Es cierto que ante Croacia Argentina no jugó el mejor partido de su vida. Es cierto que perdió con justicia hipotecando buena parte de sus opciones de avanzar a octavos y que ofreció por momentos una mala imagen. Pero el auténtico bochorno, se mire por donde se mire, el espectáculo verdaderamente lamentable, no aconteció en la cancha, sino en los pasillos del estadio.

Fue allí, en las instalaciones del Nizhny Nóvgorod Stadium y en pleno partido de fútbol, donde cuatro hinchas de la Albiceleste (en sentido estricto, cuatro fanáticos) propinaron una salvaje paliza, la noche del jueves, a un simpatizante de Croacia, es decir, a un individuo que se encontraba en el lugar alentando al equipo contrario. Una escena patética, vergonzosa, lamentable, que fue grabada en video y que no tardó en viralizarse. Y que concluyó con una orden de deportación contra los responsables, identificados como Rodrigo Catalán, Federico Eslejer, Leonardo Elía y Gabriel Pardo.

"Lo que pasó es inadmisible y repudiable. Por eso tomamos también la decisión de que, al menos en la provincia, estos cuatro sujetos no entren más a las canchas. Es una barbaridad", manifestó, visiblemente molesto y desde territorio ruso, Juan Manuel Lugones, titular de la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (Aprevide).

Pero el penoso suceso no ha sido, ni mucho menos, un episodio aislado en la Copa del Mundo. Y es que tan solo un día antes de la brutal golpiza en el Nizhny Nóvgorod, otro ciudadano de nacionalidad Argentina, Néstor Fernando Penovi, ya había sido despojado de su carné de aficionado (el denominado Fan ID), y privado de acceder nuevamente a los estadios luego de la difusión de un video de su autoría en que humillaba a una joven rusa obligándola a repetir en español consignas obscenas con connotaciones sexuales y un marcado sesgo machista. "Hola argentinos, vengan para aquí, quiero chupar pijas", manifestaba la víctima, ultrajada por la barrera idiomática, a pedido de su agresor.

Y las reacciones, claro, en forma de pública condena, no tardaron en producirse desde todos los frentes. "La Embajada de Rusia en Argentina se encuentra profundamente indignada por el disparate obsceno y ofensivo cometido, según la información difundida en las redes sociales, en la Federación de Rusia, por uno de los turistas extranjeros supuestamente proveniente de la República Argentina. Esperamos que a esta persona no le falte el coraje para presentar sus debidas disculpas públicamente", denunciaba el ente diplomático a través de un comunicado. Las disculpas de Penovi, sin embargo, resultaron más bien insuficientes. "Si hubiese sabido lo que iba a pasar no hubiese hecho esta macana", manifestaba el presunto hincha, tildando de broma (macana), su patética creación.

Pero lo excepcionalmente grave del asunto es que videos como el de Penovi fueron grabados, replicados y difundidos con total impunidad en Rusia por fanáticos peruanos (que llegaron a acosar en plena calle a una joven en plena calle), brasileños (que instaron a cantar consignas obscenas y sexistas a un grupo de mujeres) y colombianos (que hicieron lo mismo con una aficionada japonesa). Una suerte de repudiable moda viral protagonizada tristemente por los peores embajadores de Sudamérica.

Imágenes que, por cierto, también se hicieron masivas durante la presencia de barristas chilenos en Rusia durante la Copa Confederaciones de 2017.