Esta semana, Rodrigo Barrera cumplió 51 años. Mientras se recupera de Covid-19, recibió varios saludos. Eso sí, extrañó uno: el de Universidad Católica, el club que lo formó y del que se transformó en goleador histórico, con 117 anotaciones. “Cero problema con ese tema. Lo tengo súper asumido. Gente de la barra y algunos chat de hinchas cruzados me saludaron. A esta edad ya me da lo mismo”, declaró a El Deportivo. Los parabienes también llegaron de algunos compañeros. Nada más.
El caso de Chamuca no es el único reflejo de la ingratitud de los clubes hacia las figuras que les dieron alegrías. Ídolos que terminaron siendo despreciados cuando pasaron los tiempos de glorias y de palmoteos en la espalda.
El olvidado Peralta
Juan Carlos Peralta fue campeón de América con Colo Colo, en 1991. Disputó 12 de los encuentros del equipo de Mirko Jozic en esa campaña, la máxima gesta de un club chileno en un torneo continental. Su actualidad, en cambio, lo encuentra lejos de la escuadra de Macul. “La hinchada sí me reconoce, pero me hubiese encantado estar en el club. Estuve trabajando en la escuela Monumental. Tuve a Julio Fierro, a Ethan Espinoza. Después pasaron algunos problemas que nunca me expliqué y me sacaron de ahí. Estaba Gualberto Jara como jefe de las inferiores. Me quedo con esa imagen de haber hecho bien el trabajo. Siempre he querido trabajar en Colo Colo. Y si no se han dado las cosas, es tema de los directivos, de la gente que está a cargo de las inferiores”, se resigna.
Ni siquiera la presencia de Daniel Morón, compañero en aquel mítico equipo, como director deportivo del club popular lo esperanza demasiado. “La ilusión siempre va a estar, pero no me voy a estar ofreciendo. Ellos saben a quien traer. Tampoco me gusta andar poniendo caras. No soy de andar en las redes Soy más calladito, más de casa. Siempre he sido así. No voy a cambiar”, sostiene.
En el camino, Peralta ha tenido que enfrentar varias dificultades. Una lesión mientras defendía al equipo de los históricos del Cacique lo llevó a realizar actividades benéficas para paliar su tratamiento y la enfermedad de su madre lo tuvo a punto de vender su galardón más preciado: la medalla que recibió como campeón de América. También fue objeto de una agresión por parte de desconocidos cuando se postulaba como concejal por Pedro Aguirre Cerda. Hoy, al menos, la presea está segura. “Los recuerdos, incluida la medalla, los tienen mis hijos. Ahora, si por salvar la vida de mi madre tengo que vender cualquier cosa, no lo voy a dudar”, enfatiza.
La caída en desgracia de Pinilla
“Fuera Beausejour, Pinilla capitán”. El lienzo, desplegado en el sector sur del Estadio Nacional, ahorraba mayores comentarios respecto de la consideración de los hinchas de Universidad de Chile acerca del goleador. A Beausejour, por cierto, no le perdonaban su procedencia desde Colo Colo, pero esa es materia de otro análisis. Lo concreto es que, por esos días, Pinilla era un intocable. Tres meses después, el idilio se rompía. Y, probablemente, para siempre. Mientras el equipo que dirigía Frank Kudelka se preparaba para enfrentar a Deportes Antofagasta, el atacante abandonó la concentración y se alistaba para vincularse a Colón de Santa Fe, de Argentina, un movimiento que la hinchada estudiantil jamás le perdonó. Para peor, Pinigol nunca llegó a vestir la camiseta de los sabaleros y terminó enfrentado en los tribunales con el que había sido el club de su vida.
Ciertamente, el anhelo del delantero de terminar su carrera con los colores de los que decía estar enamorado tampoco pudo cumplirse. Pese a la amenaza de los transandinos de bloquear su llegada, Coquimbo Unido fue el último club que disfrutó de su juego. Ahora, es un flamante comentarista televisivo.
