San Pedro de la Costa es un barrio complicado del Gran Concepción. A pocos metros de la playa, tras pasar varias calles y pasajes que casi no tienen dirección, se encuentra Felipe Pérez en un rincón de una pequeña plaza. Recibe con amabilidad a La Tercera en su hogar y se ve bien, feliz, tranquilo y con ambición. Es un joven lleno de ilusión cuyo talento futbolístico lo aísla de una realidad dura.

Eso sí, lo pasó muy mal. El 8 de octubre pasado un hecho casi marca su vida para siempre. Recuerda con varios sentimientos una acción que ha dado vuelta al país. Por primera vez se decide a hablar. Felipe tiene 18 años y recibió una patada en el rostro mientras jugaba fútbol defendiendo, como lateral izquierdo de la Sub 19, los colores de Universidad de Concepción. ¿Trancó con la cabeza? Él mismo se encarga de narrar la historia.

"Estábamos jugando un amistoso en las cercanías de Yumbel contra un equipo de Río Claro. Iban 15 minutos del segundo tiempo, pero sólo me acuerdo que jugué los primeros 45. Después perdí el conocimiento. En la mitad de cancha di un pase al centro y cruzaron la pelota hacia el lado izquierdo, fui a buscarla y en mi intención por quitar el balón, trastabillé y logré sacar la pelota aunque con la cabeza. En eso, el otro jugador quiso despejar y me pegó una patada. La jugada terminó en gol al final, pero nadie festejó ni se preocupó. Quedé mal. Todos me fueron a ver porque me arrastré por una cancha que era fea, entre tierra y pasto. Despertaba y volvía a dormirme y, de hecho, el partido no se siguió jugando. El accidente fue a eso de las 16.30 horas y como en el centro hospitalario de Yumbel no tenían las maquinarias necesarias para hacerme los exámenes, llamaron a una ambulancia en Concepción. A las 12 de la noche llegamos a la clínica, pero todavía no recuperaba la conciencia. Tengo flashbacks e imágenes de cuando saltaba en la camilla por los saltos del trayecto, pero recuperé bien la memoria cuando llevaba un buen rato en la clínica y vi a mi hermano. Tuve ocho fracturas, en la nariz, cerca de la ceja, en la órbita del ojo y un par más. Se me desfiguró la cara, sentía la muela en el frente de la cara y la boca por la orilla", cuenta Felipe Pérez, quien reconoce haber estado cerca de la muerte.

El hecho ha sido muy comentado, sobre todo, por el riesgo que significó la acción para el juvenil de la UdeC. En pleno diálogo llega Gladys, la madre de Felipe, y el simple hecho de escuchar a su hijo recordar lo que pasó, la descompone. El lateral del Campanil fue acompañado por el kinesiólogo del club, Ricardo Andrade, los minutos posteriores al accidente y en la recuperación. "Luego recibí la visita de profesores, utileros, compañeros y la gerencia del club. Se portaron muy bien conmigo. Estuve dos semanas hospitalizado, con tubos, sondas y sin poder respirar. Debía hacerlo por la boca y aparte tenía frenillos. El chico que me pegó fue a los tres días al hospital a verme y disculparse. Estaba nervioso, pero sé que no quiso hacerlo y, aunque hubiese sido intencional, no hay que tener rencor. Mis padres son pastores y somos evangélicos".

Felipe se preocupa en comentar cada detalle de su accidente. Sobre todo, según él, por los comentarios que se han hecho en redes sociales y otros medios: "Se han dicho cosas que no son ciertas. El club realizó una ceremonia de finalización del año pasado y se entregaron algunos diplomas y distinciones a jugadores del plantel, como el más solidario, respetuoso, jugador integral, trabajo en equipo, mejor compañero, entre otros. A mí, por el esfuerzo que me han significado los diez años en el club y la perseverancia que he mostrado al no ser titular ni un crack, pero siempre pelear mi puesto, me entregaron el diploma de superación deportiva. La gente lo tomó mal y pensaron que el club me estaba premiando. Además yo no tranqué con la cara, en mi intención de llegar a la pelota me resbalé y pasó lo que pasó. A todas las series se les premió por algo".

Su mamá agrega: "Felipe no lo ha pasado bien en lo futbolístico y siempre deja todo en la cancha. A veces se pasa de revoluciones por demostrar compromiso en su sueño de ser futbolista y se entrega al cien". Su hijo la interrumpe: "No soy talentoso, mis capacidades van por la garra y el corazón que pongo para jugar. Así soy yo. La gente del club me tira las orejas por descuidarme en ese sentido. Es un sello en mí. Estoy consciente del riesgo que significa, pero vivo el fútbol a ese nivel de intensidad y pasión. Mis referentes son Carles Puyol y Gary Medel".

Felipe salió del colegio en 2016 y sólo proyecta su vida en el fútbol. "Mi idea es ésa. En mi tiempo libre, entreno y salgo a correr a la playa. Dicen que estoy loco y tienen razón. Vi a Barticciotto molesto y Borghi me crucificó, pero si tengo que romperme una rodilla para salvar un gol, lo haré. Siento que estoy loco y la gente cree que eso está mal. Einstein se fue de la escuela a los ocho años y terminó siendo un genio. Trabar con la cabeza es un recurso válido en el sueño que tengo, que es ser futbolista. Creo estar haciendo lo correcto".