El sábado, cuando enfrentó a Universidad Católica, Huachipato no salió solo al campo de juego. Junto con los jugadores del equipo de Javier Sanguinetti ingresaron trabajadores de la siderúrgica que le dio el nombre al club original, entidad que se fundó en 1947 y que hasta 2015, cuando la sociedad anónima que encabeza Victoriano Cerda asumió el control del fútbol profesional, sostenía la práctica de varias disciplinas deportivas, con la finalidad de brindarles entretención a los colaboradores de la firma. Los futbolistas cargaban un lienzo que contenía un mensaje categórico. “Defendamos el acero chileno”, consignaba la pancarta. De fondo, trabajadores ataviados con sus respectivos uniformes ondeaban banderas nacionales.
El 20 de marzo se transformó en un día fatídico para uno de los principales productivos de la región del Biobío. En esa jornada, la CAP comunicó la decisión de suspender indefinidamente las actividades de la siderúrgica Huachipato. La compañía consideraba insuficientes las medidas las medidas para afrontar la competencia con el acero chino. “La decisión se funda principalmente en las distorsiones de precios de los productos de acero importados desde la República Popular China que, pese a los mejores esfuerzos de los integrantes de la Comisión Antidistorsiones y de las autoridades involucradas, no fueron suficientemente cauteladas a través de las medidas provisionales informadas en los comunicados antes mencionados, lo que hace económicamente inviable continuar explotando el negocio siderúrgico en Chile”, comunicaba un hecho esencial remitido por la CAP a la Comisión para el Mercado Financiero. Desde ese día, Talcahuano está preocupado y convulsionado. Ha habido marchas y protestas.
¿Y el club?
La conformación de Huachipato FC, controlado por una sociedad anónima que, además de Cerda, tiene como actores relevantes a Marcelo Pesce y Marcelo Ambrosio, es el hito que marca la separación respecto de la metalúrgica, al menos en términos de gestión, pues la concesión contempla el uso de las instalaciones de la denominada Ciudad del Fútbol, lo que incluye el estadio CAP, que en los últimos días cambió su denominación a estadio Huachipato.
En Las Higueras aclaran que la afectación que puede generar la crisis del acero en el club es indirecta. “Hemos estado apoyando a la CAP, porque el club comparte el nombre. No nos resulta grato, pero es no significa que el club se vea afectado”, explican al interior del club.
En esa consideración influye, fundamentalmente, el modelo de negocios que se ha desarrollado durante toda la gestión: la estructura de ingresos de los acereros está basada en la compra y venta de jugadores. En ese contexto, por ejemplo, ha habido éxitos sonados, como el que se consiguió con el venezolano Yeferson Soteldo. La lista es más amplia en ese sentido.
A ese acápite hay que agregar un cuantioso ingreso fijo: los $ 242 millones mensuales que reciben los clubes de Primera División (a excepción de los tres grandes, que recaudan una cantidad mayor), por los derechos de televisión.
Este año, de hecho, los acereros recibieron otro espaldarazo económico: la clasificación a la fase de grupos de la Copa Libertadores les garantizó un piso de US$ 3 millones, una cifra que se incrementará con las recaudaciones e incluso con los resultados que obtengan en esa instancia. La situación mejorará más aún si logran avanzar de rondas.
Efecto marginal y la venta
En Talcahuano proyectan un perjuicio menor. Calculan, por ejemplo, que los casi dos mil hinchas que habitualmente asisten a los partidos de la escuadra siderúrgica deberían seguir asistiendo. Buena parte de ellos, de hecho, son abonados de la institución.
En esa consideración hay otro factor adicional: quienes suelen asegurar sus localidades son hinchas jóvenes, que han disfrutado de los triunfos más recientes, como las coronas de 2012 y 2023. La relación con los trabajadores e incluso los antiguos de la CAP, estiman, no tan intensa. “Otro tema es cómo pueda afectar la crisis a la gente de la zona. Eso, sin ninguna duda, se sentirá, en empleos directos o indirectos. Pero, si es así, el efecto será marginal”, consideran.
Aún así, hay un cartel invisible en el club, que no está relacionado con la crisis. El año pasado, minutos después de que la escuadra que dirigía Gustavo Álvarez se quedara con la corona, los máximos accionistas de la institución evidenciaron su intención de venderla. Antes, a mediados de año, habían rechazado el interés del colombiano José Augusto Cadena. Ese día se informó que la concesionaria comenzaba la segunda etapa de su proyecto institucional. La más ambiciosa en términos de infraestructura.