La traición de Yáñez
Patricio Yáñez fue el protagonista de uno de los fichajes más controvertidos de la década de los 90. En el primer año de ese período, el delantero volvió desde España para jugar por Universidad de Chile para defender a la U. Su condición de ídolo del fútbol nacional y las campañas que había cumplido en el fútbol ibérico ilusionaron a los fanáticos estudiantiles. Sin embargo, las expectativas estuvieron lejos de cumplirse. Entre las lesiones y la irregularidad, el atacante estuvo lejos del nivel que esperaban los laicos. Aún así, la mayoría daba por descontado que continuaría en la temporada siguiente, casi a modo de enmendar la imagen que había dejado.
Yáñez, en cambio, eligió el camino opuesto. En una operación relámpago, recibió y aceptó la propuesta del Cacique, por expresa petición de Mirko Jozic. Ni el intento del hincha azul Patricio Navarro, quien llegó hasta la sede de Cienfuegos 41 dispuesto a igualar la propuesta alba con tal de frenar el traspaso, bastó para que siguiera siendo azul. Yáñez se transformó en albo, ganó la Copa Libertadores y, en el intertanto, lo único que recibió de los fanáticos que antes le profesaban admiración fueron insultos y amenazas. La U no recordó más que alguna vez la había defendido. “No, no hubo traición, para nada. Yo he tratado de contarlo, lo que pasa es que ha pasado tanto el tiempo que no lo reciben. Porque en el fondo quedó instalado así. Quedó como que yo me había ido de la U y no como que los dirigentes de la U en ese momento tomaron la decisión de desvincularme”, aclaró en 2016 a eldeportivo.
La condena de Pedro Reyes
Pedro Reyes festejó cuatro títulos de Primera División y dos de la Copa Chile con la camiseta de Colo Colo. En todas esas conquistas, el antofagastino fue pieza clave. En el Monumental realizó otras hazañas, como jugar de arquero en un partido ante Flamengo, por la Supercopa. Con esos antecedentes y un carisma que lo hacía cercano, no tardó en ganarse un lugar privilegiado en el corazón de los hinchas del Cacique, quienes, en una muestra de su adoración, llegaron a ubicarlo en un emblemático lienzo, junto a las figuras más queridas de la institución alba.
En 2002, el amor se quebró y para siempre. Reyes retornó al fútbol chileno después de su paso por el Auxerre, de Francia. Eligió a Universidad de Chile para continuar su carrera, en una determinación que en Macul interpretaron como una abierta traición. Hubo cánticos contra el jugador y su retrato en el lienzo histórico sufrió un duro vejamen. Primero fue pintado con un $ y luego, definitivamente, desapareció. Aunque volvió a Macul como parte del cuerpo técnico de José Luis Sierra, su relación con los hinchas no volvió a ser la misma.
El pirata papayero
Felipe Flores Quijada era un jugador de culto para los hinchas de Deportes La Serena. Goleador histórico de los papayeros, por los que anotó más de 100 conquistas, en 2007 se pasó, sin escalas al enemigo: Coquimbo Unido. Si ya ese paso lo bloqueó en la memoria de los hinchas papayeros, el siguiente lo sacaría para siempre del sitial en que lo tenían: les anotó un doblete a los granates. “Me siento orgulloso de haber jugado en los dos clubes”, declaró en mayo del año pasado al sitio oficial de la ANFP. “Antes, era normal jugar por los dos equipos”, añadió.
Sin embargo, el paso estuvo lejos de ser tranquilo. “En las inferiores de La Serena, te recalcaban lo que significaba el clásico. Cuando subí al primer equipo, disfrutaba jugar este duelo. En Coquimbo Unido estaba en otro momento de mi carrera y fue más complejo, porque me preocupaba saber qué consecuencias me iba a generar si anotaba un gol, dada las reacciones por parte de las hinchadas”, reconoció respecto de las complicaciones que, desde el día en que decidió cambiar de bando, tuvo que disponerse a vivir.