Novak tuvo su revancha. Pese a que esta final en París Bercy está años de luz de tener la importancia del duelo en donde el serbio no pudo conquistar el Grand Slam calendario, levantar el trofeo ante Medvedev es un bálsamo importante. Una lección de que pese al desenlace vivido en Nueva York, el número uno es él. 4-6, 6-3 y 6-3 el código de la victoria para Nole.

Pisó la carpeta del recinto parisino con la tranquilidad de ya saber que cerrará el año como número uno, pero con la ambición de qué tenía que poner las cosas en su lugar. El Artur Ashe y ese golpe mortal al sueño máximo, no ha sido olvidado. Y en tiempos de nuevas generaciones y gritos de cambios de mando, el serbio volvió a demostrar su vigencia.

Comenzó abajo en el marcador, pero remontó con potencia e inteligencia. Aguantó cuando las pelotas lo atacaban y jugó con las líneas cuando tenía los espacios. Es su modus operandi. Lo dijo Roddick hace unos meses, “primero te corta las piernas. Luego te quita el alma”. Así del 4-6 que puso la tensión, pasó a un doble 6-3 que demostró su supremacía.

Tras partido, el ruso no pudo dejar de agrandar la figura de su rival. “A veces me da la sensación de que no se le valora igual que a Federer o Nadal. Y quizás dentro de 10 años, cuando ya esté retirado, la gente se dará cuenta que aparece en todos lados en Wikipedia y que era un tenista increíble. Es lo que me pasó a mí con Pete Sampras. Nunca le vi jugar, pero he leído que era increíble”, lanzó.

Título 37 en torneos Masters 1000, superando una vez más a Nadal en esa batalla que tienen. Además conquista su sexto trofeo en la carpeta de París Bercy y pone su mirada en Turín. Allí lo espera el trofeo de Maestros. Quiere uno más, sería su sexto.

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