Chelsea le dio un paseo a Real Madrid. El cuadro británico pasó por arriba a Real Madrid en ambas semifinales y ayer no hizo más que terminar la faena con un mezquino 2-0, en Londres, que lo pone en la final del 29 de mayo, en Estambul, ante Manchester City. La que será la tercera final en la historia del torneo entre cuadros de la Premier League.
Y es que para mala suerte de los blancos, el equipo británico nunca renunció a la intensidad. Agazapados, esperaban el error de la parchada última línea del cuadro hispano, que vio el regreso de Sergio Ramos después de más de un mes y medio.
Todo se hacía cuesta arriba para los dirigidos de Zinedine Zidane, apurados por el reloj y por el dominio del cuadro de Thomas Tuchel, que copó el mediocampo y atosigó constantemente la salida merengue. La idea era clara: cortar los circuitos y soltar al veloz Timo Werner, un peligro latente.
Sin embargo, la primera clara fue de Karim Benzema, el que más estuvo a la altura frente al desafío de alcanzar la final. A los 26 minutos, un remate del francés provocó una tapada notable del meta de Chelsea, Edouard Mendy, quien mandó la pelota al córner con la punta de los dedos.
Pero tal como en Madrid, fueron los azules los que se pusieron en ventaja, a los 28 minutos. N’Golo Kante inició la jugada en el medio y alargó para Kai Havertz, quien mandó el balón al travesaño. En el rebote, Werner dejó impávidos a los zagueros blancos y cabeceó sólo en la línea de gol.
Si bien el tanto fue una mala noticia para el cuadro hispano, la misión seguía siendo la misma: hacer un gol. Sin embargo, el volumen ofensivo era escaso, Chelsea bloqueaba de manera notable los espacios y todo quedaba en manos de las individualidades.
Así se explica el cabezazo preciso de Benzema, la única vez que ganó la espalda de los centrales, que obligó a otra gran intervención del meta Mendy, a diez del entretiempo.
Dominio inglés
Y aunque se esperaba una reacción del Madrid, hasta es momento parecía hasta milagrosa. Porque en el segundo tiempo siguió la tendencia, el balón pasaba muy poco en los pies de los españoles y el volumen de juego del local se hacía incontrarrestable.
Un palo de Havertz, a los 48 minutos, fue el primer aviso. Más tarde Thiago Silva elevó un cabezazo y, en la jugada siguiente, Mason Mount elevó de manera increíble cuando enfrentó a Thibaut Courtois, a los 54′.
Era el corolario de lo que ocurría en Stamford Bridge, un Madrid completamente sobrepasado por su rival, con un juego más directo y rápido ante la escasa resistencia de los hombres de Zizou.
El dominio de los de Tuchel se hacía insostenible y si no fuera por el coraje de Courtois, Havertz lo hubiera sentenciado a los 59 minutos, pero se encontró con el enorme achique del arquero belga.
A los 66 minutos se volvió a salvar el equipo que más copas tiene. Esta vez fue Federico Valverde el que evitó el gol de Kanté, cuando el meta Courtois también había llegado a la cita.
En los 20 finales, el cuadro londinense siguió con el desperdicio, porque fácilmente pudo haber cerrado con una goleada. En ese momento, Real Madrid ya estaba hundido, carente de ideas, contenido de manera notable por su rival sin espacio siquiera para la desesperación.
A cinco del final, Mount puso más lógica en el marcador, tras una gran jugada de Christian Pulisic, el norteamericano que sólo salió entrado el segundo tiempo para volver locos marcadores del visitante.
Chelsea ganó con autoridad, más en el trámite que en el mezquino marcador. Ahora va por la tercera final de su bitácora, esta vez ante el Manchester City de Guardiola, la segunda de la historia entre cuadros ingleses, que verifica de alguna manera el dominio de la Premier League en la temporada 2020-’21.