Resulta muy difícil en un campeonato como el chileno, depredado por todas partes, que los entrenadores puedan o se atrevan a elaborar un discurso muy sofisticado sobre la manera de jugar de sus equipos. La gran mayoría, salvo los tres grandes, tiene planteles cortísimos, donde una lesión o expulsión tiene efectos catastróficos. Le pasó a Antofagasta con la ausencia de Ciampichetti contra la U o la devastación que ha sido para Unión Española la venta de Pinares.

En el campeonato local, los de arriba y los de abajo, juegan como pueden. Los "conceptos", las manidas "convicciones", los seductores "sistemas" quedan para los cursos de la INAF o para alguna larga entrevista donde el entrenador de turno se pueda despachar a gusto, porque a la hora de jugar hay que adaptarse al plantel. Y con México llevándose todo (bueno, más o menos o malo), es poco lo que hay para elegir.

No es casual que Droguett con 37 años le dé un baile a todos o que Canales sin rodillas defina un partido tan cerrado como el de Curicó. Así de precario es todo. Basta con tener un par de atributos, o mantener cierto oficio si eres veterano, y de inmediato te transformas en un jugador desequilibrante. El Pájaro Gutiérrez parece Van Basten en nuestro campeonato.

¿Y los grandes? O llamados grandes. Claro, Colo Colo tiene dos jugadores por puesto y juega al contragolpe. Toda esa agresividad que proclamaba Guede, todo ese protagonismo, ese fútbol efervescente y desbordante se ha resignado por el más riguroso pragmatismo. Espera y sale. Y le funciona. Y con una no poca cuota de azar: el titular por la derecha era Campos, se lesionó y hubo que poner a Opazo, que no era ni citado. Fue decisivo contra San Luis y Católica; Morales estaba cortado, se lesionaron Vilches y Orellana, obligado ponerlo. Anotó contra Wanderers y Audax; Rivero entrenaba aparte, nuevos lesionados, a la cancha por descarte y la descose frente a los audinos.

Lo mismo el siempre tan mesurado Hoyos. A Ubilla lo tenía colgado en el closet. No le gustaba nada. Entró en la Copa Chile contra San Luis porque no había otro y no salió más del equipo. Sobre su sistema de juego, no puedo imaginar algo más convencional que ese supuesto 4-3-3 blandito, tan predecible. Poniéndole patillas a los jugadores y camisas holgadas, podría ser un equipo de 1971. Y de la mitad de la tabla.

¿En cuántos equipos Octavio Rivero o Sebastián Ubilla serían titulares? En todos los demás. Ya los quisieran Palermo o el Vitamina. Viendo los planteles de Primera División, la verdad es que es un pecado que Colo Colo y la U no lleven ocho puntos de diferencia sobre el resto. Así no más.