Exactamente 20 días después de su último show, el protagonizado en pleno césped del Olímpico de Kiev poniendo en duda su continuidad en el Madrid apenas algunos minutos después del triunfo de su equipo en la final de la Liga de Campeones, Cristiano Ronaldo (33) regresa a escena. Y no quiere volver a pasar inadvertido. Tal vez por eso ayer, en el último entrenamiento de la selección portuguesa previo al debut de esta tarde ante España, el futbolista lucía sonriente y con ánimo distendido. También silencioso, claro, jugando a estirar el misterio en relación a su futuro, un manoseado recurso que, en cualquier caso, funciona a la hora de subrayar su rol protagonista (en su equipo y en el certamen) y de reforzar su mediático magnetismo.
Porque ni la fulminante destitución, en las filas del combinado rival y a sólo dos días del inicio de la justa, de Julen Lopetegui (quien podría ser, por cierto, su técnico la próxima temporada); ni el debut con goleada de la selección anfitriona en su Mundial; ni siquiera la importancia, pensando en los octavos de final, del resultado del cotejo de esta tarde; venden tanto como ese silencio suyo. Nada suscita tanto interés en Rusia como su sola presencia sobre el terreno de juego del Fisht Stadium de Sochi.
Y es que en las filas del combinado que dirige Fernando Santos CR7 es el único zar, el hombre en quien descansan todas las opciones de éxito de su equipo. "Es un extraordinario jugador y capitán. Es decisivo tanto dentro como fuera de la cancha. Y también en los entrenamientos", manifestaba ayer, sin escatimar en elogios, el seleccionador luso.
El todavía delantero del Real Madrid será, además, el primero de los grandes astros de la cita mundialista en ver acción. Y lo hará con ánimo de revancha, luego de su discreta performance en la final de Kiev y de su obligada suplencia por lesión durante la práctica totalidad del encuentro que convirtió a su selección en campeona de Europa hace dos años, el gran aval con el que la escuadra portuguesa aterrizó en Rusia.
Pero la verdadera batalla de Cristiano en su cuarta participación en una cita mundialista será contra sí mismo. Contra su propia deuda contraída en las tres ediciones anteriores tanto en juego como en números. Sobre todo en números, esa variable en la que CR7 suele ser casi siempre infalible. Y es que con Europa a sus pies (el de Madeira se ha proclamado ya monarca continental tanto a nivel de selecciones como de clubes); y con su sexto balón de oro entre ceja y ceja; la gran cuenta pendiente del delantero es, en este momento, el Mundial de fútbol.
Con sólo tres goles en 13 partidos disputados (uno en cada una de las últimas tres citas y todos ellos en la fase de grupos), los guarismos de Cristiano Ronaldo en la máxima competencia internacional de balompié a nivel planetario llaman poderosamente la atención. Tanto por lo exiguo de sus conquistas, como por la debilidad de sus víctimas y la intrascendencia de sus aportación. El 2-0 anotado ante Irán de penal en Alemania 2006; el tanto logrado en Sudáfrica 2010 en el marco de la goleada 7-0 sobre Corea del Norte; y el 2-1 firmado ante Ghana en Brasil 2014 que no evitó el naufragio luso en la fase de grupos; son sus cartas de presentación hasta el momento. Un bagaje que contrasta con su habitual voracidad goleadora.
Hoy,ante España, en el duelo que podría marcar la suerte del Grupo B, el máximo goleador en la historia de la selección portuguesa iniciará su camino de redención en la Copa del Mundo. Otra vez en el centro de los focos y en su torneo más resistido. Otra vez, como tantas veces, Cristiano contra sí mismo.