Aunque aún faltan algunos meses para que arranque el que se jugará este año en Qatar, al que Chile se aferra por la vía administrativa, y en 2026 Estados Unidos, Canadá y México deberán organizar el siguiente, la carrera por recibir el Mundial de 2030 ya está en pleno desarrollo. Los principales interesados en organizarlo ya muestran sus primeras cartas. España y Portugal enarbolan las banderas europeas. Al otro lado del Atlántico, Uruguay simboliza una postulación conjunta en la que también participan Argentina, Paraguay y Chile. El martes, de hecho, la postulación sudamericana presentó formalmente la candidatura, aunque aún queda tiempo para ingresarla ante la FIFA, que será la que tome la decisión. A la cita, encabezada por el presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, asistieron los representantes de las federaciones, entre ellos Pablo Milad, el timonel de la chilena, y representantes de los gobiernos que avalan la intención. Recibir el Mundial del Centenario se transforma, para el subcontinente, en un asunto de estado.

En la ceremonia hay optimismo y alegría. Lo que más se refuerza es el derecho adquirido de la región en el sentido de festejar el hito en el lugar en que todo nació. De hecho, el acto se realiza en el mítico estadio de Montevideo que sirvió como escenografía para el primer evento global, en 2030. Existe, también, el compromiso de trabajar intensamente, primero para conseguir la asignación de la sede y, luego, para realizar un evento a la altura. Es en este último punto donde se instalan las dudas: si bien cada Mundial reporta millonarios beneficios a los países que los organizan, también es cierto que su organización implica una fuerte inyección de recursos. Hay que presentar estadios que cumplan con altos estándares de exigencia y, en lo general, acondicionar toda la infraestructura con ese mismo criterio de medición. A simple vista, un desafío titánico para economías que luchan por emerger, pero que cada cierto tiempo deben soportar fuertes embates.

Opinión clave

Michael Boys fue uno de los invitados a la ceremonia que se realizó en Uruguay. Su presencia no es casual. El periodista chileno ha ocupado altos cargos en la FIFA, precisamente en lo relativo a la organización de mundiales. Hoy es coordinador general de eventos de la organización que rige al fútbol mundial, además de director en LOC Consulting Ltda y coordinador en el Centro de Estudios del Deporte, CIES. A modo de ejemplo, en la subsede de San Petersburgo, en Rusia 2018, y había desempeñado el mismo rol en Brasil 2014. También había asistido a eventos anteriores lo que le permite tener una óptica amplia de fortalezas, debilidades y, principalmente, de los requisitos que hay que cumplir para convencer a la entidad que preside Gianni Infantino. De hecho, ha realizado asesorías a la candidatura que se acaba de exponer.

Ese conocimiento lo lleva a una postura mesurada, pero optimista. “Los requerimientos no se conocen. Es difícil hablar de si nos falta poco o mucho. El proceso no se ha iniciado aún. Lo único es que el consorcio declaró la intención de organizar el Mundial”, establece, en el inicio de su diálogo con El Deportivo.

La Copa del Mundo, el trofeo que Sudamérica sueña con poner en juego en sus tierras en 2030.

La idea se repetirá en varias oportunidades. Boys sostiene que no se justifica un eventual pesimismo si ni siquiera están claras las exigencias. “No teniendo los requerimientos de la FIFA expuestos, todo lo que diga es pura especulación. Lo segundo, estos grandes eventos están tendiendo hacia la sostenibilidad. La cima de esto va a ser Qatar. Va a venir después una curva de racionalización de los requerimientos. Un ejemplo es que cuatro países organicen una Copa. O los juegos de 2032, que se desarrollarán en Brisbane. Todo apunta a organizar eventos sostenibles, que garanticen un impacto positivo. Todo eso hay que ponerlo en la ecuación”, enfatiza.

Flexibilidad

Boys insiste en que no es momento de inhibirse. “No sabemos los requerimientos. No sabemos qué va a pedir, cuál será el formato. Hay muchos elementos”, estima. Y aclara que la decisión tampoco está relacionada con la posible tolerancia en las exigencia que establezca el ente rector del fútbol mundial. “No tiene que ver con la tolerancia, sino con los requerimientos que lleguen. Difícilmente se puede decir que no hay opción, cuando Brasil lo hizo, Sudáfrica lo hizo o Qatar lo hará y cada uno tiene realidades distintas, fortalezas distintas”, expone.

En ese contexto, pone sobre la mesa un concepto que parece clave. “Hay una flexibilidad del producto. Va a crecer a 48 equipos lo que, seguramente, demandará nuevos requerimientos. Hay elementos inciertos. No tiene sentido decir que podemos o no. El camino vale tanto como la meta. Es como correr un maratón y revisarse antes. Eso ya es un avance. Concentrémonos en para qué estamos haciendo esto y cómo podemos progresar”, convoca.

En el mismo sentido, refuerza dos elementos que resultan trascendentes. “El segundo es que cuando postulas es cumpliendo cierta cantidad de requisitos y con una propuesta de valor multidimensional. La recaudación es no es el único factor. El de 2026 tiene uno muy evidente, por ejemplo, que es el desarrollo y la expansión del fútbol en Norteamérica”, plantea.

Los otros son los que ya se han revelado incluso en la antesala de la presentación. “En Qatar hay un estadio que se desmonta íntegramente, que es parte de la propuesta de valor; dos que reducen fuertemente su aforo, que tienen estructuras temporales, y hay uno que se transforma en centro cultural. No se van a quedar con 10 elefantes blancos. Y más atrás, no todos eran nuevos. El Maracaná fue muy bien reformado. En Sudáfrica se jugó en Ellis Park, que tampoco era nuevo. El foco no es solo la construcción de infraestructura. Hay muchas dimensiones, flexibilidad”, manifiesta.

Su última reflexión es una conclusión. “Lo que digo es por qué cancelar el sueño antes de empezar a caminar. ¿Por qué negarse la ilusión cuando la FIFA no está diciendo firme ahora? Ese proceso se va a iniciar. ¿Por qué anular el sueño cuando se puede desarrollar una propuesta de valor amparada por un lugar en que se ha desarrollado la historia, donde la invitación puede ser ‘venga a vivir donde el fútbol se vive con una pasión única’?. ¿Por qué negar esa ilusión?”, se pregunta.

Sigue en El Deportivo