El desafiador de las alturas

Mohr

Juan Pablo Mohr (31) parte hoy al Himalaya para ascender a la séptima cumbre más alta del mundo, el Dhaulagiri (8.167 metros). Será su segundo ochomil, tras conquistar el Annapurna. Cuando no escala, rescata espacios públicos abandonados y los convierte en gimnasios.



"¡Jei Pi! ¡Jei Pi! Siento que me grita un noruego que estaba 400 metros más abajo, esperándonos en el campo dos. Él saltaba y gritaba. Aunque no entendía lo que decía, me di cuenta que algo estaba pasando", dice Juan Pablo Mohr (31), ingeniero de profesión y montañista por pasión, al contar su experiencia más cercana a la muerte. Una ola de 20 metros, una avalancha, lo dejó enterrado 70 centímetros bajo la nieve. No veía nada y, entre el miedo, atinó a afirmarse, como un instinto pero consciente de que era su única alternativa. Era eso o sucumbir ante una montaña francesa, de esas que desde los 14 años quiso subir.

"Es la experiencia más fuerte que he sentido en mi vida", describe Juan Pablo. Es el mismo que hoy, años después, comienza su camino al monte Dhaulagiri (8.167 metros), uno de los ochomiles (las 14 cumbres que superan esa altura en el mundo), la séptima más alta, que se propuso escalar. Ya conquistó el Annapurna ( 8.091 metros) y fue el primer chileno en hacerlo, en mayo de 2017 junto a su cordada Sebastián Rojas. De concretar su actual viaje, podría ser, también, el primer nacional en escalar hasta la cumbre.

Mohr comenzó escalando el cerro Manquehue desde los 14 años, a donde se iba después del colegio, el cual quedaba a los pies de su aventura diaria. Cuenta que buscaba los senderos y encontraba caminos hasta que se los aprendió. Y convirtió el que define como el patio de su casa, como un lugar de entrenamiento. Eso sí, el deporte extremo y de montaña estuvo presente en su vida desde los tres años, con los viajes a La Parva a esquiar junto a sus padres. Luego pasó al skate, siguió el snowboard y se definió en la escalada.

"Me gustaba mucho el tema de la velocidad, la adrenalina, es lo que más me llamaba la atención", cuenta Juan Pablo.

Ahora es un profesional de la escalada y los años de experiencia le ayudaron aquel día de la avalancha. "Atiné a poner los piolet, agacharme y resistir, porque si te lleva, puedes quedar tres, cuatro metros bajo la nieve. Me puse la parca para poder respirar", explica. Y agrega: "Recibí pedazos de hielo en la cabeza. Un bloque me rompió el casco, me hizo una herida en la frente". Pese a la experiencia, el deseo por mantenerse pendiendo de las alturas y el ánimo por hacer nuevas cumbres, continuó.

La actual travesía de Juan Pablo comenzó hace un par de semanas, cuando viajó a Europa para aclimatarse. Llegó a Ginebra, en Suiza, y después Francia y España, en cada país que estuvo escaló una montaña. Hoy llega a la cordillera del Himalaya, que alberga nueve de los 14 ochomiles, para subir el Tukuche Peak (6.920 metros), cuyo descenso los deja cerca del campo base del Dhaulagiri. "Llegamos caminando para allá", dice y pronostica demorarse una semana.

La cumbre del Dhaulagiri podría ser alcanzada en 15 días como también en un mes y medio, según las condiciones del tiempo. "Es la primera que viene de India, protege a las demás montañas de todos los vientos que vienen de allá. Tiene muy mal clima y mucho frío, es muy helado. Tiene muy pocas partes técnicas", describe Juan Pablo.

Su interés por los ochomiles partió cuando se dio cuenta de una facilidad con respecto a sus compañeros de ascenso: resistía y se sentía bien en altura. Era el único que no se apunaba o le dolía la cabeza y se dio cuenta de su rápida adaptación a esos ambientes. "Tenía que ir por proyectos más grandes", acota y comenta la vez que hizo el Aconcagua (la montaña más alta de América del Sur, 6.962 metros) en cuatro días, cumbre y descenso incluidos.

Juan Pablo sabe que hacer su deporte al más alto nivel es caro (cuando escaló el Annapurna pidió un crédito en el banco y para el Dhaulagiri cuenta con el apoyo de la empresa CMPC). Por lo mismo, junto a la fundación que creó con unos amigos, Deporte Libre, se dedica a construir infraestructura deportiva en espacios públicos abandonados, para que cualquiera pueda llegar a entrenar. En Santiago, por ejemplo, hicieron un gimnasio de escalada deportiva en unos silos que llevaban 50 años en desuso, en el Parque de Los Reyes. "Queremos entregarle el deporte a la gente y demostrar que la escalada es un par de zapatillas y te vas a la roca", dice.

Así, más maduro y con kilómetros de ascenso en el cuerpo, Juan Pablo empieza su travesía hacia la séptima montaña más alta del mundo, el Dhaulagiri, que estuvo en la polémica luego de que una pareja chilena dijera escalarla, aunque más tarde la comunidad especialista lo puso en tela de juicio, sin llegar finalmente a aclararse.

Mohr va por su segundo ochomil y quiere ir por el resto. La consciencia del camino recorrido, saber la seguridad que hay que tomar y los riesgos que se corren, el ser inteligente para saber si devolverse o seguir, son claves, según su visión, pues como aprendió el día que quedó bajo la nieve, "la montaña es la que manda".

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