Cuando el juez Pitana decretó el final, Antoine Griezmann (27) estalló en un llanto incontrolable. A sus espaldas, en el centro de la cancha, Deschamps era manteado por sus compañeros, pero el delantero del Atlético no podía parar de llorar. Esta vez, tras tantas finales esquivas, sus lágrimas eran de emoción. Como ya sucedió en Lyon en la final de la Europa League, confirmando que 2018 sí era su año, dejó atrás el recuerdo amargo de las definiciones de Champions en 2014 y 2016 y la Eurocopa de ese año. Francia, su Francia, era la nueva campeona.

Su Francia, en rigor, porque durante todo el torneo, pero especialmente ayer, jugó a lo que quiso Griezmann, un futbolista fantástico, autor de cuatro goles en Rusia (tres de ellos de penal), capaz de marcar, habilitar y guiar a su equipo, pero también de imprimirle carácter competitivo. Y aunque seguramente la final no vaya a ser recordada por una actuación en específico, el partido de Griezmann fue sencillamente colosal.

Y es que el jugador, que terminó siendo elegido MVP de la final, como ante Australia y Uruguay (igualando a Modric, con tres distinciones individuales); y que finalizó tercero en la carrera por el Balón de Oro del Mundial; no sólo participó directamente en tres de los cuatro goles de su selección (en ocho de los 14 de su equipo en todo el torneo), sino que fue el que más corrió de todos (10 kilómetros) y el único que supo leer e interpretar lo que el duelo requería. Fue así, de hecho, haciendo jugar a la Francia de Deschamps como el Atlético de Simeone, que los galos acabaron reinando en Rusia.

El oriundo de Mâcon comenzó su exhibición fabricando la falta que dio lugar al 1-0 y pateándola antes de que Mandzukic marcara en propia meta. Luego anotó por la derecha del portero, de penal, el 2-1 (sacó también el córner que lo originó): "Dudé en tirar a lo panenka como Zidane, pero preferí abrir el pie". También habilitó a Pogba para el 3-1. Su trabajo invisible al servicio del colectivo, con el overol puesto, su pausa, su prisa y su inteligencia para tomar la decisión más acertada en cada momento, hicieron el resto. Y Les Bleus acabaron tocando el cielo.

El Mundial consagratorio de Griezmann, que había comenzado con el anuncio (vía documental) de su continuidad en el Atlético, terminó con un llanto de emoción incontenible y una insólita rueda de prensa envuelto en una bandera uruguaya. El Principito había logrado reinar. Y mantener con vida su quimérico viaje hacia el Balón de Oro 2018 (si por una vez no es cosa de dos): "Es la gente quien vota, veremos qué pasa. Yo ya pienso en que tengo la Supercopa de Europa ante el Madrid y quiero ganarla".