No pudo ser para Colo Colo. Un gol tempranero lo dejó tocado y una expulsión en los 40′ tras las cuerdas. Intentó en el segundo tiempo pero sin resultado, mientras en las gradas cientos de hinchas intentaron vulnerar una y otra vez la seguridad del recinto nortino. La goleada de la UC fue la estocada final de una tarde para el olvido.
Ya antes de comenzar el partido, el escenario emanaba tensión. Miles de hinchas albos llegaron al Calvo y Bascuñán para apoyar a Colo-Colo en búsqueda del milagro, pero rápidamente se olvidaron que lo importante son los jugadores y no ellos. Antes de que el arbitro pitará el inicio del encuentro ya intentaron buscar protagonismo. Uno sin sentido y ya estás alturas molesto. Minutos de retraso y jugadores pidiendo calma a las tribunas, fueron las primeras postales del día.
Y de ese dolor de cabeza, pasaron inmediatamente a otro, ahora dentro de la cancha. Minuto tres y Zaldivia detiene con la mano un balón en el área alba. La pesadilla era total. Ni siquiera hubo tiempo de plantear el partido o intimidar al rival. Colo Colo de manera infantil le daba un penal a Antofagasta y agrandaba la distancia que lo separaba de un posible partido de definición. El 0-1 fue un golpe fuerte, pero ni siquiera el más doloroso y es que en la tarde nortina, los albos se equivocaron una y otra vez. Jugadores e hinchas. Todos ayudaron que el milagro fuese imposible.
Lo más increíble fue que cuando los albos se ilusionaron con un gol que los dejaba empatados, la hinchada nuevamente mostró su peor cara. En un actuar sin sentido, casi ridículo pensando que con un 1-1 no se conseguía absolutamente nada, los fanáticos del Popular entraron en masa a la cancha celebrar el tanto de Carlo Villanueva. Lo peor de aquello es que mientras el caos se apoderaba del recortan del estadio, el arbitro informaba que el mediocampista blanco estaba offside. En esos minutos parecía que a ese grupo de asistentes, lo que menos le importaba es lo que estaba pasando en la definición del torneo.
El problema fue que los problemas no se detuvieron ahí. Lo de Colo Colo fue una seguidilla de errores en el primer tiempo. No bastaba con las invasiones, los penales y la derrota, siempre pasaba otra cosa que hacía olvidar lo que ya habían vivido. En los 40′ y ya sabiendo que Católica festejaba en Viña gracias a un autogol de Barroso, llegó otro balde de agua fría para el Cacique. Carabalí salió tarde a ganarle un balón a Figueroa y le entró al delantero local. Como dictaba la lógica y pese al llanto desconsolado del arquero, fue amonestado con la expulsión. Todo en contra. Todo lejos. En 40 minutos ya todo imposible.
Eso hizo que el segundo tiempo fuese un mero tramite. Uno donde los albos jugaron mejor, pero sin poder anotar. En parte por la poca claridad en el ataque y en otra por el pacto que firmó Ignacio González son su arco. En dos ocasiones los palos lo salvaron, ahogando un grito de gol que hubiese servido de bálsamo en una jornada difícil para el seguidor colocolino. Así el partido se despedía y la realidad golpeaba a los presentes. El título se terminó escapando, algo que hace un par de meses parecía imposible. Por eso las lágrimas de Morales al salir sustituido y de Cruz mientras veía el partido desde la banca. Este campeonato lo perdieron de manera increíble. Merecido o no, será parte del debate. Pero increíble es un palabra que no puede quedar fuera de la conversación.
En los últimos minutos todo fue desazón en la banca alba. Miradas perdidas, cargadas de lamento y rabia. En las tribunas el público se dividía entre los que viajaron por horas para alentar y los que fueron a provocar escandalo. Algunos cantaban y alentaban, otros buscaban entrar a la cancha y pelear con las fuerzas especiales. Distintas formas de vivir el mal desenlace. Una que necesitaban los jugadores y otra que debe ser erradicaba de una vez por todas.