En Arabia Saudita se definía el primer título del año en el fútbol español: la Supercopa. Y nada menos que con el gran clásico entre Real Madrid y Barcelona. La edición pasada terminó con la consagración de los culés en territorio saudí, tras derrotar a los merengues. Esta vez llegó la revancha, porque la Casa Blanca se convirtió en el nuevo campeón al vencer a su archirrival nada menos que 4-1, ante 25 mil personas en el Al-Awwal Park de la ciudad de Riad.

Los colosos pasaron la ronda de semifinales de manera distinta, pero igualmente efectiva. En el caso del Madrid, recurrieron al alargue para sacar de carrera al Atlético, en lo que fue un partidazo. Por el lado del Barcelona, no necesitaron brillar para superar al empeñoso Osasuna. Más allá del cambio de formato, se terminó dando un cruce como si fuera una Supercopa tradicional: el campeón de LaLiga frente al de la Copa del Rey.

La novedad de Carlo Ancelotti estuvo en el arco, porque ingresó el ucraniano Lunin en lugar de Kepa, quien no dejó buenas sensaciones en la semi ante los colchoneros. En la otra vereda, Xavi Hernández debió reemplazar al lesionado Raphinha. Desde temprano que el equipo catalán sufrió el partido, por la débil resistencia defensiva, que le hizo temblar ante cada ataque de los blancos.

El hombre de la jornada fue Vinícius Junior. El brasileño se vistió de goleador en la noche árabe, con un primer tiempo sobresaliente desde la eficacia. Minuto 7 y el ex Flamengo abrió el marcador. Arranca solo tras un pase filtrado de Jude Bellingham, se saca al arquero Iñaki Peña y define con clase. Además, festejó a lo Cristiano Ronaldo. En la jugada siguiente casi llegó el segundo. Las dudas en el fondo del Barcelona fueron el mejor aliado para el Madrid.

En los 10′ llegó el 2-0 de Vinícius, apareciendo por el medio tras un pase de su compañero Rodrygo. Los azulgranas hicieron mal la línea del off side, dejando la pista libre para el ataque certero de los merengues. Un equipo blando en la retaguardia (no resultó poner a Koundé como central y Araújo de lateral) y un rival que capitalizó aquello, sin necesidad de asfixiar la salida.

El Barcelona de Xavi tenía el control del balón, sin embargo era el Real Madrid de Carletto Ancelotti el que controlaba el partido. El 58% de posesión que registraron los culés en la primera mitad era inútil ante el devenir del encuentro. En los 33′, una volea de Robert Lewandowski descontó y metió a su escuadra en el partido, sensación que se iba a desvanecer rápidamente luego del penal que se sancionó a favor de los madridistas por una leve falta de Araújo sobre Vinícius. En los 38′, ejecutó el propio brasileño (a lo CR7) para el 3-1.

Un impecable manejo de los tiempos y la voracidad en ataque le daban a la escuadra merengue una de sus mejores versiones, por la instancia de jugarse una copa y por el linaje del rival.

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En el complemento, el Madrid fue más compacto, sin complicarse a la hora de cederle la pelota al Barcelona, por la necesidad culé de estrechar las diferencias. Pese a tener el balón, los azulgranas no generaban ocasiones claras en el área de Lunin. Además, estaba el riesgo latente de cualquier contragolpe blanco con Vini y Rodrygo arriba, más el complemento de Bellingham.

En los 64′, llegó el turno de Rodrygo para convertir. Anotó el cuarto con un remate bajo, tras un mal rechazo de Koundé. Defensivamente hablando, el Barcelona estuvo del terror. Para peor, el uruguayo Araújo se fue expulsado en los 71′ luego de una fuerte infracción. La serie estaba sentenciada.

La Casa Blanca festejó en Arabia Saudita para obtener por decimotercera vez la Supercopa española. Quedó a uno de los catalanes, que son los más ganadores del certamen (14). Por cierto, ambos elencos son los únicos que superan la decena de títulos en el fútbol hispano. Los desafíos de Ancelotti y compañía no se detienen, porque se viene otro derbi ante el Atlético del Cholo Simeone, por la Copa del Rey.

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