La caída de la Selección ante Brasil era un resultado que, en función de la actualidad del combinado nacional y más aún de la historia de los enfrentamientos entre ambas escuadras estaba dentro de lo previsible. Otra cosa, en cualquier época, entra en la categoría de lo inusual y de lo virtualmente épico. De hecho, los hinchas nacionales recuerdan de memoria las fechas en que Chile ha vencido al Scratch. Por Eliminatorias, apenas una: el 15 de agosto de 2000, en el Estadio Nacional.
Sin embargo, la caída de este jueves dolió. A los fanáticos y a los jugadores. Un poco por cómo se produjo, con goles en las partes finales de los respectivos tiempos, y mucho más por las consecuencias: el equipo de Ricardo Gareca sigue hundido en la tabla de posiciones. Solo Perú lo salva de la todavía más indecorosa última posición. Ocupa apenas el casillero inmediatamente siguiente, aunque lo realmente inquietante son los seis puntos que la separan del séptimo puesto, que ocupa Venezuela, la última opción para rasguñar un cupo. Estados Unidos, México y Canadá siguen muy lejos.
El plan de Gareca
Ricardo Gareca fue enfático: mientras existan posibilidades matemáticas de clasificar al Mundial, no bajará los brazos. Incluso a pesar de los cuestionamientos que, derechamente, siente. También afirmó que le gustaría completar el proceso e incluso iniciar el siguiente aunque, en una definición lógica para la situación, también supeditó su suerte y la de sus planes a lo que decida la dirigencia que encabeza Pablo Milad. Por lo pronto, no hay atisbos de inestabilidad: el contrato que firmaron los une, al menos, hasta el término de las Eliminatorias. Tampoco están las condiciones económicas para abortarlo. “Yo sigo pensando en este (Mundial). Reconozco que los tiempos se acortan, pero todavía tengo fe. De parte nuestra, me encantaría continuar un proceso, pero no está a mi alcance. Creo que lo necesita. Más allá de eso, tengo expectativas. Creo en los muchachos. Tengo esperanza en el jugador chileno. Podemos tener actuaciones mejores que esta, ir creciendo como equipo. Todavía hay mucho rodaje. Después, Chile necesita un proceso. Si nosotros somos los indicados o no, a nosotros nos toca esto. Nos toca vivir este momento. Creemos que es necesario que vayan viendo otras alternativas, que puede ser importante”, declaró el DT.
Sin embargo, asume que la mirada tiene que situarla mucho más cerca. El martes, la Roja visita a Colombia, en Barranquilla, otro duelo de alta complejidad. Por un lado, por la capacidad del rival y, por otro, por las condiciones climáticas que definen a esa localidad como un ‘infierno’ para cualquier equipo que la visite.
El técnico se enfoca en levantarles el ánimo a sus pupilos. La tarea comenzó inmediatamente después del pitazo final del argentino Daniel Herrera, en el vestuario principal del Estadio Nacional. En ese sitio íntimo, donde sobraban las caras largas y las cabezas gachas, prácticamente la única voz que se escuchó fue la del entrenador. Gareca instó a sus dirigidos a no dar nada por perdido, a seguir luchando. La tónica de su discurso fue parecida a la que empleó después del revés ante Bolivia, mucho más criticable desde el punto de vista de la previsión: esa caída sí que resulta reprochable y decisiva. Perder ante Brasil, en cambio, en cualquier lugar, figura con un cero en cualquier cartilla que confeccione un entrenador antes de unas clasificatorias. Sumar es, en términos prácticos, un valor añadido.
“Primero hay que ver cómo se recuperan los muchachos. Creo que anímicamente el jugador chileno es muy fuerte. No se cree menos que nadie. Está para un nuevo desafío. No es derrotista, al contrario. Es un golpe duro. Hoy no podemos festejar nada, más allá de la actitud y de la multitud que nos acompañó y nos apoyó. La gente no es de apoyar por apoyar. Reconoce a quienes dejaron todo en el campo de juego. Eso lo palpé yo, lo palparon ustedes. Es un buen síntoma. Es importante que entrenemos en vínculo con la gente. Para eso es importante sacar un buen resultado en Barranquilla. Yo creo que lo podemos lograr, independiente del nivel de Colombia en estos momentos”, estableció en la conferencia posterior al duelo.
Conversaciones y recuperar piezas
Desde hoy y hasta el inicio del partido ante el combinado que dirige Néstor Lorenzo, Gareca y sus colaboradores se abocarán a reforzar mentalmente al equipo. El exdelantero es un entrenador al que le gusta el diálogo con sus pupilos y que desde la confianza procura generar fortaleza. Públicamente, por cierto, ha asumido que está en una etapa de transición y que traspiés como los que ha tenido que soportar en las Eliminatorias y en la Copa América son los que, finalmente, terminan moldeando a los jugadores que, como en el caso chileno, tienen que afrontar la pesada mochila de la renovación.
En esa línea, la antesala del encuentro ante el equipo colombiano, que, por cierto, también llega presionado después de la victoria frente a Bolivia, en El Alto, estará marcada por los diálogos individuales y grupales que el entrenador sostendrá con sus dirigidos. De hecho, el aspecto motivacional le competirá palmo a palmo a la entrega de información táctica respecto de cómo afrontar el choque ante el próximo rival. El trabajo será apoyado por el sicólogo Rodrigo Cauas, quien asumirá un rol fundamental.
También enfatizará en la concentración. El partido con Brasil es una buena muestra de que, en este nivel, un pequeño desajuste puede echar por tierra cualquier planificación. Sin embargo, no ha habido ni habrá reproches individuales. Al menos a nivel público. Es parte de los códigos a los que un entrenador de la vieja escuela como él adscriben con firmeza. Gareca sabe que exponer a un jugador que está, además, en proceso de adaptación a un nivel desconocido es, sencillamente, liquidarlo.
La otra parte de la tarea será futbolística. En ese plano, el entrenador contará con dos piezas importantes para darle soporte a su escuadra: Paulo Díaz y Erick Pulgar. Ambos cumplieron suspensiones.