Marcelo Ríos (43) y Gastón Gaudio (40) fueron, en su día, dos de los más grandes exponentes del tenis sudamericano en tierra batida. El primero llegó a ser -sobran los detalles- número 1 del circuito ATP cuando agonizaban los años 90. El segundo llegó a tocar el cielo de París a comienzos del presente siglo, en 2004, proclamándose campeón de Roland Garros en el templo mundial por excelencia del polvo de ladrillo. El primero era zurdo y chileno. El segundo diestro y argentino. Pero, ante todo, los dos eran amigos. Grandes amigos. Y a juzgar por lo visto estos días en Madrid, su sociedad (la del afable capitán del equipo argentino de la Davis, y el ayudante técnico de Massú, el "loco lindo" chileno, como suelen nombrar al oriundo de Vitacura en Argentina) sigue intacta.
El primer encuentro entre ambos en tierras españolas se produjo ayer, sobre el court central de la Caja Mágica, en el momento en que el equipo argentino de Copa Davis se disponía a entregar la pista de entrenamiento a su homólogo chileno. Gaudio se encontraba sentado en una silla, conversando con su pupilo Guido Pella; y Ríos ingresaba al recinto para dirigir, ante la ausencia obligada de Massú, la práctica de sus discípulos. El encuentro duró apenas unos minutos, pero fue intenso. Tanto como lo eran, seguramente, la mayoría de sus reuniones de antaño, dentro y sobre todo fuera de la cancha, cuando ambos comenzaron a forjar su amistad siendo todavía jugadores en activo. Dos activos tenistas en activo.
Unos encuentros, los de aquellos vibrantes años, que el hoy capitán del equipo argentino se encargó de desclasificar en su momento con todo lujo de detalles: "Todas las noches que salís con el Chino la pasás… O sea, en un punto te gusta, porque estás siempre al límite, pero él no tiene límites", explicaba el pasado año Gaudio, en un programa de radio transandino. "Una vez salimos en Suiza a bailar. Habíamos perdido, era ya casi de los últimos torneos del año, en Basel. Yo jugaba tipo 7, pierdo aproximadamente en ocho minutos, 6-1 y 6-2, vuelvo al hotel, entro al lobby y veo al Chino en las mesas del bar -ya eran como las 10 de la noche- vestido de tenis, como había terminado a las 3 de la tarde, que había perdido también. Lo veo con short, con el bolso de las raquetas y en la mesa había 17 cervezas. Yo llego y lo veo al Chino y le digo: '¿Pero me estás jodiendo? No subiste ni a cambiarte'. Y él me dice: 'Hoy se sale, Gato'". Una frase mítica, la de Marcelo Ríos, que forma parte desde entonces del imaginario popular del tenis sudamericano. Y que ayer, en Madrid, volvieron a desenterrar con su encuentro ambos tenistas.
En 2011, en un programa de la cadena ESPN, el Gato confesó que aborrecía jugar ante el chileno. "Alguien con quien odiaba jugar era el Chino Ríos. Sentía que me sobrepasaba en el talento", explicó el transandino, quien perdió en las cinco ocasiones en que lo enfrentó, sin siquiera ganarle un set. Por eso, no era de extrañar que admitiera su frustración. "No podía entrar a la cancha. Me hacía sentir un tarado dentro de la cancha, me paseaba".
El Chino no lo dudó ni un instante. Divisó al Gato al otro de la cancha y se dirigió hacia él, abalanzándose literalmente sobre el regazo del transandino, que correspondió al gesto con un abrazo afectuoso. La complicidad entre ambos ex jugadores era evidente. Tanto, que el bueno de Pella terminó por abandonar el recinto para no entorpecer la animosa conversación entre los técnicos.
Hoy, luego de la práctica matutina que el cuadro nacional compartió con el equipo británico, y que contó con un partido de entrenamiento de un set entre Christian Garin y Andy Murray (saldado, por cierto, con triunfo del jugador chileno por 7-5); Gastón Gaudio y Marcelo Ríos volvieron a encontrarse en los pasillos de la Caja Mágica, evidenciando una vez más la extraordinaria sintonía que existe entre ambos.
Una sintonía que mañana, sobre la pista central del estadio Manolo Santana, el Gato y el Chino deberán dejar de lado, al menos por un momento, para guiar a sus respectivos equipos hacia la conquista de la serie en el clásico sudamericano por excelencia de la Copa Davis 2019. Esta vez, solo podrá celebrar uno.