Un Chile sin pausa
La Roja debe definir su organización para llegar al gol. Por nombres, el colombiano eligió a priori la verticalidad por sobre la elaboración.
No deja de llamar la atención que Chile tenga en su equipo titular a cinco sobrevivientes de Sudáfrica 2010. Y que a todos ellos se les sumen además tres futbolistas que protagonizaron la cita planetaria de Brasil. Ocho jugadores de larga trayectoria, con carreras en las principales ligas del mundo su desgaste.
La renovación en la Roja no llegó todavía, más allá de que entre los suplentes asomen nombres que jamás disputaron un torneo oficial con la Selección. A partir de ahí nace una pregunta lógica: qué equipo asomará en Brasil. ¿Quedarán resabios de la época dorada que supieron construir y potenciar Bielsa y Sampaoli o será un retrato más parecido a la última etapa con Pizzi, que no clasificó al Mundial?.
Lo único claro es que hasta el momento, la Roja no tiene el sello histórico de Rueda. Ni por funcionamiento ni por intérpretes. Y en esa búsqueda, el técnico pareció jugarse por una opción más vertical que elaborada del juego. La renuncia al enganche clásico y al mediocentro más organizativo que musculoso son dos señales inequívocas. Desde el momento en que en la lista no aparecen nombres como Marcelo Díaz, Jorge Valdivia y Luis Jiménez, y sí en cambio Esteban Pavez, Erick Pulgar y Diego Valdés, Rueda apostó por un fútbol de menor elaboración y de mayor lucha. Curiosamente, entre los seis mediocampistas que llevó el entrenador a Brasil, no hay ningún jugador cerebral, con pase entre líneas ni menos que sea capaz de dominar el partido desde la posesión del balón.
Lo que se apareció con Haití, en el amistoso jugado en La Serena, fue una señal clara de lo que busca Rueda con estos jugadores. Chile se siente más cómodo atacando con espacios que con un rival bien escalonado cerca de su propia área. La virtud tan elogiada por el mundo, como era la de romper cualquier defensa a partir de la movilidad del balón y las apariciones sorpresivas de volantes y laterales, hoy prácticamente desapareció. Sin intérpretes para crear superioridad numérica desde el juego de posición, el colombiano cambió el libreto, privilegiando la velocidad para atacar el espacio.
La fórmula de un delantero centro y dos extremos confirman esto. En ese sentido, el intentar sorprender con movimientos explosivos apenas se recupera el balón, obligará a los volantes y delanteros a un enorme despliegue, tanto para ir a buscar las espaldas de los laterales como también para el repliegue defensivo, para que siempre los externos superen la línea del balón.
¿La intensidad de siempre o bajar un cambio para no perder protagonismo en los últimos minutos? Ante México y Estados Unidos, en los amistosos de marzo, la Roja salió a jugar en campo rival, ahogando muchas veces la salida a la altura de los zagueros centrales, pero corriendo enormes riesgos cuando esa presión no surtía efecto. Y es ese detalle que Rueda no ha podido corregir tampoco. El hecho de correr tantas veces hacia su propio arco termina agotando a Isla, Medel y Beausejour, que no tienen la capacidad a esta altura de sus carreras para hacer 30 piques por partido.
"No somos los mismo de hace 10 años", espetó Vidal antes de abandonar Chile. "No son los mismos jugadores que hace 8 ó 10 años", reconoció el propio Rueda. Lo cierto es que más allá del inexorablemente paso del tiempo, la Roja sigue empeñada en llegar rápido al arco rival, a una sola velocidad. Sin pausa. Es la carta que se juega el colombiano. La Copa América determinará si fue la correcta o si a este equipo hay que encontrarle una nueva forma de juego.
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