La Universidad de Chile cayó el fin de semana ante Colo Colo y no logra salir de su atribulado momento. El tiempo apremia para los azules que, a siete fechas del final del Torneo Nacional, están en zona de descenso y en un bache futbolístico y psicológico que impide y coarta, por ahora, cualquier reacción. No hay caso con los estudiantiles, que ya sienten la tensión y se jugarán el todo o nada en la recta final del campeonato, después de un año plagado de desaciertos directivos y un exiguo rendimiento dentro de la cancha que se traducen en la actual crisis de la U.

El presente azul evoca la situación que enfrentaron otros clubes grandes durante los últimos años. En especial en Sudamérica, donde ha habido elencos de vasta trayectoria que, por diferentes motivos, se han visto condenados a perder la categoría. En la mayoría hay similitudes y coincidencias con la realidad actual del conjunto estudiantil.

En 2007, por ejemplo, el Corinthians cayó a la segunda división del fútbol brasileño. Lo hizo completando un 38,8% de rendimiento (la U registra, actualmente, un 30,4%) y en medio de líos económicos y administrativos.

"Tenemos números muy malos. Nos cuesta ganar. Y cuando anotamos, nos vamos para atrás. Hemos sido muy defensivos", decía el delantero Alexandre Silveira Finazzi al diario Globo, en octubre de ese año, apenas dos meses antes de concretarse el descenso. "Estamos trabajando en no tirarnos atrás cuando nos marcan. La idea es apretar con intensidad. Pero ese es un error que hemos cometido: tirarnos atrás cuando marcamos un gol", dijo a La Tercera la semana pasada el volante azul Camilo Moya…

En junio de 2011, en tanto, se produjo la caída de River Plate a la B Nacional de Argentina. Los millonarios enfrentaron a Belgrano en la promoción que finalmente los condenó, pero el declive definitivo se había producido algunas semanas antes.

Cinco fechas previo al final del torneo, el cuadro de la Banda Sangre perdió 2-0 en su visita a Boca Juniors en La Bombonera. El cuadro de Núñez no mereció perder el Superclásico, consignan las crónicas de la época, pero sucumbió con un error de su arquero Juan Pablo Carrizo y un tanto de uno de los últimos ídolos del equipo xeneize, Martín Palermo, que aquella tarde disputó su último encuentro ante el archirrival. ¿Coincidencia?

Hay más. Durante aquella temporada nefasta para los aficionados de River, el equipo tenía exactamente los mismos patrocinadores que la U en su camiseta actual: de la marca alemana Adidas, y con los auspicios de la empresa brasileña Petrobras y su producto Lubrax.

Además, en las semanas previas, sus jugadores evitaban hablar de descenso y hasta se ilusionaban con clasificar a torneos internacionales, pues la tabla del torneo los tenía arriba y la de promedios finalmente los condenó. Algo similar ha ocurrido en el CDA. "Aspiramos alto y queremos más. Tenemos que pelear por clasificar a la Copa Sudamericana", dijo hace un mes Ángelo Henríquez, intentando destacar cosas buenas y obviando por completo la amenaza de la pérdida de categoría.

En diciembre de ese mismo 2011, en tanto, en Colombia también tuvo lugar la debacle de un grande, cuando América de Cali cayó a la segunda división del balompié cafetero.

Su catástrofe deportiva se produjo, tal como la de River, después de un clásico. Luego de perder ante Millonarios, los caleños no se levantaron más. Siguieron cosechando malos resultados y finalmente la pesadilla se concretó ante Patriotas, que se impuso en la promoción mediante lanzamientos penales. Durante sus últimos meses en primera, los integrantes de su plantel se quejaron públicamente de los problemas administrativos, los recortes y las deudas. Permanecieron cinco años en la segunda categoría.

En 2013, finalmente, se produjo la caída de Independiente de Avellaneda. El Rojo se despidió de la máxima categoría del fútbol transandino en junio de ese año, después de una campaña irregular, marcada fundamentalmente por la poca capacidad goleadora de sus atacantes. "Le sobran delanteros, le faltan goleadores", decía el diario Clarín a fines de abril de 2013, cuando el equipo ya se perfilaba como candidato al descenso. En la U, en tanto, entre sus seis delanteros, han convertido apenas 13 de los 30 goles que registra el equipo.

"Me preocupa que no convirtamos, pero me deja tranquilo que llegamos. Nos está faltando suerte, pero sabemos cómo mejorar", decía entonces Américo Gallego, el segundo de tres entrenadores que tuvieron los Diablos Rojos en aquella campaña (Cristian Díaz, Gallego y Miguel Brindisi). Sus palabras suenan muy similares a las explicaciones que dio Hernán Caputto (tercer técnico laico del año tras Kudelka y Arias)  el sábado en el Estadio Monumental. "Sabemos dónde estamos y qué tenemos que mejorar. Quedan partidos. Hay que dar vuelta la página y seguir trabajando", dijo el exarquero tras la traumática derrota ante los albos.

En el mundo, en tanto, no hay tantos de estos casos. Aunque sí hubo uno insigne, el descenso del Atlético Madrid el año 2000. Los colchoneros pagaron el precio de una mala gestión, que redundó en tres cuerpos técnicos durante la temporada y en la intervención de un administrador judicial luego de la destitución del presidente y toda la plana directiva. Permaneció dos años en el ascenso, antes de volver al primer plano e iniciar la reestructuración que tiene al club, hoy, como uno de los más relevantes del mundo.

Siete partidos tiene la U para espantar a los fantasmas y salvarse del descenso. Siete partidos para levantar, zafar y dejar atrás las coincidencias y semejanzas que los sitúan en la misma línea de aquellos equipos que se volvieron íconos de mala gestión y bajo rendimiento. O para hundirse de manera definitiva. Los estudiantiles siguen escribiendo uno de los capítulos más importantes de su historia, con la ventaja de que todavía pueden cambiar el final.