Ottawa, julio de 1989. Pamela Zenteno se apresta a debutar en el primer Mundial Juvenil de Hockey Césped de la historia. La delantera de apenas de 19 años sueña con jugar en el máximo nivel y la cita canadiense es una buena prueba. Sin embargo, ese sueño poco a poco se va diluyendo por el matrimonio y su rol de madre, en una época donde las mujeres enfrentaban mayores complicaciones que ahora para compatibilizar el deporte con otras funciones. “Me retiré cuando me casé, a los 24 años. El hockey es un deporte bastante rudo y ya siendo mamá se complica, así que lo empecé a dejar. Estuve viviendo con mi exmarido por 15 años en Talagante y ahí me dediqué a la familia y no seguí”, explica.

Pero los tiempos cambian, y hoy, con 51 años recién cumplidos, ese postergado deseo vuelve a inundarla. “Gracias al deporte y al hockey pude salir adelante de muchos problemas familiares de infancia. Te lo digo con el alma, soy una agradecida de lo que el hockey me dio. Después de que me separé, lo retomé, porque el deporte ha sido vital, porque me sentía bien y es mi pasión desde chica. Además, me reencontré con mis compañeras. Cuando me invitaron, fui corriendo”, afirma sobre una pasión que conoció cuando cursaba tercero básico en el Grange.

Lo que nació como una oportunidad para recrearse fue tomando cada vez más forma; hoy, se alista para ser parte de la selección chilena que participará en la categoría +50 en los I Juegos Suramericanos Máster de Santiago, un inédito megaevento que reunirá a deportistas desde 35 a 95 años, entre el 10 y 21 de marzo de 2021, y cuyas inscripciones de cupos de comités olímpicos comenzarán el 19 de octubre, para luego abrirse a todo competidor. Las hockistas, que jugarán en el Country Club durante el certamen, se proyectan para el Mundial de Sudáfrica, también el próximo año. Y, para ello, Pamela se prepara con el mismo entusiasmo que en su adolescencia: “Cuando volví, me di cuenta de que la cabeza estaba bien, pero el cuerpo respondía en un 50 por ciento, así que empecé a trabajar duro”.

Antes de la irrupción del Covid-19, los entrenamientos en cancha se realizaban los viernes, a las 21.00, en el Club Manquehue, y los lunes en su antiguo colegio. A cargo, Alejandro Albertz y Miguel Maldonado. Este último, el mismo técnico de las mundialistas del 89. A ellos se suma el PF Carlos Tarride y, por supuesto, varias jugadoras de esa cita. Entre ellas, sus grandes amigas Sylvia Valenzuela y Mónica Achelat y otras figuras como Cecilia Rivas, María Paz Robinson, Claudia Redlich y Marcela Romagnoli. Además, algunas de sus hijas forman parte de las Diablas, el equipo que conduce Sergio Cachito Vigil.

Pamela Zenteno, junto a sus amigas Mónica Achelat y Sylvia Valenzuela.

“Con la pandemia, pasamos a hacer los entrenamientos por Zoom dos veces por semana, también vimos bastantes videos de partidos, y hacemos ejercicios físicos e, incluso, algo de hockey. En nuestro espacio de dos por dos en vez de poner conos, ponemos tarros de conserva o calcetines para hacer el dribbling, cuenta desde Jupiter, Estados Unidos, donde vive el segundo de sus tres hijos, Joaquín (21), a quien ayuda a cambiarse de casa.

Joaco es un muchacho algo tímido y con fama de ser de pocas palabras, pero con gusto acepta sumarse a esta conversación telemática. Incluso, lanza bromas y hasta se atreve a hablar de la parrilla. Cualquiera pensaría que el chico es un universitario más probando suerte o mejorando su inglés. Pero no, nada más lejano que eso. Su apellido es Niemann y es el golfista más importante de la historia de Chile y uno de los con mayor proyección en el mundo.

Lukas (23) y Maureen (15) completan el núcleo familiar. De ellos, solo la menor sigue los pasos de su madre como delantera en el Colegio Dunalastair. El mayor, en tanto, egresó de Ingeniería Civil y los deportes fueron no más que un pasatiempo. “Cuando nos fuimos a Talagante, los dos más grandes tomaron clases de golf, porque nos fuimos a una parcela en Las Palmas del Oliveto, un club de golf. Pero cuando Lukas vio que Joaco era muy bueno, prefirió dedicarse al fútbol”, recuerda.

Pamela Zenteno y sus hijos Lukas, Joaquín y Maureen.

Joaquín creció escuchando algunas historias de su madre: “No me acuerdo de haberla visto jugar, pero ella me decía que jugaba harto hockey. Y desde que nos movimos a Santiago, han entrenado harto; entrenan todas las semanas, así que está súper motivada. Verlas motivadas, tan motivadas más de grandes, y que juegue con las mismas amistades de cuando era chica es buenísimo”, valora el único chileno en ganar un torneo del PGA, cuyo padre, Jorge, fue un destacado basquetbolista, por lo que el gen del deporte siempre estuvo en su sangre.

