Hace un par de semanas, Gustavo Quinteros celebraba. Colo Colo obtenía la trigésimo tercera estrella de su historia y el técnico coronaba un proceso había partido en circunstancias angustiantes. A Macul había llegado a salvar la categoría de los albos, pero paulatinamente fue refrescando la memoria histórica institucional y reinstalando a los albos en los primeros puestos y obteniendo títulos. El del Campeonato Nacional era algo así como la guinda de la torta. El estratega aspiraba a más: sentía que había formado la base que le permitiría dar el paso siguiente. En la última temporada, los albos habían alcanzado a dar buenas señales tanto en la Copa Libertadores como en la Sudamericana, pero fueron incapaces de extender esos buenos momentos. El técnico creía que fortaleciendo algunos puestos específicos estaría más cerca de dar pelea.
Dos meses y un poco más han pasado desde que el Cacique festejó en Coquimbo y el panorama ya no es tan halagüeño. De hecho, solo por situarlo como el último hito de una fuga escalonada, los albos están a punto de perder a su principal figura en la última temporada: Juan Martín Lucero. El delantero les comunicó tanto al técnico como a la dirigencia que no continuaría en Macul y que aceptaría la propuesta del Fortaleza, de Brasil. El mazazo es duro, considerando que el Gato aportó 24 goles y seis asistencias en la última campaña. En la postemporada, incluso, se dio maña de convertirse en figura en las victorias sobre el Betis. En sus hombros estaba buena parte de la esperanza del Cacique para 2023, pero para el jugador pudo más la tentadora opción de partir. De la idolatría, los fanáticos pasaron derechamente al odio. Quinteros, a la preocupación: ahora tiene un cupo más por llenar. Se fijó en Leandro Benegas, pero hasta ahora no hay certeza de que al ex delantero de La Calera, la U, Palestino y Curicó Unido lo puedan sacar de Independiente. Y ni aún así los hinchas están plenamente seguros de que se trate del reemplazante óptimo.
Ahora Quinteros no solo sufre por el desmembramiento. También por la lentitud en las respuestas que deben llegarle desde el directorio y la gerencia deportiva de Blanco y Negro. Son ellos los que deben proveerles de las figuras que necesita para ejecutar su plan. Y bien se sabe que al técnico no le tiemblan la mano ni la voz para manifestar descontento. Por ahora, acumula desazón.
Una defensa completa
En la zaga, el dolor de cabeza es fuerte. Se puede afirmar, incluso, que los albos vieron salir a un bloque casi completo: el segundo arquero, Omar Carabalí, el central Matías Zaldivia y los laterales Óscar Opazo y Gabriel Suazo. Los últimos tres, de amplia participación en la temporada. Para mayor abundamiento, el carrilero izquierdo añadía dos condiciones claves: era el capitán del equipo y, además, es seleccionado nacional.
Los albos ficharon a Fernando de Paul, Ramiro González y Erick Wiemberg para esa zona del campo. La comparación, subjetiva si se quiere, permite asegurar que solo en el arco sacaron una ventaja significativa, considerando la jerarquía y continuidad con que llega el ex golero de Everton y el currículo que trae, que incluye presencia y capitanía en la U. González es un jugador probado, con un exitoso paso por Unión Española y al que Quinteros quiso el año pasado, pero no pudo fichar porque no pasó los exámenes físicos. Esta vez los superó. Viene de jugar con regularidad en Talleres y Platense, los clubes que integro. De igual forma, los titulares partirán siendo Emiliano Amor y Maximiliano Falcón.
Por las bandas, la certeza no es tanta. Por la derecha, las opciones son los canteranos Jeyson Rojas y Bruno Gutiérrez. El primero participó en 12 encuentros del torneo nacional, con 618 minutos, dos más en la Copa Chile y otro en la Libertadores. El segundo, 570 minutos en 10 encuentros de la liga local, otros 230 en tres duelos de la Copa Chile, 61 en dos choques de la Libertadores y 25 más en la Sudamericana, en otros dos duelos.
El golpe que más duele
La partida de Lucero es la que más duele. Independientemente del resultado que arrojen las gestiones para, al menos, conseguir un resarcimiento económico. El Gato aportó 24 goles en la campaña, con lo que se ganó el aprecio de los hinchas, aunque su decisión de partir lo dilapidó y lo transformó en odio.
Reemplazarlo no será tarea fácil. La prueba más elocuente en ese sentido son los erráticos pasos que se dieron el Monumental entre el adiós de Esteban Paredes y la llegada del mendocino. De hecho, una de las intenciones al ejecutar la opción de compra por el pase del goleador era, precisamente, asegurar una posición clave.
No es la única pérdida. Colo Colo también dejó ir a Gabriel Costa. El peruano nunca llegó a ser un jugador indiscutido para los hinchas, pero los números avalan su importancia. En el último Campeonato Nacional aportó 10 goles en 24 partidos, dos más en la Copa Chile y uno en la Copa Sudamericana. Además, le ofrecía versatilidad de funciones a Quinteros, quien podía utilizarlo como alero o como un volante adelantado. En su reemplazo llegó Matías Moya, una de las grandes figuras de Ñublense en la última temporada.