El próximo 18 de diciembre, la mejor selección del mundo la levantará con orgullo. Y luego volverá a guardarse bajo siete llaves, hasta que en cuatro años más, otra oncena tenga el privilegio de tenerla en sus manos.
La Copa del Mundo es el trofeo al que hoy todos los futbolista aspira. Se le entrega a la selección que logra el sitial más alto de la cita planetaria que organiza la FIFA. Su historia, sin embargo, está marcada por una serie de hechos que la hacen muy deseada.
El galardón data desde el inicio de la década del setenta, para ser exactos desde 1973, cuando el escultor italiano Silvio Gazzaniga logró convencer al ente rector que su diseño era mejor que las otras 53 propuestas, de siete naciones diferentes, que llegaron hasta las oficinas de dicho organismo.
La idea en ese entonces era reemplazar a la Coupe Jules Rimet, que se entregaba a los monarcas de la época, pues se decidió que dicho galardón quedará para siempre en manos de los brasileños, ya que la habían obtenido tres veces desde que se crearon las justas entre países en el año 1930 (Uruguay).
Realizado este reconocimiento, en Alemania 1974 se estrenó el galardón que representa a dos figuras humanas sosteniendo a la Tierra con sus manos. Está compuesta por oro de 18 kilates, más una base del metal semi-precioso llamado malaquita. “La intención era representar la fuerza, el dinamismo y el júbilo del atleta en la victoria, que se expresa con tanta alegría. Los volúmenes aparentemente irregulares dan la sensación de dinamismo. Está claro que el mundo debía formar parte de ella. El mundo es una esfera y, como tal, muy parecido a un balón”, expresó su creador -Gazzaniga- en el portal de la FIFA.
Acercarse al trofeo es prácticamente una hazaña. Este premio que mide 36 centímetros de alto y pesa un poco más de seis kilos, no puede ser tocado por cualquiera. Solo los campeones del mundo pueden levantarla o volver a tenerla en sus manos en las diversas giras promocionales que se hacen entre torneo y torneo. También, los jefes de estado de cada país tienen dicho privilegio y por supuesto, el presidente de la entidad que tiene sede en Zurich.
Por lo mismo, su traslado se hace en maletín bajo estrictas normas de seguridad. Viaja en su propio avión privado (auspiciado por una marca de bebida) y si debe ser exhibida o trasladada dentro de un estadio, solo lo hacen ciertos funcionarios designados para dicha labor y la realizan con guantes especiales. Jamás a mano descubierta.
Además la Copa, que está tasada en $267 millones solo se ve en la final y luego se guarda. Apenas una selección logra campeonar, se le entrega en la ceremonia oficial y una vez que se la llevan al camarín y se toman la foto respectiva, es requerida por los organizadores y cambiada por una réplica exacta. Esta última es llevada a la federación correspondiente para que sea exhibida por un periodo que no va más allá de los dos años, Y mientras eso sucede, la original viaja a la joyería italiana GDE Bertoni, ubicada en Milan, para ser reparada si es que tiene algún detalle y retocada en sus partes doradas.
Por último y una de sus curiosidades más importantes es que en su base se graba el nombre del combinado nacional que logra obtenerla, hasta ahora son sólo seis los que han logrado ese honor (Alemania en 1974, 1990 y 2014), Brasil en 1994 y 2002, Argentina en 1978 y 1986, Italia en 1982 y 2006, Francia en 1998 y 2018 y España en el 2010), pero sólo queda lugar para inscribir a cuatro nuevos campeones.