Es sorprendente como un equipo, en un mismo partido, puede cambiar tanto de un tiempo al otro. Como puede incluso caer en errores infantiles o, al menos, poco habituales en este tipo de jugadores. Sin embargo, la historia de Reinaldo Rueda parece traernos esta peligrosa volatilidad.

En la primera parte, mientras la línea de cuatro defensores respondía con solvencia, Chile recorría la cancha con un despliegue físico muy generoso en la línea media. Coordinación y sobre todo fluidez. Pulgar funcionó como un líbero detrás de la línea de volantes y con cada movimiento lateral generaba superioridad numérica en la marca. Si iba a la derecha se encontraba con Aránguiz para tomar a Guardado; si lo hacía a la izquierda controlaba a Rodríguez con la ayuda de Pedro Pablo Hernández. Todo esto sumado a la atenta vigilancia y solidaridad de Arturo Vidal que siempre se mostró dispuesto a ayudar.

La planificación de esos movimientos fue acertada por parte de Rueda y terminado el primer tiempo pareció que volvíamos a encontrar esa ansiada y extraviada sensación de solidez. Pero no, el complemento nos trajo una suma de todo lo que no queremos ver en un partido.

Primero, 10 minutos fatídicos. Un compilado de lo que jamás debes hacer en materia defensiva. Diez minutos que bastaron para que México marcara tres y se ilusionara con devolvernos el 7-0.

Segundo, mala lectura del técnico colombiano. Meter a Gonzalo Jara y pasar a línea de tres defensores fue una medida más de maquillaje que otra cosa, porque el problema no era netamente de la última línea, sino en los espacios abiertos que quedaban alrededor de Erick Pulgar, muy bien copados por México en el segundo lapso.

Y por último, la conocida y malentendida garra, donde cada uno corre por su cuenta pretendiendo salvar el buque por sí mismo. Nadie puede reprochar la actitud o la entrega, pero eso no basta.

La era Rueda no encuentra donde afirmar su pie de apoyo. En el primer tiempo, con un esquema que se asemeja mucho al histórico, pareció que al fin encontraba la hebra, pero escasos minutos de desconcentración bastaron para cuestionarnos todo y sentir que hay que volver a empezar a un poco mas de 80 días para la Copa América.