bien. No disfruté de mi carrera, de mis títulos. Fue algo que para mí podría haber sido hecho mucho mejor. En estos últimos años no me he divertido tanto en la piscina, no tuve momentos de disfrutar. De parar, pensar, sentir un poco de satisfacción, de orgullo interno. Pensaba que era una máquina, que tenía que entrenar, entrenar y entrenar, hacer lo máximo que podía para usar todo el tiempo disponible. Hay que disfrutar de todo, tener momentos de relajamiento, de tranquilidad, con la familia, los amigos y poder aprovechar un poco los momentos de conquistas y éxitos.
¿Cuáles son los costos de todo el éxito deportivo?
Se pierde una vida normal completamente. Ser un deportista de alto rendimiento es algo que cambia todo. Lo que es normal para nosotros no lo es para el resto de la sociedad. Nosotros tenemos ideas muy diferentes, actitudes muy diferentes. La dedicación, la disciplina, que es muy extrema. Cambia todo. Es una parte difícil, porque ahora, trabajando fuera de la piscina, puedo decir que tengo la expectativa de hacer todo con mucha excelencia, pero no se puede.
¿Pensó en renunciar en algún momento?
Sí, lo pensé mucho. Pensé mucho en retirarme, en tirar mi carrera, muchas veces. Pero no es algo constante, que se quede en mi cabeza por mucho tiempo, porque sé que no voy a conseguir hacer nada en relación a lo que pasó. Pero sí hay muchas cosas que me gustaría haber hecho de una manera diferente para buscar resultados diferentes. Pero al mismo tiempo crecí mucho con esas oportunidades. Hay que sacar lo positivo de lo que hacemos.
¿Cuál fue el mejor contra el que compitió?
Los mayores adversarios que tuve fueron los franceses. Alain Bernard, Frederick Busquets, Florent Manadau, Fabian Gillot, los de mi generación, de 2008 a 2014. Y creo que Busquets fue el más difícil, el más peligroso de todos. Nadaba muy bien, tenía una técnica excepcional, increíble. Cuando tenía que nadar contra él sacaba el máximo de mí. Yo buscaba y pensaba en todo lo que podía haber dentro de mi cuerpo y mi cabeza.
¿Aparecerá otro como Phelps?
Pienso que sí. La imagen de un nadador muy destacado como Phelps, o como Mark Spitz, provoca mucha dependencia de lo que pueda pasar con nuestro deporte. En los próximos años vamos a tener los relevos mixtos, más pruebas de distancia, entonces hay nadadores que podrán ganar más medallas porque habrá más eventos. Yo fui muy importante para mi generación de velocistas, pero Phelps es el mayor nadador de todos los tiempos hasta ahora y el mayor de nuestra generación con toda certeza.
¿Por qué la natación se salva más que otros deportes del dopaje?
Porque hay un trabajo importante en la natación. Es un deporte más controlado, que tiene mucha información y muchos institutos que están haciendo su trabajo de replicar la información. Es un trabajo más conjunto con la Federación Internacional y la Agencia de Dopaje. Somos felices de que es un deporte limpio.