Colombia asfixió a Argentina. Se le plantó en Brasil con un aplomo renovado, sin miedo. Con un plan urdido por Carlos Queiroz que ejecutaron a la perfección. Un 2-0 inapelable que hace mella en las esperanzas albicelentes.
Algo cambió en la actitud de Colombia. Como pocas veces, los cafeteros salieron decididos a minimizar a Argentina mediante una presión asfixiante e inusitada. Sufrió Messi el ahogo en el primer tiempo: vez que tomaba la pelota, tres jugadores rivales aparecían para rodearlo, dándole ninguna oportunidad de crear y asociarse con Di María y Lo Celso, que lo flanqueaban.
Cuadrado, empoderado en el centro gracias a la potente compañía de Uribe y Barrios, manejaba los tiempos del partido. Mantenía las líneas adelantadas, el equipo corto, presto a recuperar la pelota ante la menor pérdida. Solo así se entiende que el cuadro transandino no registrara remates al arco en el primer tiempo, que solo tuviese una jugada dentro del área, y que las opciones más peligrosas hayan sido dos córnes en los primeros diez minutos.
La renovada selección tampoco disfrutaba de grandes ocasiones; sí, de la tranquilidad que una posesión efectiva de la pelota le entregaba. Y cómo no, de alguna que otra complicación entre Armani y sus defensores, que hicieron saltar las alarmas en la banca de Scaloni.
Sin embargo, los papeles se intercambiaron en el segundo tiempo. Ingresó De Paul por Di María en el entretiempo como revulsivo y cambió el partido. Posesión máxima para la albiceleste, que ahora depositaba sus esperanzas de victoria en los ánimos renovados de la pulga.
A los 46', recién iniciado el complemento, avisó Paredes con un potente disparo que se desvió por poco. A los 59', el volante volvió a inquietar a Ospina con otro derechazo impresionante que el ex Arsenal despejó con los puños, sin complicaciones.
Colombia resintió el desequilibrio. Intentó balancear a punta de patadas y juego brusco. Un patadón de Cuadrado, que le significó amarilla y ser sustituido a los pocos minutos, armó una batahola en el centro del campo que Roberto Tobar, de buen arbitraje, no demoró en despejar.
El partido era lo que se esperaba de él. Se le indicaba como el gran encuentro de la primera fecha, y hasta el 71' lo cumplía con creces. Pero el zapatazo de Martínez tras un cambio de frente magistral de James; y la arremetida de Zapata en plena área chica tras centro de Lerma, vinieron a confirmarlo.
En el mejor momento de los dirigidos por Scaloni, cuando parecía que el 10 argentino estaba listo para sorprender como lo hace con el Barcelona, llegó el imprevisible, incansable, y crecido equipo colombiano para arruinarles los planes y recordarles que de las crisis en el fútbol no se sale tan fácil.