Hay que armarse de paciencia oriental para encontrar a Óscar Lee Chong y que disponga de un momento libre. El ex lateral de Palestino, Deportes Concepción y de la Selección va de un lado a otro, como cuando era futbolista y recorría incesantemente la banda derecha. Sus obligaciones son múltiples. En pleno centro de Pucón, el balneario que por estos días está revolucionado por la masiva presencia de turistas, emerge La Revancha del Chino Lee Chong, un variopinto restorán que partió siendo una picada en la que vendían papas fritas y que ahora ofrece una carta tan amplia que, como su última innovación, incluye, exitosamente, el sushi. Por las noches, regularmente está lleno.
El local está adornado por más de una decena de camisetas enmarcadas. Algunas las usó su propietario. Otras son producto de intercambios con colegas de la época en que jugaba. Y hay, también, otras que le han ido obsequiando clientes extranjeros agradecidos de la atención que reciben. Entre los comensales, de vez en cuando, aparecen excompañeros como Mario Salas o el actual volante de Everton Jaime Carreño, sobrino regalón de Lee Chong.
Hay, eso sí, una que no está en la muestra. Es la que el excarrilero de origen oriental utilizó en su única presencia en la Selección: los 59 segundos que disputó en el estadio Hernando Siles de La Paz el 12 de febrero de 1997. Curiosamente, y en voz del protagonista de esta historia, el recuerdo más valioso de su vida. "La camiseta que usé en la Selección la tiene mi hijo. Se la regalé. Para él tiene mucho valor. Fue un paso breve, pero es lo más grande que me pudo pasar en el fútbol. Si somos 20 millones los chilenos, todos queremos ponernos la camiseta de la Selección y somos pocos los que hemos tenido la fortuna, el privilegio de haberlo logrado. Aunque fueran cinco minutos, para mí fue la coronación de mi carrera. Me llamaron a los 32 años Fue lo más hermoso que viví. Fue como estar hoy con Alexis o con Vidal. Nelson Acosta me hizo cumplir un sueño", establece.
El origen del nombre que lleva el emprendimiento es traumático. "Me retiré del fútbol en 2000, Mi último club fue Rangers. Tenía un amigo acá que me invitó a hacer un negocio, pero no tengo los mejores recuerdos de eso. Primero, porque salí del fútbol cuando pude haber jugado perfectamente dos o tres años más y, segundo, porque fue un fracaso como negocio. Horrible. Era una constructura. Cuando le buscábamos el nombre a este local, uno de mis socios me lo planteó. Me pareció bien", dice.
Hoy, en cambio, las cuentas son alegres. El boom turístico que se produce en estas fechas, contribuye significativamente para que así sea. "Pucón es una de las ciudades más visitadas en el mundo. Afortunadamente, dimos en el clavo con esta aventura. Empezamos hace seis años, vendiendo en un lugar muy chiquitito papas fritas y churrascos y la verdad es que fue tan exitoso que decidimos quedarnos después de la temporada 2012 por todo el año y apareció la oportunidad de arrendar un restorán. Lo hicimos, nos fue súper bien. Manejamos un gran equipo, tenemos buenos precios, buena atención y buena comida. Sentimos el calor, fundamentalmente, de la gente que vive aquí todo el año. El verano es bondadoso para todos, pero nosotros durante el resto del año es cuando captamos mucha gente. Éste es uno de los lugares preferidos de la gente de Pucón", agrega Lee Chong.
También revela el secreto del éxito de la propuesta, en la que lo acompañan dos socios. El concepto de equipo, que Lee Chong heredó de su paso por el fútbol, resulta clave. A nadie le complica asumir diferentes roles. De hecho, el exseleccionado transita entre la atención de público y la cocina, en la que suele ponerse el delantal y el gorro y participar en la preparación de los platos. Ese talento, dice, lo heredó de su padre, chino, quien llegó en 1928 a Chile con 20 años y después de haber superado un traumático paso por Perú, que bordeó la esclavitud. "Lo sometían a jornadas interminables y un trato inhumano", dice.
Lee Chong recalca que en la cancha cumplió cada uno de los objetivos que se planteó. Tan así que ni siquiera se recrimina una decision que pudo cambiarle la vida. "En 1991 me quería Colo Colo. Pude ser campeón de América. Todavía mi círculo más íntimo me castiga por eso y yo les digo que no me arrepiento, porque ese año firmé un contrato súper ventajoso con Deportes Concepción. Ni siquiera en Colo Colo iba a ganar algo así", repasa.