Durante dos horas el mar no le satisfacía. Estaba esperando la ola perfecta en Tavarua, Fiyi, donde el mar entrega paraísos que convocan a surfistas de todo el mundo. El grupo del chileno Ramón Navarro (38) estaba decidido a montar la Cloudbreak, la mejor ola tubular de esa parte del mundo. La mejor ola de la historia.
Navarro nació y aún vive en Pichilemu, la capital chilena del surf. Ahí, en la playa Punta de Lobos, creció acompañando a su padre a pescar, bucear y trabajar dentro del mar. A los 13 años se subió a una tabla, aunque a esa altura aún no imaginaba las olas que iba a montar.
Los días previos al viaje a Fiyi fueron de monitoreo. A pesar de que debía dictar en su tierra natal, en el seminario de grandes olas de Patagonia, un curso de seguridad en el océano, la marejada que venía le hizo comprar un pasaje de última hora con escala en Nueva Zelanda.
"Es una marejada que veníamos esperando desde 2012", cuenta Navarro. "Vimos que el mar estaba subiendo y decidimos ir. Las olas estaban de cuatro o cinco metros, muy buenas y con tubos impresionantes", agrega.
Luego de dos días surfeando en Fiyi y de haber estado el domingo completo tomando olas, llegaba la que esperaba. Su amigo Kohl Christensen, quien también debía dictar una charla en Pichilemu, le había aconsejado esperar el mejor momento. "Hagamos historia", motivaba a Navarro.
La masa de agua se acercaba a Ramón y Christensen lo arrastraba con la moto, pues para este tipo de olas decidieron hacer la técnica del tow-in, es decir, remolcado en moto acuática. No tiene la dificultad de llegar remando a la cima de la ola, explica el chileno al tiempo que asegura que no es su maniobra favorita. Pero era lo necesario para la magnitud del desafío.
Navarro tiene una vida surfeando, recorriendo las playas en Chile y el mundo. Su especialidad son las olas grandes y ha sorteado con éxito las marejadas chilenas. El Gringo, por ejemplo, la peligrosa ola en Arica, ha sido varias veces conquistada por el pichilemino. "Por el año 98 o 99 era como mi segunda casa", comenta.
Toda esa experiencia le sirvió ante la Cloudbreak. El sonido del mar se hacía cada vez más fuerte y el océano agarraba altura y a la vez se cerraba, formando un tubo ideal para deslizarse. Fue cuestión de segundos, comenta luego Navarro, y que en el momento no se dio cuenta de la imponente naturaleza que fue capaz de domar.
"Cuando terminó la ola se me acercaron Kelly Slater, 11 veces campeón del mundo, y mi amigo Nacho González", dice el surfista. "Me decían que fue una locura, una estupidez y me abrazaban". Slater comentaba que lo de Navarro era como ver al hombre pisando la luna por primera vez. "Es como un dios del surf, una leyenda gigante... Y si lo dice, no tengo nada que decir. Él lo vio en primer plano, respeto sus palabras", dice, orgulloso, el chileno.
El logro conseguido no significa una medalla o trofeo, pero sí un grado importante de reputación: "Si eres surfista, es el sueño más grande que has tenido en la vida".
Recién pudo ver una foto de su hazaña cuatro horas después, de vuelta en el hotel. Una proeza en la que no midió los riesgos: "Uno entiende lo que el mar va a hacer, no piensas que la ola pueda caerte encima. Ves su forma y sabes cómo va a terminar". El chileno dice que su secreto son los años y la capacidad de leer el mar.