¿Cómo es nadar 10 horas en el mar? El relato de Sebastián González, el chileno que busca la Triple Corona de aguas abiertas
El deportista antofagastino ya completó la vuelta a Manhattan y ahora fue desde la isla Santa Catalina hasta la costa de California. Aquí, él y su equipo dan a conocer los detalles de una travesía que espera terminar en un año más, en el Canal de la Mancha.
Cuando Sebastián González (23) salió del agua, no daba más de alegría. Sabía que hace solo instantes había completado uno de los hitos más importantes de su vida. Hizo 35 kilómetros de nado en Santa Catalina y conquistó la segunda travesía de la Triple Corona, un reconocimiento de la Asociación Mundial de Aguas Abiertas a quienes logren dar la vuelta en Manhattan, la mencionada en California y nadar en el canal de la Mancha. En Chile solo ha sido logrado por Bárbara Hernández. La Sirena de Hielo lo hizo en plena pandemia. Hoy alienta al antofagastino a lograrlo.
“Con Bárbara Hernández nos conocemos hace varios años. Ella fue la que más me incentivó en toda esta travesía. Le agradezco harto por toda la ayuda que me ha dado durante todos estos años”, relata el deportista nortino. Desde Estados Unidos dialoga con La Tercera. Cuenta que sus primeros pasos fueron en su natal Antofagasta. “Yo aprendí a nadar entre los cuatro y cinco años. A los ocho ya estaba en un club, competía, pero todo era regional. A los 10 años, fue mi primer nacional”, recuerda.
Primero practicaba la disciplina en piscinas, pero en su adolescencia se encantó por el nado en el mar. O más bien se metió en algo que le rondaba la mente desde su infancia. “Estoy en aguas abiertas desde los 15 años. Pero las travesías, las maratones acuáticas, las comencé a los 17. La primera que hice fue nadar desde playa Juan López hasta el Balneario Municipal, una distancia de 22 kilómetros. Fue un trayecto de seis horas con el agua entre 12 y 17 grados. Fue la primera y me quedó gustando demasiado el tema. Al año siguiente ya comencé a pensar en la Triple Corona. En ese proceso, durante ese tiempo hice travesías en Antofagasta, por ejemplo, nadé desde Playa Amarilla, que es al extremo sur de la ciudad, hasta el Balneario Municipal, en un trayecto de 15 kilómetros”, explica.
“Empecé a nadar competitivamente a los ocho años. Lo de Juan López siempre lo quise hacer, desde chico. Iba de paseo familiar y decía que algún día voy a nadar hasta Antofagasta desde acá. El día que lo hice terminé súper mal en el sentido de hipotermia, pero mientras estaba sentado recuperándome me di cuenta de que me gustó mucho y que quería repetirlo. Ahí fue que Bárbara me empezó a motivar con ciertos cruces e intentar conseguir la Triple Corona”, agrega.
Los desafíos de Santa Catalina
En septiembre de 2023, el chileno logró completar la vuelta a Manhattan, lo que era la primera corona. En aquella oportunidad, hizo los 48,5 kilómetros del perímetro de la isla, en Nueva York, en siete horas. La segunda fue en julio de este año, cuando nadó desde Santa Catalina hasta la playa de Sacred Cove en un tiempo de 10 horas y 11 minutos. “Este nado fue más complejo. Por ejemplo, en Manhattan tardé siete horas. Ahora las primeras ocho horas se me pasaron así volando. De hecho, ni siquiera me percaté de que ya llevábamos ese tiempo. Pero sí fue más complicado, había muchos cambios de temperatura en el agua, las corrientes se sentían harto”, cuenta.
Pese a que González enfatiza en que todo pasó rápido para él, fue una situación diferente para el equipo que lo acompañaba, compuesto por Andrea Varas, Catalina Núñez, quienes estuvieron a cargo de todo el ámbito audiovisual, Germán Fritz, como traductor, y Andrés Mellado, el kinesiólogo y quiropráctico. “A nosotros se nos hizo muy largo. Eterno. Nuestra misión es que Seba no tenga que pensar en nada durante el nado. Muchas cosas recaen sobre nuestros hombros. Teníamos una pauta alimentación que era muy difícil para los kayakistas. Al inicio del nado teníamos que andar modificando cosas, hacer lo que ellos entendieran”, aseguran.
“No queremos que nada caiga en los hombros del Seba, pero tampoco queremos que nada caiga en los hombros de los dos kayakistas. Como son largas horas para ellos también, tenían turnos de cuatro horas. Se despertaban diez minutos antes para tomarse un café, agarrar un poquito de energía y continuar su nado. Nosotros le entregábamos toda la bolsa que contenía los carbohidratos, el líquido, el té. Teníamos que estar atentos, cuando quedaban cinco minutos para la alimentación, avisando al capitán y avisando al kayakista. Cuando quedaba un minuto también teníamos que avisarle porque eso significaba que el bote tenía que ir un poco más lento y acercarse para permitir este proceso”, agregan.
