Claudio Bravo se toma una pausa. Acaba de terminar el almuerzo en Juan Pinto Durán y el guardameta se conecta para participar en una charla con estudiantes de la Universidad Santo Tomás. En la conversación, procura dejar de lado al futbolista. O, al menos, intenta separarlo lo más que puede. Le interesa reflejar sus experiencias personales. Desde las que contribuyeron para transformarlo en el mejor arquero de la historia chilena hasta las que le sirven para ser un buen jefe de familia.
“El del viernes es un partido sumamente importante de cara a las pretensiones de meter a Chile otra vez en el Mundial”, dice, someramente, respecto del duelo ante Perú. Más adelante hablará del cambio que el coronavirus ha forzado en la convivencia de la Roja. “El tiempo es muy acotado para poder trabajar, para hacer las cosas de forma normal. El camarín también es un poco distinto, porque estamos en piezas separadas, la única vez que estamos juntos es al comer. No se genera esa convivencia. Pero hay que adaptarse. Se torna un ambiente diferente. Hay muchos compañeros que no han podido llegar antes. Al final, hay que tratar de solucionar esos problemas, de llegar de la mejor forma al partido. Y ser conscientes de la oportunidad que hay de llevar a Chile a otro Mundial”, agrega.
Bravo recomienda prudencia en la convivencia con el virus. “Tenemos que ser conscientes de lo que estamos viviendo. Vengo de España, donde se vive el rebrote, que es mucho más duro que en el inicio. Va a ser largo. En Chile hay mucho mas relajo. Lo que te deja es el sentimiento de valoración de las cosas. Es lo que más he sentido. Valorarnos nosotros mismos, lo que tenemos, a las personas que queremos. Hay gente que no se ha podido despedir de sus papás. La pandemia te ha matado toda esa cercanía. El plano personal es el más valioso”, plantea.
La Selección forma parte esencial del relato. “Es un sueño de niño jugar por la Selección. Siempre quise llegar a lo máximo. Siempre aspiré a dar lo mejor, que pudiéramos obtener un logro. La generación era de un pensamiento similar. Gente con carácter, competitiva. Era lo que queríamos. Yo quería jugar, era un sueño, pero mi mayor logro era obtener algo con Chile. No es por menospreciar otras generaciones, pero a mí no me gustaba que se recordaran terceros puestos, sino que se pudiera decir que somos campeones de algo. Si ves los jugadores que han participado de esta generación, los clubes en que han estado, te lleva a pensar que es posible. Yo decía ‘si nosotros somos también los mejores, por qué no podemos aspirar a grandes cosa’. Cuando lograr unir estas personalidades, los caracteres logras los objetivos”, sostiene.
En el juego de comprar emociones, antepone la Copa América Centenario a la que se consiguió un año antes en Chile. “Yo disfruté mucho las dos copas, pero me quedó un sabor de boca más positivo con la última. Me tocó subirme a última hora porque había tenido un problema familiar, con una de mis hijas. El fútbol te da sorpresas, premia el trabajo. Lógicamente para el hincha es más importante la primera, porque rompe esa sensación de que nunca habíamos ganado nada. Le marca el camino a las nuevas generaciones de que con trabajo, con esfuerzo, se pueden conseguir cosas”, explica.
De ese torneo, recuerda las dificultades en la antesala. “En una jugada como el cabezazo de Agüero se me pasan muchas cosas por la cabeza, como que no iba a ir a ese torneo. En el primer partido había sido un desastre. Mi cabeza estaba fuera del estadio y era fácil darse cuenta. Estaba parado. Me comí muchas críticas, muchas encuestas. Gracias a eso, me olvidé, me centré y me toca atajar ese balón, pero mi mayor recuerdo es cuando termina la tanda de penales. Me sacaba algo de encima. Me había preparado de forma bestial”, repasa.
También revela una especial anécdota con Cristiano Ronaldo, en la Copa Confederaciones de 2017. “No sé si es fortuna. Los penales son algo muy mental. Tiene mucho de preparación, de estrategia. Ese día de la definición con Portugal, vamos al sorteo con Cristiano, que gana el sorteo y elige lado. En el segundo, me vuelve a ganar e inician ellos. Pasan tres segundo y pide terminar. Yo entiendo que él quiere llevarse los créditos. “Ok”, dije por dentro. Me toca aleonar a los míos y darles la sensación de hacer mi trabajo y ellos los suyos. Internamente, mi idea era dejarlo sin patear. Y se dio que atajé los tres y se quedaron dos de ellos sin ejecutar. Ahí fuimos a festejar, porque conseguimos meter a Chile en otra final”, detalla.
El Bravo íntimo
El oriundo de Viluco intenta anteponer sus experiencias personales por sobre las futbolísticas. Dice, por ejemplo, que lo único que le gustaría recuperar es el tiempo. Y luego repasa las dificultades que enfrentó antes de ser un futbolista destacado. "Es una historia muy larga. Ahora estoy en una posición en que me ha tocado convivir con el éxito, pero me costó mucho llegar a eso. Tuve una historia en un club de barrio, de campo, rural. Antes de llegar a Colo Colo me tocó la cancha de cemento, maicillo, escuchar el ‘no se puede’. Siempre tengo claro de donde vengo, el inicio”, enfatiza. “Si pudiera contar, estaríamos 10 horas hablando de cosas negativas. Tengo muchos recuerdos de cosas malas. De atajadas, de partidos ganados, no las tengo frescas, porque no me beneficia en absoluto. Sí de haber perdido un título por mi culpa. Sentirme señalado por todos mis compañeros, por los técnicos, por el club. Que este arquero había que echarlo, que no sirve. Y siendo adulto, hasta hoy, me toca lo mismo, pero hay que tener la capacidad mental para llevarlo”, dice, a modo de ejemplo.
También habla de la separación que hace entre su empleo y la vida personal. “Yo esto lo veo como mi trabajo, aprendí a separar bien las cosas. Los horarios para trabajar lo hago al máximo siempre, pero en mis horas de trabajo. Luego, se me olvida el futbolista, el que ganó un partido queda en el estadio. Las otras horas son para volver a la realidad. A ser el amigo, el padre, el esposo. No me llevo nunca al futbolista al hogar. Eso me mantiene con los pies en la tierra y en el éxito”, afirma.
Igualmente, se imagina como técnico, aunque también como formador. “La inquietud de ser entrenador me llama la atención. Se me ha abierto el apetito, la mente de visualizar más cosas. Es algo que siento que me llena. Pero también siento que la parte ligada a los niños es algo a lo que tengo que dedicarle tiempo. A mí me hubiese encantado que un futbolista profesional me diera una charla de este tipo. Hoy se puede acelerar ese proceso. Me gustaría dedicarle parte de mi tiempo a ayudar al crecimiento de las nuevas generaciones", dice.
Respecto del futuro después del Betis, prefiere no adelantar nada. “Ahora estoy en un lugar maravilloso, tengo 37 años. No sé si imaginé estar compitiendo a esta edad. Mi nivel de vida y de cuidados me lo ha permitido. No me quiero aventurar más allá. Voy a ir donde requieran mis servicios, más que por un color. Para mí lo primero es la parte profesional. Si eres hincha, mejor, pero lo que prima es el profesional”, recalca.
Finalmente, requerido acerca de la redacción de la nueva Constitución, propone un principio. “La Constitución y el deporte es un tema amplio. Estamos escasos de oportunidades. En Europa no existe esa desigualdad. Es lo que debemos mejorar. Yo siempre trato de generar que construyamos mejores personas, de brindar la mayor cantidad de herramientas para eso”, expone.