La principal conclusión que deja la segunda gira de la Selección por Europa es que más allá de los intérpretes, la idea de Reinaldo Rueda es siempre ser protagonista. Algo que ya había sido esbozado en marzo, cuando estuvieron casi todos los habituales titulares de los mejores años de la Roja ante Suecia y Dinamarca, pero que había que reafirmarlo ahora, con varios actores principiantes en esta clase de compromisos. Y la verdad es que dejando de lado los resultados, una situación secundaria en cualquier proceso de reconstrucción, Chile comienza a mostrar el sello del técnico colombiano. Con algunos ripios, como ocurre en el inicio de cualquier proceso, pero dejando en claro que siempre estará la intención de adueñarse del balón y por ende del control del partido. La primera piedra quedó puesta en el camarín, aunque ahora habrá que ir puliendo la obra.
Es cierto que ante Polonia a ratos el equipo lo pasó mal. Sobre todo luego de la apertura de la cuenta de Lewandowski, que se origina producto de una mala salida de Chile, donde una mala entrega de Maripán y un mal control de Reyes, le permitieron al delantero de Bayern Munich recibir frente al área y fusilar a Arias. Hasta ese momento, Chile hacía un partido correcto, posicionado en campo rival, aunque con problemas para encontrar el pase de cara al gol. Quizás si ésta sea una de las falencias en este arranque de Rueda. A los delanteros, ante defensas cerradas, no se los abastece con la abundancia ni con la precisión necesaria. Tanto volumen de ataque se diluye en innumerables centros, la mayoría casi por compromiso, con los intérpretes despachándolos a ojos cerrados y con la cabeza gacha. Y los laterales, más defensores que atacantes, sufren demasiado cuando deben cruzar la mitad de cancha con el balón dominado.
La apertura de la cuenta del ídolo local provocó que apareciera la peor cara de la Selección en esta gira. El equipo comenzó a presionar mal, llegando siempre tarde a la marca y mostrando enormes problemas en el retroceso hacia su arco. Justamente, un pelotazo cruzado a las espaldas de Díaz, quien defensivamente tuvo un bajo partido, le permitió a Polonia encontrar el segundo gol del partido, con Zielinski rematando debajo del arco un centro desde la izquierda.
Parecía que se venía la noche para Chile. El público local se preparaba para una fiesta. Pero Rueda entendió que debía actuar rápido para que el equipo no se derrumbara. No le tembló la mano para meter a Albornoz por un tímido Sebastián Vegas antes de que terminara el primer tiempo y cambió la posición de los extremos, Fernandes y Sagal, que habían arrancado con el perfil cambiado. Justamente un centro de este último desde la izquierda, donde se siente más cómodo, le permitió a Valdés conectar de cabeza en el corazón del área.
La Roja regresaba al partido en el momento oportuno. Chile volvió a partir del descuento a adueñarse del control del balón y empezó a meter al local en su área. Aunque a los delanteros no les quedaba ningún balón cómodo para definir, se instaló la sensación de que iba a caer el empate. Y éste llegó de la forma menos esperada, a través de un zapatazo de Albornoz desde fuera del área, tras una doble insistencia.
La igualdad provocó que se firmara la tregua. Polonia, a poco más de una semana de su debut en el Mundial sacó a sus principales figuras. Chile no quiso arriesgar más de la cuenta y aquello se vio reflejado en los numerosos cambios que introdujo Rueda, que le cortaron el ritmo al partido. La gira ya había dejado las conclusiones necesarias para el técnico. El empate era un buen final para este capítulo.