El ciclismo respira con un bronce inesperado

Felipe Peñaloza

Tras la convulsa semana que vivió por la acusación de posesión de testosterona, Felipe Peñaloza se mete en el tercer lugar del Ómnium. El domingo va por la Madison, su prueba fundamental.



Llegó presionado. Desde la acusación en su contra por transportar testosterona y clonazepam (esta última presente en un documento emitido por la policía colombiana), Felipe Peñaloza dice que no puede dormir con tranquilidad. Que le dio depresión. Pero ayer, todo eso se le olvidó, lo dejó en la almohada y lo cambió por una actitud positiva. Tan positiva que, desde que comenzó a disputar el Ómnium en Lima 2019, siempre estuvo en entre los tres mejores de la clasificación.

Así lo hizo desde el inicio. En el scratch, la primera prueba, el discípulo de Rafael Aravena comenzó a demostrar que la preparación realizada en Medellín durante casi un mes, el último afinamiento antes del desafío panamericano, valió la pena. Allí terminó segundo. Fue el impulso que necesitaba.

Siempre estuvo entre los mejores. Luego, en el tempo race, comenzó a vivir la disputa por el podio con el favorito de la prueba, el estadounidense Daniel Holloway, a quien ya había enfrentado en la Copa del Mundo de Chile, diciembre de 2017. Por ello es que en la eliminación, la tercera prueba del Ómnium, dejó la piel sobre el velódromo de la Videna y se quedó como líder virtual de la jornada.

Fue especialmente emotiva su última presentación, pues el talquino no dio tregua en su lucha contra el norteamericano, peleando en un sprint infernal que dejó boquiabiertos a todos y envió el desenlace para la carrera por los puntos.

Y allí, las 100 vueltas que que le esperaban fueron su última palabra. Se le vio tranquilo. Antes de correr, recibió las expresas instrucciones de su compañero en la Madison, el veterano antonio Cabrera, para luego echarse a rodar con rabia. Una, dos, tres... A medida que fueron pasando las vueltas, se fue haciendo cada vez más fuerte. Y ya para el décimo giro estaba otra vez instalado entre los primeros.

No había tiempo para pensar ni para treguas. Con el bigote que acostumbra a dejarse cada vez que compite, Peñaloza se hizo fuerte y corrió fuerte. Incluso sonreía, disfrutaba de la carrera. Necesitaba sacarse de encima la convulsa semana para tener una alegría.

A cada vuelta que avanzaba la pelea se hacía más compleja. Holloway lideró siempre, pero el chileno nunca lo soltó, pues sabía que detrás de él encontraría el camino al podio. Y así fue. En la última vuelta, nuevamente un giro infartante. Su rostro, que pocas veces muestra expresiones, ahora se notaba en éxtasis puro. Sabía que estaba apenas a dos vueltas de 250 metros de una gloria planificada en la intimidad, pero en la que pocos creían.

A celebrar

Así, finalmente se quedó con el bronce, un respiro necesario ante el asfixiante escenario del ciclismo nacional. Terminó de competir y se fue directo a celebrar con los suyos, ese núcleo íntimo que ha creado junto a su entrenador y el resto de los miembros del equipo.

No quiso hablar. No con La Tercera. Antonio Cabrera, como un matón, decidió que el protagonista de la noche no iba a dar declaraciones, opacando la gloria por la que tanto se esforzó en este, su jueves de bronce. Y aún queda más. El domingo viene la Madison, la prueba en la que ambos sueñan con la gloria panamericana.

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