A comienzos de año, los objetivos de Universidad de Chile eran claramente otros. Ni el más pesimista de los azules, en su peor sueño, habría imaginado que la escuadra azul estaría en el último puesto de la tabla, ni que reviviría el fantasma de 1988, la campaña que terminó con el equipo laico en Segunda División por primera vez en su historia. El club y, sobre todo, sus miles de hinchas buscan explicaciones. Y más que eso, responsables. Con nombre y apellido.
Las miradas están puestas en la política de fichajes. Y particularmente, en las decisiones de la gerencia deportiva, a cargo de Sabino Aguad, y también de la secretaría técnica del club, un órgano de carácter consultivo y cuya principal misión es la de hacer un barrido de potenciales contrataciones ante cualquier necesidad. Es sobre ambas áreas que se posan mayoritariamente los cuestionamientos acerca de la llegada de diez caras nuevas que no han logrado responder a las expectativas ni cubrir las necesidades del plantel. Y es también sobre ellas que recaen preguntas acerca de por qué existen puestos sobrepoblados y otras funciones que ni siquiera fueron bien cubiertas.
Por ejemplo, a la U llegaron dos centrodelanteros: Matías Campos López y Gabriel Torrres. Por el panameño, los azules pagaron US$ 1,1 millones a Huachipato, al que también le facilitaron al central Nicolás Ramírez. Con sus arribos, la presencia de referentes de área se incrementó a cinco. También están Ángelo Henríquez, Lendro Benegas y Nicolás Guerra. Para colmo, en la actual campaña, el aporte de los delanteros en goles ha sido nulo. Apenas dos entre los cinco arietes.
Por contrapartida, la U no reclutó a ningún volante ofensivo con características de conductor. Y si la revisión se remite a las partidas y los ingresos en la defensa, se concluye que los reemplazantes (Carrasco, Aveldaño y Vittor) no han logrado superar el nivel de los que se fueron (Jara, Vaz, Vilches). Todo mal.
Tampoco queda claro quién toma las decisiones respecto de las contrataciones. Algunos fichajes, como el de Vittor, quien lo reconoció en la entrevista que le concedió a La Tercera, fueron solicitados por Kudelka. Otros, como las llegadas de Diego Carrasco y Pablo Parra, jugadores que el año pasado jugaron en Primera B por Coquimbo Unido y Cobreloa, respectivamente, responden derechamente a la política de fichajes de la gerencia deportiva encabezada por Aguad. Y en algunos casos, como los de Torres y Campos López, ni siquiera medió la aprobación del entrenador de turno ni de la secreraría técnica que fue descabezada antes de que acabara 2018. Sus desacuerdos con Aguad eran entonces evidentes. al punto de que varios de los funcionarios que hoy no están en el CDA le cuestionaron varios nombres que finalmente llegaron al club.
Aguad aparece, hasta ahora, como el hombre fuerte en las decisiones deportivas. De hecho, desarticuló la mencionada secretaría técnica para poner ahí a un hombre de su confianza. El nuevo jefe de la unidad resultó ser Maxilimiano Quezada, un profesional que trabajó en Santiago Wanderers justo en la campaña en que los porteños bajaron a Primera B. El desaparecido perfil de Quezada en LinkedIn, vigente hasta ayer, consignaba que había sido gerente de Operaciones en SAM Marketing, empresa de Aguad, cuya sigla contiene las iniciales de su primer nombre y de sus apellidos.
Desde su rol, a comienzos de temporada, Quezada sugirió los fichajes de Reiner Castro, delantero venezolano que militaba en Santiago Wanderers y hoy actúa en Deportes Temuco; Matías Campos Toro, Jeisson Vargas y el juvenil boliviano Walter Antelo. Solo llegó el ex lateral de Audax Italiano, en condición libre y a muy bajo precio. Ni hablar de su aporte, que ha sido escaso.
En los pasillos de La Cisterna cuestionan la idoneidad de Quezada para el cargo. Incluso aseguran que se jacta públicamente de ser un reconocido hincha de uno de los archirrivales de la U, situación que le valió algunos malos ratos con integrantes del plantel. También cuentan, a modo de anécdota, que antes de la serie frente a Melgar se animó a sugerirle a Kudelka que le dedicara una atención especial a Bernardo Cuesta. Se lo definió como un delantero 'letal'. El comentario produjo cierta hilaridad, pues no se condecía con la inoperancia de un atacante que no había marcado goles en su paso por Huachipato. En la llave, por lo demás, no apareció.
Habrá que ver ahora cuál será el destino de la secretaría técnica con Quezada a la cabeza y del propio Sabino Aguad, a quien se le responsabiliza directamente por el último lugar de la tabla. Todo parece indicar que ninguno de los dos continuará en el CDA. Rodrigo Goldberg y la nueva mesa directiva parecen tener la última palabra.