Nadie podría explicar mejor que ellos lo que se siente al enfrentar sobre una cancha de fútbol al eterno rival porque nadie, con permiso del fallecido Misael Escuti, ha tenido el privilegio de hacerlo tantas veces. Juntos suman 151 años, 925 partidos en Primera y la friolera de 66 Superclásicos. Son Leonel Herrera y Leonel Sánchez, los padres del partido más grande del balompié chileno.
"Es un partido especial porque la preparación es totalmente diferente a la de uno con otro equipo y eso es producto de la rivalidad. Un partido en el que te la juegas toda y por el que muchas veces te evalúan sin tener en cuenta nada más", contextualiza, a modo de introducción, Leonel Herrera, indómito central de Colo Colo durante 15 años, primo del añorado Eladio Rojas y padre del futbolista homónimo que terminó certificando con un gol la conquista de América del Cacique. Tiene 32 Superclásicos en las piernas, está a punto de cumplir los 70 y asegura que antaño los duelos entre los dos conjuntos más populares eran muy distintos. "Jugábamos con 80 u 85.000 personas cuando ahora juegan con 40 y había una identidad, una identificación del jugador con el club y del club con el jugador mucho más fuerte. El jugador nacía en un club y moría en muchos casos en ese mismo club", precisa.
Y al hacerlo, resulta inevitable no pensar en su tocayo, Leonel Sánchez, quien fue su rival y después su compañero, quien terminó cambiando la U por Colo Colo en 1970 sin dejar de ser jamás uno de los más grandes referentes azules de todos los tiempos. 31 veces desafió al Cacique en la cancha el habilidoso delantero, tres se enfundó la alba para medirse al club de sus amores y aunque hoy dice que no siente una debilidad especial por ninguna de aquellas 34 batallas, tiene muy claro cuál es su legado verdadero: "En este momento soy el jugador que ha jugado más Superclásicos con la camiseta de la U. Nadie ha jugado más que yo. Y eso me pone feliz", reconoce con modestia, antes de iniciar, por alusiones, su primer viaje en el tiempo. "Los clásicos de antes eran diferentes porque el que ganaba tenía muchas posibilidades de ser campeón. Y hubo una época en la que fuimos campeones cinco veces casi seguido. En esos títulos tenía mucho que ver el resultado del partido de la Chile con Colo Colo", sentencia. Y la voz, al regresar mentalmente a la época del Ballet Azul -su Ballet Azul-, se le quiebra por completo.
Y es que en vísperas de un clásico como el de esta tarde, marcado, como tantas otras veces en los últimos años por la largamente comentada supremacía alba en campo propio, el recuerdo de aquel Ballet Azul que dominó el fútbol chileno con mano de hierro durante la década de los 60 sobrevive como el principal asidero de los hinchas laicos a la hora de reivindicar su jerarquía sobre el archirrival en enfrentamientos directos. Y así lo reconocen los dos Leoneles. "Siempre hemos mantenido una paternidad sobre la U, por años. En los años 60 la cosa era diferente, un poquito más pareja, inclusive más cargada para la U porque estaba el famoso Ballet Azul, pero ya de los 70 hacia adelante jugábamos 20 veces y les ganábamos 19. Les ganábamos en todos lados. Entonces ya había una paternidad clarita como ahora. A mí me tocó perder contra la U, pero muy poco", proclama, categóricamente, Leonel Herrera.
Y Sánchez, claro, se defiende pasando al ataque, desempolvando a Carlos Campos para resucitar aquella ofensiva de leyenda. Y proponiendo de paso una analogía entre épocas: "Hoy está Paredes pero a mí me habría gustado que hubiera estado Carlos Campos jugando hoy para ver cuál de los dos era el más goleador. Yo creo que habría sido Campos, porque tenía dos cosas, hacía los goles con el pie y con la cabeza; Paredes es de pie nomás".
Casi medio siglo después de su retiro (en 1969), el Tanque de la U sigue siendo el jugador más efectivo en la historia de los Superclásicos, con 16 goles. Dos más que Paredes. Tres más que el propio Leonel. "Dos goles no es nada. Y Paredes tiene todavía para un par de años. Perfectamente lo puede alcanzar", protesta entonces Herrera. Y no duda en señalar el Superclásico de 1972 como el más amargo ("la U nos ganó 3-0 con tres goles de Socías, que le hizo hasta un gol de túnel a Onzari"); y el más feliz, el disputado diez años después: "Quedaban cinco minutos. Vino un centro del lado izquierdo, entró Hisis de palomita y le pegó con el puño, no con la cabeza. Un mediocampista de la U pensó que iban a cobrar la mano, tomó la pelota en la raya y el árbitro cobró penal. Quedó la tremenda crema y me tocó a mí la responsabilidad de patear. Ganamos 1-0".
Y mientras Sánchez responsabiliza ahora de los 17 años de sequía azul en el Monumental a los diferentes entrenadores ("son ellos los que mandan y tú sales a jugar como te dice el técnico"), Herrera denuncia las rotaciones en Colo Colo: "Nosotros jugábamos tres veces a la semana sin ningún tipo de problema. No concuerdo con lo que hizo Tapia. Era más importante el partido contra Iquique que contra la U". Y cuando Herrera alaba el centro del campo del Cacique tildándolo como "el mejor de Sudamérica", Sánchez aprovecha para instar a su ex equipo a poner atención: "La clave es estar atento a las fallas, porque las fallas son goles. Paredes hizo muchos goles de las fallas de otros".
Pero si hay algo que comparten hoy, a orillas de la versión 184 del encuentro de los encuentros ambos Leoneles, es su fe inquebrantable en el triunfo. "Por calidad de jugadores, localía y porque va a haber un estadio repleto, Colo Colo tiene todas las posibilidades de ganar y alargar a 18 años esa paternidad. La U tiene un plantel numeroso, pero no de calidad", argumenta Herrera, mientras Sánchez se limita a vaticinar, a modo de cierre: "Yo creo que la U puede ganar y yo sé que la U se la va a jugar". Como se la jugaron ellos, claro, tantas veces, en el nombre de una rivalidad que mueve el fútbol.