La relación de Niemann con el hockey es nula, principalmente porque en los colegios británicos esta es una disciplina para niñas, mientras que el rugby lo es para niños. Y él no fue la excepción. “Jugué rugby en el colegio, jugaba con los amigos, pero nunca me gustó mucho. No me acuerdo del nombre de la posición en que jugaba, pero era una especie de extremo que tenía que correr nomás. No me ponían para tacklear”, dice. Igualmente, accede feliz a transformarse en hockista por un momento para la foto que acompaña este reportaje.

—Un wing, debe haber sido—, acota Pamela.

—Sí, eso. Un wing—, asiente Joaquín.

Si bien el golf y el hockey se juegan con palos, Joaco ni siquiera intentó adentrarse en esta disciplina colectiva. “Nunca. Algo se parecen estos deportes, pero no mucho en realidad. Está Matías Domínguez, que juega golf y harto hockey, pero más allá de eso no cacho mucho”, admite. Luego le lanza una broma a su madre: “He visto que las Diablas son súper buenas y eso ha inspirado a las más viejitas para jugar. Y que haya más torneos para todas las edades igual es entretenido, porque no hay que dejar el deporte. Sobre todo, cuando uno está más pasadito”.

—Joaco, a pesar de tratarme como la viejita que juega hockey, se siente orgulloso de mí. ¿O no, Joaco? —, le pregunta su madre, con una mirada cómplice.

—Síííí. Oooobvio. Me siento muy orgulloso. Ojalá pueda estar en Chile e ir a verlas. Espero que se me ajuste el calendario —, responde, solemne.

Pamela Zenteno, junto a sus compañeras de selección, durante los entrenamientos en tiempos de pandemia.

Ella tampoco esconde su orgullo por su hijo, quien la lleva a su pasado. “Verlo es una proyección, de lo que me hubiese gustado conseguir en el deporte. En algunas cosas, somos muy parecidos con Joaco”, sostiene.

Niemann ha asistido a varios de los entrenamientos de su madre y también ha intentado apoyarlas por redes sociales, pues no ha sido fácil encontrar financiamiento para la preparación para Santiago 2021 y para el Mundial de Sudáfrica. También, Pamela lo ve como una excelente instancia para seguir expandiendo esta disciplina, donde revela su admiración por Camila Caram. “El hockey tiene que seguir abriéndose a más gente de todos lados. Por eso, noticias como la construcción de la cancha del Nacional, son muy positivas. Ojalá todos puedan practicar este deporte. Lo mismo con el golf, donde Joaco ha ido ayudando a que sea más transversal”, resalta.

El fenómeno Niemann en Chile cada vez se parece más al de Marcelo Ríos en los 90. Ambos corrieron la barrera de sus deportes hacia el más alto nivel. Justamente, esos elementos en común hacen que entre ambos exista una admiración mutua: “Son disciplinas muy distintas, pero lo que hizo el Chino, llegar a ser número uno del mundo, no es cualquier cosa. Ojalá algún día poder ser como él y ser número uno del mundo. No cualquiera tiene el privilegio y las habilidades para ser número uno en algo. De repente, me escribe después de los torneos o cuando juego bien. Sé que siempre está metido viéndome y es muy buena onda conmigo. Nunca nos hemos topado a hablar. Lo vi un par de veces en Chile, pero yo tenía 14 años y no cachaba mucho”.

Pamela Zenteno y Joaquín Niemann, durante la charla vía Zoom con La Tercera.

Joaco se toma con naturalidad la creciente fama que vive: “Es normal para mí. Jugar golf es lo mismo que hacía antes como amateur; jugar los torneos más importantes al final como que te cambia el escenario, pero sigue siendo lo mismo: sigo jugando golf. Ahora, los objetivos son cada vez más grandes y estar jugando acá es bueno. Que la gente de Chile me vea y me apoye harto, también lo es”.

Durante los momentos más complicados de la pandemia en el país, Joaco debió permanecer en Santiago con su madre y hermanos. “Parecía león enjaulado”, relata Pamela. Su hijo comparte. “Tuvimos la suerte de que igual empezamos a jugar rápido. Acá, en Estados Unidos, no está tan parado como está todo en Chile. Si hubiera seguido en Chile, habría estado como cinco o seis meses sin jugar golf. Estuve un mes allá sin entrenar e igual estuvo bueno descansar un rato, pero más de un mes era mucho”, admite.

El número 46 del mundo entra en la cocina a prepararse un batido de proteínas. Desde ahí, recuerda una de sus mayores pasiones: los asados, algo que aprendió en Talagante. “Tanto Lukas como Joaquín saben prender el fuego y se manejan muy bien”, comenta la progenitora, quien le pregunta a su hijo cuál es su corte y punto de cocción preferidos. La respuesta es contundente: “El filete me gusta harto. Y la carne tiene que estar bien roja”.

El tiempo avanza y la charla termina. Joaquín se alista para dar el gran salto en el PGA y Pamela trabaja duro para estar en el podio de Santiago 2021 y volver a jugar un Mundial.