Hay nuevo campeón. El más campeón de todos. Es Colo Colo y lo logra con justicia. Le ganó a todos los candidatos, a los rivales directos, le ganó a las polémicas, internas y externas. Le ganó a la presión. Se emociona todo el pueblo albo, se emocionan Guede, Valdés, Valdivia, Paredes y una plantilla llena de estrellas para el medio local. La alegría más grande de este proceso, que pasó por muy buenas y también por muy malas, se firmó en Concepción con el 0-3 del Cacique ante Huachipato. Fiesta total, fiesta a lo grande.
No fue fácil. Nunca lo fue para este plantel. Huachipato no salió a mirar cómo su adversario daba la vuelta olímpica. Sin ser muy claro, sin tener a Soteldo en su mejor día, sin jugarse nada más que el honor (que nunca es poco), los acereros saltaron a la cancha a complicar al puntero. Corriendo, exigiendo, apretando. Incomodando a una escuadra de Guede que no podía tomar la pelota. Valdivia, siempre rodeado de dos o tres rivales, no tenía el espacio para meter uno de sus pases asesinos. Y Valdés, el motor, desahogando, pero más por su capacidad individual que por un asunto colectivo. Estaba claro, no era llegar y llevar la copa.
La usina, eso sí, por más ganas que le pusiera, no ha sido una escuadra regular durante todo el torneo. Y ha sufrido por eso, como empezó a sufrir a partir de los 20 minutos, cuando el elenco de Macul empezó tomar el control del juego. Baeza, principalmente, y Valdés subieron su nivel, se elevaron al nivel de lo que pedía el partido. Una individual de Pajarito terminó con una volada notable de Lampe. Fue la primera clara del compromiso. Quizás la única del primer tiempo.
Por su lado, Paredes reclamaba porque no recibía balones con ventaja. Es que los blancos dominaban el juego, pero generaban escaso peligro. Muchos nervios, mucha entrega, muy poco fútbol.
El partido cambió totalmente en la segunda mitad. Independientemente de la presión que metía Unión Española con su triunfo en Santa Laura, Colo Colo ya estaba desde mucho antes volcado en busca del primer gol. Punto para Guede, que supo leer el partido y hacer el cambio correcto. Berríos ingresó por un inconsistente Figueroa y, con ripios y todo, le dio mucha más dinámica a la banda derecha del Cacique.
El duelo se desniveló, Lampe empezó a sufrir. Huerta casi comete un autogol (lo salvó el travesaño). Se lo comió Berríos, al rato después. Fallaron Rivero, Valdivia y Valdés. El gol no caía, hasta que un centro del mismo Berríos golpeó en la axila de Nicolás Baeza. El juez Bascuñán cobró penal y Pajarito Valdés hizo gritar a todos los colocolinos del país: 0-1, 74', el título estaba en el bolsillo.
Colo Colo no se conformó, siguió atacando. Se le notaban las ganas de no dejar ninguna duda. Lampe contuvo varias, hasta que Valdés dejó solo a Rivero, quien con un derechazo imparable anotó el 0-2. Listo, la estrella 32 se firmó. Orellana sólo puso la guinda en los descuentos, el tercer gol de la tarde penquista.
Guede y todo su equipo celebran. La hinchada más numerosa del país se abraza y agradece. No fue fácil, se sufrió, pero así se disfruta más. Se lo merecen los albos, los que al final fueron los más regulares, los más contundentes, los mejores del torneo de Transición. Sin medias tintas, los más campeones del fútbol chileno.