Las calles de Santiago y sus multitudes quedaron atrás. En Europa encontró su camino. El básquetbol le dio una chance de salir de Chile y darle la vuelta a quienes le instaban a seguir una carrera tradicional. Quackenbrück, una ciudad alemana de no más de 15 mil habitantes, a dos horas tanto de Hamburgo como de Holanda, es el lugar donde Sebastián Campos (34 años) vive su sueño.
Es un caso distinto al de Sebastián Herrera o Ignacio Arroyo, a quienes la naranja los está llevando en sus carreras de jugador. Campos, quien estudió educación física en la Universidad de Santiago, también anhela llegar a lo más alto. Eso sí, él lo sueña a un costado, como el director de la orquesta.
Sebastián lleva años siendo entrenador de básquetbol. Actualmente, es el asistente de un equipo de jóvenes sub 16 de la cooperación en la que participa su club, Artland Dragons, de larga tradición en el baloncesto alemán. La pandemia frenó el buen nivel que llevaba con su escuadra y también, su primer año de los dos de contrato que firmó con los Dragons.
Llegar al Viejo Continente no fue sencillo. Antes, vinieron años de preparación y estudios para que el viaje europeo no sea solo una anécdota, sino que la continuación de una trayectoria que había comenzado en Chile.
Sebastián se empezó a encantar con el básquetbol más tarde de lo que un jugador profesional acostumbra. Aún así, de adolescente jugaba con sus amigos en las calles de Maipú, donde instalaron un aro y eran más las derrotas que los triunfos. Ese fue su primer acercamiento al deporte que ama. También le ayudó que su madre trabajara en Thomas Bata, la empresa que era dueña del extinto equipo del mismo nombre, el primer campeón en la historia de la Dimayor.
En el Instituto Nacional, Campos tuvo la posibilidad de jugar, pero, consciente de sus habilidades, ya dibujaba en su mente el camino que quería seguir. Entró a educación física en la USACH, donde tuvo la posibilidad de hacer la práctica profesional en Universidad Católica, entrenando a las categorías sub 9 y sub 11, y siendo asistente en las sub 13 y sub 15. Sus primeros equipos.
“Nunca fui el mejor jugador, pero me di cuenta que podía ocupar otras habilidades que sí tenía para ser un buen entrenador o asistente”, cuenta Campos. Durante su tiempo en la UC, nunca estuvo quieto. Siempre quiso aprender y por eso se quedaba hasta las once de la noche viendo el entrenamiento del equipo adulto, pese a que no era su obligación.
De tanto buscar, llegó a trabajar para la Selección Chilena femenina, luego de conocer a Cristian Santander, entonces técnico de ese equipo y hoy coach de la Roja masculina. Verlo trabajar marcó muchas cosas que le “hicieron pensar que también quería hacer eso”, así que se ofreció a colaborarle y lo hizo, entre otras funciones, ayudando en el entrenamiento personal de las jugadoras. Además, estuvo con las series menores de hombres.
Y como última experiencia antes de irse del país, también le tocó estar en la Dimayor, como ayudante de Claudio Lavín en Unión Española, donde su buen manejo del inglés le valió ser una pieza importante del equipo.
Todo lo anterior pasaba mientras terminaba la universidad. Después de cuatro años de titulado, en 2012, Warren Espinosa le motivó a él y a otro compañero a tomar el curso de perfeccionamiento en baloncesto traducido al español que se dictaba en Leipzig, Alemania, y que promocionaba la embajada en Chile de ese país.
“Antes de llegar a Alemania averigüé de un montón de clubes. Iba con la idea de ver qué podía pasar. En la primera semana ya tenía contacto con el equipo profesional de la ciudad para ir a ver los entrenamientos”, cuenta Sebastián. “Dirigí un equipo regional mientras estudiaba. No pude terminar la temporada, ya que tuve que volver a Chile por temas de Visa”, añade.
Ese fue su primer retorno, pero duraría poco. Una vez solucionados los problemas, el club le pagó los pasajes para volver a trabajar con ellos. Eso sí, el trato al que llegaron fue que Sebastián haría un máster que era cubierto por el equipo y así se le cancelaban sus servicios de entrenador.
En febrero de este año, el santiaguino terminó y se graduó de Máster of Science en Diagnóstico e Intervención en Alto Rendimiento. Mientras estudiaba, viajó por Europa viendo básquet: el Mundial Sub 19 del 2015, el Eurobasket del 2016, a la Selección Española en Lituania el 2017 y a una clínica de Gregg Popovich, uno de sus ejemplos a seguir junto a Phil Jackson, Steve Kerr, Aíto García y Pablo Laso. “Fueron años de mucha inversión en idioma y en mi licencia de baloncesto”, afirma el entrenador.
Para el 2020 hizo el cambio hacia los Artland Dragons de Quackenbrück. Le motivó que de ese pequeño poblado salió Isaiah Hartenstein, quien hoy juega en los Houston Rockets de la NBA y cuyo padre era el entrenador del equipo alemán. “Llego a un lugar de donde sale talento. Es interesante”, dice Campos, quien el año pasado fue asistente de un equipo profesional de mujeres.
El sueño recién comienza y el anhelo es llegar lo más alto posible. “Mi sueño irracional es la NBA. Lo ideal sería consolidar una carrera en Europa, pero estoy recién comenzando en Alemania”, comenta Sebastián. ¿El Manuel Pellegrini del básquetbol? “Mi hermana siempre me decía que tenía que estudiar ingeniería y ahora me compara con él. Él se perfeccionó y quería aprender idiomas. Eso me identifica con él: por ser ordenado y metódico”, dice, riendo, el chileno.
Por ahora, habrá que esperar que pase la pandemia y después, seguir forjando el camino que lo llevó a cruzar el océano, portando el lema que también usan otros nacionales en el extranjero: “De Chile pa’l mundo”. Un entrenador chileno a la conquista de Europa.