En esa línea, también contrastan el nivel de estrés que maneja González en la antesala del desafío y como este pasa al equipo una vez que el nadador entra al agua. “Durante el cruce se relaja. Deja de pensar, no sé qué pasará en su cabeza. Esas diez horas para él es nadar, comer y continuar. Para nosotros es ansiedad en el momento. Ahora, como fue mar abierto, comparado con Manhattan que era más un río mucho más calmo, nos mareábamos. También llegaba un momento en que nosotros necesitamos descansar. Entonces teníamos que calcular cuántas horas iba a dormir cada persona porque necesitábamos estar cuerdos, en nuestro cien por ciento, si no dar más. Entonces fue un momento intenso”, sentencian.
En esta ocasión, hubo situaciones que obligaron que el nadador tenga que aumentar su distancia. Pese a que lo común en este caso es una distancia de 32,5 kilómetros, no obstante, las dificultades mediadas en la jornada obligaron a aumentar en casi tres kilómetros el recorrido. “No hicimos la línea recta, hicimos un poco más. Pasándolo a tiempo, es casi una hora más. Claro que yo solamente estaba en el agua y seguía el kayak”, detalla González.
¿Por qué tuvo que nadar más? Los pormenores los entrega el equipo del deportista. “Dependiendo del clima, de la situación y del capitán, se decide en qué playa se va a iniciar y en cual va a terminar el cruce. Si hay cualquier persona que lo toque durante el nado, se cancela todo. Sin importar cuántas horas o cuánto esfuerzo dedicó. Todo este proceso de ver qué playa y qué camino tomar, que lo ve el capitán, define cuántos kilómetros son″, narran.
“Para mí no se notó tanto. Todo el equipo sabe que tienen prohibido avisarme el tiempo, yo no voy consciente del cronómetro, porque si me dicen ‘llevamos dos horas’, voy a estar todo el tiempo, pensando en cuanto me queda. Entonces prefiero que no me lo digan, por más que yo pregunte”, complementa González.
Tras finalizar el reto, el antofagastino se demora algunos minutos en car en cuenta. “Cuando termino, me subo al bote, me sacan una foto con la polera con los auspiciadores y luego a abrigarse. Entonces todo eso lo ven desde el equipo. Si bien estoy cuerdo, consciente, la hipotermia me llega y me empieza a chocar. Comienzo a tiritar, a tener mucho frío. Al principio, con la adrenalina no la siento tanto, pero después pega y hay un protocolo para entrar en calor. Todo lo tienen que ir regulando, por ejemplo, que el té o el café no esté muy caliente, porque yo en el frío me lo tomo y me puedo llegar a quemar sin sentirlo. Ellos tienen que ir tomando todas esas medidas de precauciones. Abrigarme, ponerme el gorro. Todo eso lo hacen ellos. Hasta me dan la comida en la boca”, revela.
Las próximas metas
Tras completar la segunda corona, González ya tiene en mente la meta definitiva, que es nadar en el canal de la Mancha, lo que transformaría en el segundo chileno, tras Bárbara Hernández, en lograr la Triple Corona. “Debería ser en julio del próximo año, tenemos una ventana de una semana. Durante cualquiera de esos días el capitán del bote te va a decir, ‘Sebastián, hoy día se nada’. Eso es de acuerdo a las condiciones del clima y de acuerdo a las condiciones de las corrientes”, explica.
Pero sus metas van más allá de la Triple Corona. “He ido a hacer travesías, por ejemplo, al sur de Chile, nadé en Toltén, 21 kilómetros. Después hice la travesía en Nueva York, la primera de la Triple Corona. Llegando de Estados Unidos, hice otro nado en Antofagasta, desde La Portada hasta Playa Trocadero. Eso fue a finales del año pasado. En el estrecho de Gibraltar estoy en lista de espera y es probable que me toque nadar en 2025”, agrega.
Claro que su desafío más grande es dar la vuelta a Isla de Pascua, algo que solo ha sido logrado por la sudafricana Sarah Ferguson. “Tengo en mente hace un par de años dar la vuelta a Rapa Nui. Son 19 horas nadando. Antes del nado queremos ir a la isla para que la gente allá nos conozca, pedirles el permiso para lograr hacerlo, porque en verdad la isla es de ellos y nos tienen que autorizar. Eso antes de comenzar con todo el papeleo, todos los trámites de la Armada de Chile, todos los trámites que hay que conseguir para poder nadar”, da a conocer.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.