Pablo Solari experimenta en carne propia los vaivenes del fútbol. Hace una semana, era el héroe de River Plate. Martín Demichelis lo había sacado de la banca en el partido de ida frente a Internacional de Porto Alegre y el Pibe le había respondido a la altura: con dos goles les dio la victoria a los Millonarios. En medio de la algarabía por la resolución de ese encuentro, pocos advirtieron un detalle clave: que la diferencia en el triunfo había sido demasiado exigua y que todo se resolvería en el Beira Río, el fortín del equipo brasileño, que ya en la antesala estaba convertido en una caldera, con un arsenal de fuegos artificiales que iluminaba buena parte del entorno incluido.
Solari fue el villano de la jornada. Lo hizo todo mal y hasta perdió el penal en la definición en una situación insólita. La prensa argentina fue categórica con su actuación. “Fue una moneda al aire que cayó al revés. No se pareció en nada al de la semana pasada, resolvió mal cada una de las limitadas chances de ataque que tuvo y hasta se resbaló en un penal que pudo haber resultado decisivo y fue invalidado por doble golpe en el remate”, sentenció Olé. Eso sí, el ex delantero de Colo Colo encontró una defensa decisiva. “Pablo es el mismo jugador que hace una semana atrás que metió dos goles”, dijo el técnico Martín Demichelis.
Pero no fue el mismo
Contrariamente a lo que plantea el entrenador del equipo de Núñez, Solari no fue el mismo. No estuvo ni cerca de serlo. Por ejemplo, en el campo de juego, lejos de protagonizar jugadas decisivas como en su anterior y mejor versión, hasta se enfrascó en disputas con los rivales. Uno de ellos fue el chileno Charles Aránguiz, quien después de una falta le dio un pelotazo a su compañero Enzo Díaz. Solari fue uno de los primeros testigos de la situación y, por ende, uno de los primeros en reaccionar. A Aránguiz no le agradó para nada el desplante y lo persiguió para encararle. Una nueva batahola antecedió a la decisión del juez uruguayo Andrés Matonte, quien cortó por lo sano: amonestación para ambos.
Si la revisión se remite estrictamente a su participación en el juego, el resultado es igualmente lapidario. Solari estuvo en el campo durante 96 minutos. Demichelis le dio la titularidad que había reclamado con su consagratoria actuación en el partido de ida y lo ubicó por la banda derecha, prácticamente la única demarcación que transitó durante el partido.
Sin embargo, en los aspectos decisivos, el Pibe prácticamente no registró números: no anotó, no aportó asistencias y tampoco pases claves. Tocó el balón en 41 oportunidades y acertó el 68 por ciento de las entregas. Tres de sus centros tuvieron un buen destino.
Sin disparos
El ‘cero’ de Solari se extiende hacia un aspecto crucial para la labor de un atacante: los disparos al arco. Apenas un regate completado con éxito le sube en algo el promedio.
El recuento sigue igual de complicado: ganó apenas tres de 12 duelos a ras de piso y no se impuso en ninguno de los dos que protagonizó en el aire. Para colmo, perdió 17 veces el balón y cometió dos faltas. A cambio, recibió una.
En definitiva, Solari cumplió una actuación para el olvido, justo cuando River Plate más necesitaba de sus virtudes.