El fútbol unas veces te da y otras te quita, pero pocas acostumbra a hacer ambas cosas en el mismo partido. Ayer fue uno de esos días. Y si no, que se lo pregunten a Colombia, cuya mezquina propuesta inicial la tuvo fuera del Mundial -con justicia- durante 93 minutos, pero cuya milagrosa recuperación en el alargue, tras la aparición de su ángel Mina, mereció un final distinto. No lo tuvo porque Uribe, que le había cambiado la cara, estrelló su penal en el travesaño justo después de que Ospina adivinara el de Henderson, y justo antes de que Bacca, el quinto elegido, se topara con la estirada providencial Pickford, esa que convirtió a Inglaterra en el octavo cuartofinalista.
El planteamiento conservador con el que Pekerman decidió resolver la ausencia de James, no benefició a Colombia. Con tres eminentemente defensivos en la medular (Sánchez, Barrios y Lerma), perdió presencia sin dejar de sufrir embestidas. Lo único que logró, de hecho, el DT renunciando a la pelota, fue asfaltar una autopista para los velocistas de los Pross.
Con Trippier y Young volando por los costados, un punto más de intensidad y su habitual empuje, Inglaterra se las ingenió para instalarse en el área cafetalera. Le costó demasiado a Colombia encontrar su lugar. Con el talento de Quintero aplastado por tanto músculo, se limitó a achicar agua. El plan resultó hasta que un tempranero error de Carlos Sánchez (señalado ya por su expulsión en el duelo inaugural ante Japón) puso las cosas muy cuesta arriba. Su penal sobre Kane, tan evitable como evidente, lo convirtió en gol el propio delantero del Tottenham, firmando su sexta conquista en tierras rusas.
Con 0-1 el duelo empezó a calentarse y a caer en intensidad producto de las constantes interrupciones. Una de ellas fue aprovechada por Pekerman para retractarse de su plan inicial enviando a Bacca al terreno de juego. Y el encuentro terminó de romperse.
Pero no fue hasta la recta final que emergió la mejor imagen de Colombia, cargada de urgencias pero liberada de complejos, y en el minuto 92, luego de que Uribe acariciase el tanto del Mundial con un latigazo desde 40 metros, volvió a aparecer el ángel de la guarda cafetalero para salvar una eliminación segura. Para obrar el milagro. El soberbio testarazo de Yerry Mina a la salida de un córner fue sencillamente imperial. Un tanto, el tercero del central en Rusia, que no sólo envió el choque al alargue, sino que metió también el miedo en el cuerpo a los Southgate, que por primera vez en el partido empezaron a sentirse inferiores.
Con un fútbol alegre e incisivo, con ese punto de cafeína de que había adolecido durante 90 minutos, Colombia logró poner a Inglaterra contra las cuerdas en el tiempo suplementario, rondando en un cabezazo de Falcao el tanto de una clasificación con la que habría igualado su mejor participación en una Copa del Mundo (los cuartos de Brasil 2014).
Pero el partido, que había tenido de todo, acabó resolviéndose en la tanda de penales, ese territorio en el que nada importa ya lo que hayas hecho antes. Y Colombia falló dos veces. Y pagó sus pecados. Y con ellos desniveló de verdad el combate continental para cuartos: seis europeos (que ya han colocado un finalista seguro por los caprichos del cuadro) contra dos sudamericanos.