La victoria de Deportes Temuco, en condición de visita, ante San Lorenzo de Almagro no estaba en los cálculos ni de los más optimistas. La plantilla del equipo argentino, la historia con la que carga en sus espaldas, la estadística que sentenciaba que nunca El Ciclón había perdido en casa frente a un once chileno, sumado al discreto momento que vivía el club de la Araucanía en el torneo local hacían de la posibilidad de una victoria una suerte de utopía. Más todavía cuando a los 63 minutos de juego Nicolás Blandi anotó el 1-0 en favor de los locales. Como dicen en el fútbol, parecía que la noche se les venía a los temuquenses.
Pero entonces ocurrió lo que todos ya saben: el oriundo de Montevideo, Mathías Riquero, metió dos veces la cabeza para dar vuelta el partido.
Es inevitable pensar en la garra charrúa para explicar cómo Riquero ganó esos dos cabezazos difíciles en el área argentina. Sin embargo, es posible apelar también a otro argumento que puso sobre la mesa el propio presidente del club, Marcelo Salas, quien posteó a sus seguidores en redes sociales las anotaciones de Riquero bajo la leyenda: "Con todo el newen".
Newen en mapuche significa fuerza, pero sin duda es una palabra que trasciende lo que específicamente denota. El newen es una energía profunda nacida de la cosmovisión mapuche, que también se presenta como los espíritus -newenes- que protegen las montañas y los saberes ancestrales. Alguna vez un antropólogo amigo me lo explicó a partir de un ejemplo. Él estaba participando en una toma de terrenos en la Araucanía profunda, cuando de pronto llegó un numeroso contingente de Carabineros a desalojarlos; en medio de la refriega, apareció un puma que soltó un rugido imponente. Entonces, un comunero se acercó a mi amigo para decirle: "Ahí está el newen, peñi".
Aunque sea con la sola evocación de una palabra, la cultura mapuche se las arregla para sobrevivir a pesar de que el signo de los tiempos la empuja en una dirección contraria. El propio Riquero, en la fase anterior de la Copa Sudamericana, había tenido un gesto decidor. Tras anotar el primer gol del triunfo ante Estudiantes de Mérida, festejó haciendo flamear una bandera mapuche. Cuando le preguntaron por la celebración, fue claro: "Yo solidarizo con la causa mapuche. Lo había pensado hace tiempo, pero no había tenido la suerte de marcar. Fue mi humilde homenaje a la causa".
No es casualidad. Dentro del club hay, a lo menos, dos jugadores que tienes raíces mapuches y que reivindican con orgullo a sus ancestros: el experimentado capitán Cristián Canio, y la promesa del Ñielol, el lateral izquierdo Diego Cayupil, convocado recientemente a los microciclos de Rueda (sin contar al mismo Marcelo Salas Melinao). Por lo demás, el mismo Riquero comentó que su adhesión no era algo aislado y que de alguna manera el club entero estaba identificado con el pueblo mapuche.
En este sentido, no hay que olvidar que no son pocos los futbolistas de origen mapuche en la historia del fútbol nacional que brillan o han brillado con luces propias: Jean Beausejour Coliqueo, Dagoberto Currimilla, José Huentelaf, Gonzalo Fierro Caniullán, Francisco Huaiquipán, Marcos Millape, Alfonso Neculñir, René Quitral, Manuel Pichulmán y Eduardo Calquín, por nombrar algunos.
Como fuere, mientras la gracia no abandone a los temuquenses, estos pueden sacar cuentas alegres. Ayer, cuando San Luis parecía que se quedaba con los tres puntos, aparecieron de nuevo Riquero y Canio para darlo vuelta en los últimos 13 minutos… Con todo el newen.