Antes de que se suspendiera todo, en la tercera semana de marzo, Universidad Católica había exhibido grietas en su funcionamiento, sobre todo en la Copa Libertadores. Las derrotas ante Inter en Porto Alegre y América de Cali, en San Carlos de Apoquindo, mostraron a un equipo a otra velocidad e intensidad con respecto a sus rivales sudamericanos. En casa las cosas tampoco deslumbraban, más allá de ser líderes, un opaco empate en La Calera y un triunfo ajustado frente a Cobresal reafirmaban lo visto en la Copa: faltaba intensidad y había poca contundencia en el arco rival.

Y todo se detuvo por cinco meses.

Al regreso, Unión Española les ganó en San Carlos de Apoquindo. Punto final. Comenzó el reseteo cruzado y vinieron cuatro triunfos al hilo, anotando 12 goles y recibiendo apenas dos. Pero más allá de los números, Católica ha crecido partido a partido demostrando solidez y funcionamiento que se despega con mucho de sus rivales en el torneo local y se logra parar competitivamente en la Libertadores. A Gremio no solo le ganó, sino que lo sometió completamente, siendo el 2-0 a favor mezquino a la hora de hacer el análisis. La cuarentena, al parecer, le vino bien a la UC. Luciano Aued confesó esta semana que necesitaban un tiempo para trabajar con tranquilidad y ajustar todas las piezas. La pandemia les dio ese tiempo de sobra. Hoy Universidad Católica se ve mucho más equipo que en marzo.

Pero el fútbol tiene nombres propios por sobre los sistemas. La decisión de Ariel Holan de instalar definitivamente a José Pedro Fuenzalida de lateral derecho le dio al equipo salida y un socio para Gastón Lezcano por la banda. La regularidad de Germán Lanaro es reforzada por el muy buen momento de Valber Huerta. Debe ser la mejor versión del defensa central nacido en la U. Lo mismo para Ignacio Saavedra, un futbolista que entiende el juego. Siempre bien ubicado, siempre sensato con la pelota, siempre solidario. Es el clásico jugador que aman los entrenadores, no hay cómo desordenarlo. También es bueno resaltar el rendimiento de César Pinares: suelto, participativo, rematando al arco. Por ahí se excede en algunos lujos, el vicio del fútbol de barrio que es tan complicado abandonar.

Arriba Puch ha sido más parejo, no tan lagunero como se ha mostrado desde que llegó a Católica. Ya no desaparece con tanta facilidad. Zampedri y Lezcano están una fracción debajo de sus compañeros. En especial el eje de ataque. Ha convertido, no se niega, pero si sube su porcentaje lo de la UC en ataque va a ser temible.

Sumemos un arquero que ataja, Dituro, un volante que siempre cumple como Aued y un buen caudal de juveniles y emergentes, rubro donde Católica marca mucha diferencia en el fútbol local. Siempre hay un cadete del cual echar mano para complementar la banca e incluso el equipo titular.

No es por tirar flores y elevar a la UC a nivel de Dream Team o máquina. Se trata simplemente que, en nuestro alicaído medio, la diferencia del cuadro cruzado es cada vez más profunda. La pregunta ya se hace repetitiva: con apenas 11 fechas jugadas ¿Quién le va a disputar el tricampeonato a Católica? Los candidatos se bajan todas las semanas.

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