Juega Chile contra Guinea en un estadio vacío de una ciudad ajena y equidistante de ambos países. El rival de marras del equipo chileno venía de cuatro derrotas consecutivas y en la víspera del duelo en Alicante desertó una de sus figuras por premios impagos. En la cancha, con un puñado de privilegiados que recibieron entradas de regalo, se disputa un partido a ritmo de entrenamiento en un ambiente no muy distinto de una somnolienta mañana de otoño en Juan Pinto Durán. Tras los gritos de Arturo Vidal o Guillermo Maripán, que hacían eco en el cemento del José Rico Pérez, uno podía imaginar los bocinazos de las micros o los pregones de la feria libre en la avenida Las Torres de Macul.

Esta sucesión de amistosos deslavados y sin destino, un loop de partidos borrosos bajo la etiqueta de "fecha FIFA", parecen no tener mucho sentido. El espectador, razonablemente, podría exigir que se le descontara el 40% del boleto, lo mismo quienes pagan los derechos de televisión. Se juegan, con suerte, 60 o 65 minutos, luego viene la consabida hemorragia de cambios donde uno ya no sabe quién está en la cancha, quién salió, quién entró o quién se quedó fuera de la nómina.

Es el nuevo lugar común de los relatores y periodistas: "se desnaturaliza el partido". La pelota va de un lado a otro, los jugadores se tiran al piso por cualquier roce, siempre hay un cambio en proceso y, cuando se mete un gol, es por algún defensa pajarón que andaba mirando pasar aviones. Más que gritar esos goles, se bostezan.

Al fin, pichangas que no cumplen con el mínimo estándar de competencia e intensidad que exige el fútbol profesional. Por algo la UEFA eliminó los amistosos y los reemplazó por una liga continental donde se juega en serio, o más en serio, con tope de cambios, grupos, puntaje y clasificaciones.

La Conmebol y la Concacaf podrían replicar el modelo y terminar con la farsa. Salvo algún partido aislado y con algo de morbo, la mayoría de los duelos en las fecha FIFA son puro relleno, espectáculo de mala calidad y una verdadera fábrica de lesionados.

Hay quienes alegan, los entrenadores para empezar, que todos los partidos sirven y que estos entregan valiosas "conclusiones" para encarar el futuro de una selección, la chilena en nuestro caso. Por lo mismo, en el tablero marcador de estos partidos en vez de señalar los goles se podrían contabilizar el número de conclusiones a las cuales llegó cada técnico. En la cancha Chile apenas le ganó 3-2 a Guinea, pero en la banca Reinaldo Rueda acumuló once "conclusiones" contra solo dos de Didier Six. Una goleada.

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