En las manos de Claudio Bravo residía buena parte de las opciones de Chile de rescatar algo en Quito. Se sabía de antemano que la disposición de la Roja sería cautelosa y que, en función de las dificultades que siempre propone la altitud, los locales iban a contar con espacios para asediar al capitán de la Roja.

También era predecible el argumento que más iba a utilizar la escuadra de Gustavo Alfaro: en la capital ecuatoriana, a 2.850 metros sobre el nivel del mar el balón se transforma en un peligroso enemigo para los guardametas, sobre todo cuando los envíos provienen desde distancia. Dicen los goleros que han jugado en esa ciudad, que el implemento suele describir trayectorias impensadas producto de escasa resistencia que el aire ofrece en el lugar. Por esas y más razones, la actuación del golero del Betis bien vale un reconocimiento.

El captián de la Roja, experimentado en estas lides, abrió el duelo guiando permanentemente a la última línea. De hecho,en un pasaje de la primera etapa, se le vio instruyendo enérgicamente a Gary Medel, quien terminó asintiendo y acatando las consideraciones que le planteaba el golero. Lo mismo pasó con sus compañeros, a quienes les gritó constantemente.

Sin embargo, lo más decisivo de Bravo en el campo de juego se produjo cuando los ecuatorianos comenzaron a disparar en contra de su pórtico. Tampoco se trató de un asedio permanente y sostenido, pero esa misma condición aumenta el mérito de la actuación del arquero formado en Colo Colo, quien mostró prestancia cada vez que fue exigido.

En ambos tiempos

En la primera etapa, a Bravo lo exigieron en dos ocasiones al límite. En la primera, sobre los 14′, quizás se produjo su atajada más relevante. Un cabezazo de Moisés Caicedo, ante un envío de Junior Sornoza, quien en la segunda etapa terminaría expulsado, obligó al golero chileno a exhibir todas sus cualidades físicas y técnicas para despejear el balón.

No sería la única vez que intervendría con éxito durante la etapa inicial. Al filo de la media hora, el ex meta del Barcelona volvería a demostrar su valía: con una de sus piernas evitó que Pervis Estupiñán abriera el marcador.

Esas contenciones le brindaron cierta tranquilidad a la zaga chilena, que paulatinamente fue adaptándose a las particulares condiciones de la sede del compromiso.

Pero quedaba más. Un tiempo completo para que el local siguiera buscando ratificar el favoritismo que ha adquirido sobre todo en la última parte de la historia del enfrentamiento. Y ahí, en el complemento, cuando Ecuador nuevamente se fue en busca del arco nacional en busca de la apertura del marcador, otra vez aparecieron las manos de Bravo para transformarse en un obstáculo insalvable. Dos acciones en el inicio de la segunda fracción volvieron a dar cuenta de la importanciade Bravo: en los 47′, se recostó sobre la izquierda para contener un complejo remate de Caicedo y, tres minutos después, otra vez le contuvo un disparo al volante del K Beerschot VA, de la primera categoría del fútbol belga.

Un par de centros aéreos resueltos con oficio completaron la acción del portero chileno, quien respondió acertadamente, como en todo el encuentro.

Finalmente, Chile salió vivo de un escenario que se ha transformado permanentemente en hostil. Quizás no le sirva de mucho, considerando la situación en que está la Roja en la tabla de posiciones. Sin embargo, si en algo vale, la igualdad premia la actuación de Bravo, quien puso las manos al fuego cada vez que se requirió.

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