Como si hubiese nacido en Melipilla, Tongoy o Panguipulli. Como si hubiese crecido comiendo porotos con riendas y pastel de choclo. Como si antes de leer hubiese aprendido todos los modismos de este país. Así celebró Ben Brereton, el inglés, el oriundo de Stoke-on-Trent. Emocionado, al borde de las lágrimas, mirando al cielo y cubriéndose el rostro, seguramente recordando a su madre chilena, a sus abuelos, a su familia en Concepción. Así quedará su imagen en la memoria colectiva, después de abrir la cuenta en la victoria de la Roja sobre Bolivia, en su primer partido como titular, por la segunda fecha del Grupo A de la Copa América.
El tanto llegó temprano, a los 10 minutos. Una película muy distinta a la de la última experiencia en San Carlos de Apoquindo, por las Eliminatorias. Se pensó en lo óptimo, entonces. El primero era el difícil, se decía. Después caerían los demás con sencillez. Y parecían ciertas las predicciones, porque la Selección volvía a transformar a Carlos Lampe en la figura del partido. Jean Meneses lo tuvo de zurda. Dos veces, pero no la embocó. El mismo Brereton, incisivo y colaborador, exigió al meta con un cabezazo. El compromiso estaba absolutamente controlado. Los verdes no tenían por dónde.
Esta vez, la banca criolla optó por la línea de cuatro. En la práctica, dos defensores, porque Mauricio Isla y Eugenio Mena eran unos punteros más. No hacía falta cuidar tanto la retaguardia. Algo pasó, sin embargo, después del minuto 25. Chile bajó demasiado. ¿El calor sofocante de la selva brasileña? ¿La humedad? Claro, posiblemente afectaron. Lo cierto es que Bolivia empezó a llegar. Roberto Fernández se lo comió con tiempo y espacio. Afloraron los nervios, sorpresivamente.
Arturo Vidal empezó a fallar en el medio. Pases de izquierda y derecha, sin destino. El esfuerzo físico, después del desgaste contra Argentina y con tan pocos minutos desde marzo, complicaron al Rey. En el segundo tiempo, fue lo mismo. Y sin Vidal, el Equipo de Todos pierde. Mereció dejar la cancha, pese a todo su enojo evidente (¿Por su rendimiento? ¿Por la medida de Lasarte?). Alguna movida tenía que hacer el DT para recuperar el mediocampo y no se equivocó.
Es que sin ser inferior, Chile se fue echando para atrás. En el complemento ya no había dudas. Muchos jugadores nacionales estaban reventados. Bolivia se agrandó, por lo mismo. Sintió que podía dar otra sorpresa ante los bicampeones de América. Se fue arriba, momentos de tensión impensados. El balón tenía poca circulación con Aránguiz y Pulgar. Seguro que el recuerdo de los goles perdidos pasaba por la mente de varios.
Porque aunque el triunfo finalmente se quedó en las filas rojas, el primero en cancha ante Bolivia por los puntos desde 2016, este duelo también debía servir para sumar anotaciones a la cuenta de ahorro. El paso a los cuartos de final está prácticamente asegurado, pero es importante no ser el último de los clasificados, porque del otro lado está el gran cuco, que es Brasil.
Ahora vienen Uruguay (lunes) y Paraguay (jueves). Y Chile mantiene su falta de gol, peligrosa frente a rivales de mayor peso. Lo bueno es que la Roja ganó un delantero para tener en cuenta: Ben Brereton, que habla poco y nada de español, pero que celebra como un chileno de corazón.
La ficha del partido
Chile 1: Claudio Bravo; Mauricio Isla, Gary Medel, Guillermo Maripán, Eugenio Mena; Erick Pulgar; Charles Aránguiz, Arturo Vidal (69′, Tomás Alarcón); Jean Meneses (65′, César Pinares), Eduardo Vargas, Ben Brereton (83′ Pablo Aránguiz). DT: Martín Lasarte.
Bolivia 0: Carlos Lampe; Diego Bejarano, Jairo Quinteros, Adrián Jusino, Roberto Fernández; Juan Carlos Arce, Ramiro Vaca (90′, Moisés Villarroel), Leonardo Justiniano (90′, Danny Bejarano), Erwin Saavedra (78′, Jorge Flores); Jeyson Chura (64′, Rodrigo Ramallo), Gilbert Álvarez. DT: César Farías.
Goles: 1-0, 10′, Brereton recibe de Vargas, engancha y define abajo.
Árbitro: Jesús Gil Manzano (ESP). Amonestó a Maripán (CHI), Vaca, Bejarano (BOL).
Estadio Arena Pantanal (Cuiabá): Sin público.