Cuando Pulgar pasaba días sin comer
El volante revelación de la Roja encuentra reconocimiento con 25 años. Antes, lo pasó mal. Del hambre en sus primeros pasos como jugador al atropello mortal de una persona. El largo viaje del Flaco.
Los flashes y los micrófonos buscan a Erick Pulgar (25 años). El espigado volante, de 1.87 metros, es nuevamente una de las figuras. Anotó un penal en la definición frente a Colombia, la del paso a las semifinales. Se retira sin decir palabra, tal como ha venido haciendo desde que se puso el buzo de la Selección.
Su historia, sin embargo, está lejos de los lujos que hoy lo premian. A más de 2.700 kilómetros de Porto Alegre, lugar donde hoy concentra la Roja, en el cerro Miramar Sur Este (Antofagasta), el Flaco destacaba a comienzos de 2000 en las polvorientas canchas de tierra de la zona. Los tatuajes que hoy cubren su cuerpo solo eran manchas de tierra, de polvo seco. Tenía seis años y ya corría tras un balón. Creció junto a su madre (Karina Farfán) y su padrastro (Pablo Araya), taxista. Es el mayor de cuatro hermanos.
Su nombre llamó la atención de los clubes locales. Su estatura y buen juego con los pies lo transformaron rápidamente en un jugador de proyección. Antofagasta quiso ficharlo, pero Pulgar se cansó de rechazarlos. "Fue difícil convencerlo. Lamentablemente los clubes amateurs muchas veces dan más cosas que los equipos profesionales. En Antofagasta ni una Coca Cola le dan a los cadetes", recuerda Gustavo Huerta, DT que lo hizo debutar en el primer equipo de Antofagasta.
La historia del Capo en Bologna, como lo llamó Reinaldo Rueda, está marcada por el sufrimiento. Durante su infancia sus padres no gozaban de una buena situación económica. "Nos dimos cuenta de que Erick andaba raro, lo notábamos como cansado. Luego supímos que llevaba dos o tres días sin comer. No tenía plata. Él no lo dijo, lo supimos a través de un amigo suyo", dice Rodrigo Barra, ex defensor Puma. "Tenía problemas para alimentarse. En el club lo quisieron llevar a una pensión, pero la familia de Erick se opuso. Ellos lo querían cuidar. Su familia siempre ha sido su principal apoyo", agrega Huerta.
"La familia de Erick tenía problemas, pero nosotros lo ayudamos. Conversamos con el presidente de esa época (Osciel Guzmán) y conseguimos que le dieran plata para alimentarse", dice Víctor Oyarzún, ex compañero del volante en el equipo puma.
Su paso al primer equipo se produjo en 2011, con 17 años. Rodrigo Barra recuerda sus primeros entrenamientos: "Erick es un tipo callado, pero en la cancha es bravo. Es muy de escuchar, pero si algo no le gusta te lo dice sin atados. Caminaba cerca de 40 minutos diarios para llegar al estadio a entrenar. Siempre ha sido de esfuerzo", rememora el ex campeón con Wanderers, que hace pocosdías le mandó un WhatsApp para felicitarlo por su cometido.
Oyarzún agrega otro dato: "El día de que debutó no mostró nada de nervios. Ahí me di cuenta de que era un jugador especial. Siempre estaba muy atento a escucharnos a los más viejos, a recibir consejos. Se quedaba a entrenar con nosotros".
Sin embargo, hay un episodio que estuvo cerca de tirar a la basura la carrera de Erick. En 2013 atropelló con su auto a Daniel Ampuero Carvajal, de 66 años. El impacto lo mató. Quedó con la suspensión de la licencia de conducir por un año. "Lo conversé una vez con él. Le dí unos días, pero él entrenó de inmediato. La familia lo ayudó mucho", recuerda Huerta. "No es un gran recuerdo para él. Sufrió mucho con ese tema, vivió cosas a muy corta edad que no debió haber vivido. Es un tema cerrado, y no lo quiero remover", cierra Oyarzún.
Luego llegó el aterrizaje en Católica por el 60 por ciento del pase (2014), las primeras llamadas para la Roja y el fichaje por Bologna al año siguiente. El largo camino de Pulgar hasta el éxito, su salto del hambre a comerse América. El sorprendente y fiable eje de Chile en la Copa América.
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